domingo, 30 de octubre de 2011

El mítico teatro Bolshói reabra sus puertas


El mítico  teatro Bolshói reabra sus puertas


El Bolshoi, gloria de la cultura rusa bajo todos los regímenes, recuperó su esplendor tras una gigantesca renovación y reabre sus puertas con una velada de gala retransmitida en directo a 100 salas del mundo entero.
"El 28 de octubre será una fiesta nacional", aseguró el director del teatro, Anatoli Iksanov, al cabo de seis años de trabajos sin precedentes destinados a salvar este establecimiento fundado en 1776, que estaba en un estado "catastrófico" por falta de renovación los últimos 150 años.

Por que es mítico,
Instalado en el número 7 de la plaza Sverdiova, frente a unos amplios jardines y a una fuente con surtidores, el edificio del Bolshoi, con su famosa fachada neoclásica coronada por la escultura de una carroza, es una referencia obligada para todo visitante de Moscú. La prehistoria del más célebre de los teatros rusos se remonta a marzo de 1776, cuando la emperatriz Catalina II otorgó al príncipe Piotr Urúsov el privilegio de administrar "todas las representaciones teatrales en Moscú". Su primera compañía, formada por sólo trece personas (todos ellos siervos del príncipe, que eran a la vez cantantes líricos y actores de las representaciones dramáticas) se instaló en una casa particular propiedad del conde Vorontsov, que estaba situada en la calle Zámenka.

Cuatro años más tarde, en 1780, el teatro inauguró su primera sala propia, un espléndido edificio que se encontraba en la calle Petrovka (a causa de lo cual empezó a llamárselo Teatro Petrovski), donde permaneció durante un cuarto de siglo de memorables actividades líricas, hata que en 1805. El repertorio de aquélla época poco tenía que ver con el que devendría clásico de la sala desde la segunda mitad del siglo XIX hasta actualidad. Por entonces, por ejemplo, uno de los mayores éxitos de la casa fue la ópera cómica de Mijaí Sokolovski, El brujo del molinero, tramposo y casamentero, o espectáculos que incluían danzas folclóricas como El cuadro campestre o La fiesta aldeana.

Hubo de esperar a la recuperación del imperio, tras las guerras napoleónicas, para que se inaugurase la nueva y fastuosa sala del Bolshoi, construida por el arquitecto Osip Beauvais sobre diseño de Andréi Mijailov, cuyas dimensiones sólo eran inferiores a las de la Scala de Milán. Por entonces se había incorporado a la compañía estable el coreógrafo y bailarín Adam Glushkovski, precursor de las grandes figuras de la danza del siglo XX, que fue quien puso los cimientos del ballet clásico ruso. Un nuevo incendio –esa plaga bíblica de los teatros de los siglos XVII al XIX- se abatió sobre él en 1853: la sala ardió durante una semana y no quedó de ella más que unos calcinados muros y restos de la fachada.
Entretanto, se había producido el estreno de Una vida por el zar (1842) y de Russian y Lyumila (1846), las dos grandes óperas de Mijail Glinkam, y a continuación los de Esmeralda y Rusalka, ambas de Alexander Dargomyski, que abrieron el camino hacia la consolidación de un repertorio nacional que alcanzaría años más tarde su culminación con las cimas de Boris Godunov, El Príncipe Igor, El Gallo de oro o Evgeni Oneguin

En 1856, no obstante, el teatro había sido ya reconstruído enteramente con el aspecto externo, la lujosa decoración interior y el aforo de 2300 localidades que ha conservado hasta la actualidad. Aunque en Moscú hay teatros con más capacidad, la solera y grandeza del Bolshoi no se mide por cifras, sino por la riqueza de su historia y su prestigio incomparable.


Un poco de historia
La compañía fue fundada en 1776 por el príncipe Piotr Urúsov y el empresario inglés Michael Maddox Después de tres años de presentarse en un recinto privado, en 1780 Maddox construyó un nuevo teatro en la calle Petrovka (Teatro Petrovsky), donde se mantuvo hasta el incendio que destruyó al edificio en 1805. El edificio actual, construido en 1825 sobre los restos del Petrovsky, y diseñado por el arquitecto Ósip Ivánovich Bovet es, después de La Scala, el mayor de Europa.

En aquel tiempo, todos los teatros rusos eran de propiedad imperial. Tanto en Moscú como en San Petersburgo había un teatro dedicado a la ópera y el ballet y otro al teatro hablado (comedias y tragedias). Los teatros de ópera eran conocidos como "Gran Teatro" (Bolshoi en ruso), y los de drama eran el "Pequeño Teatro" (Maly). El Bolshói de Moscú fue conocido originalmente como Gran Teatro Imperial de Moscú, mientras que el de San Petersburgo era el Bolshoi Kameny Teatre ("Gran teatro de Piedra"), y fue el predecesor del actual Teatro Mariinski.

El teatro de Moscú fue inaugurado el 18 de enero de 1825 con la representación del ballet del catalán Fernando Sor, "Cenicienta”. En un principio, el Teatro Bolshói era un foro exclusivo para el arte ruso; las óperas presentadas servían como contrapeso a la fuerte influencia italiana del siglo XIX Entre los compositores predilectos estaba Mijaíl Glinka. Actualmente, toda temporada teatral comienza con una ópera de Glinka. A partir de 1840 comenzaron a introducirse obras de compositores extranjeros. Un incendio de 1853 causó grandes daños. El arquitecto italiano Alberto Cavos (hijo de un compositor de ballets, muy conocido en Rusia, Catterino Cavos) llevó a cabo la reconstrucción, que culminó con la reapertura en 1856.

Tras la revolución rusa, el teatro fue rebautizado como "Teatro Estatal Académico Bolshói", denominación que conserva en la actualidad. El edificio resultó dañado en la Segunda Guerra Mundial, pero fue rápidamente reconstruido.
El Teatro fue cerrado en 2005 para acometer una ambiciosa restauración y rehabilitación, la mayor de las muchas que ha sufrido en su historia. Una vez iniciada, los técnicos descubrieron que la inestabilidad del edificio era mayor de lo esperado, lo que retrasó y encareció considerablemente el proceso (finalmente unos 500 millones de euros). La reinauguración, inicialmente prevista para 2009, tuvo que ser pospuesta varias veces. 

Los trabajos han intentado recuperar la acústica original de la sala, que se había perdido en gran medida debido a las sucesivas reformas durante la era soviética. Se ha reconstruido la decoración original de la reconstrucción de 1856, incluyendo trabajos de artesanía especializados. La capacidad de la sala se ha reducido a 1740, en lugar de las 2100 que llegó a tener en la etapa soviética, donde el auditorio se utilizó para actos políticos del Partido Comunista. La hoz y el martillo soviéticos colgados durante décadas sobre la fachada principal, así como sobre el antiguo Palco Imperial, han sido reemplazados por el águila de dos cabezas del escudo original de armas de Rusia. La reapertura se celebró el 28 de octubre de 2011, con una función de gala. La nueva temporada comenzará el 2 de noviembre con una nueva producción de Ruslán y Liudmila, de Glinka.

Durante la reconstrucción, la actividad de la compañía del Bolshói ha continuado en el Nuevo escenario, habilitado en un edificio aledaño, o en el teatro del Palacio del Kremlin.

 
Todo está a punto ya para que el teatro Bolshói reabra sus puertas el 28 de octubre en una gran gala, cuyo exclusivo anfitrión será el Kremlin. Tanto el programa como la lista de invitados del presidente de Rusia, Dmitri Medvédev, siguieron siendo un secreto el lunes en la rueda de prensa que remató una excursión guiada por el histórico recinto, cerrado durante seis años a causa de una costosa y complicada reconstrucción

Las obras han costado 21.000 millones de rublos (unos 500 millones de euros) del presupuesto del Estado, según datos del Ministerio de Cultura y citados por Mijaíl Sídorov, representante del grupo Summa, el consorcio de ingeniería que ha completado el ambicioso proyecto, después de que este se paralizara e incluso estuviera a punto de acabar en desastre, debido al estado de los cimientos.


El nuevo Bolshói se guía sobre todo por el aspecto que tenía el teatro en 1856, tras la reconstrucción realizada por Albert Kavos en la obra inicial del arquitecto Osip Bové. Los orígenes del teatro se remontan a 1776, pero el edificio se incendió varias veces. Aunque el conjunto se orienta hacia el siglo XIX y se han recuperado las águilas y los emblemas zaristas, en el teatro se ha dejado el palco y el gabinete de Stalin, así como el bufet que fue construido en época de este dirigente.
La gala de reapertura será, aparentemente, alguna mezcla de diferentes fragmentos musicales, operísticos y de ballet, que actuará como un hilo conductor de la historia del Bolshói. En vista de lo exclusivo del evento, los melómanos de a pie deberán esperar las funciones que vendrán después, concretamente la ópera Ruslán y Liudmila de Mijaíl Glinka, que será el primer estreno del Bolshói el 2 de noviembre. Según ha dicho Dmitri Cherniakov, el responsable de la puesta en escena, se trata de "la mejor ópera rusa para empezar algo nuevo, es alegre" y se diferencia de la mayoría de óperas rusas con finales "siniestros" en los que los protagonistas sufren trágicas muertes, lo cual "no sería bueno para una inauguración".


Los precios de las entradas en la reventa alcanzan cifras astronómicas, aunque el director del Bolshói, Anatoli Iksákov, dijo que, en todos los espectáculos, se pondrán a la venta 396 entradas al precio de 100 rublos (algo más de dos euros). Un periodista ruso denunció en la rueda de prensa que los revendedores no dejaban que los ciudadanos se acercaran a las taquillas. Si esto es cierto, las entradas a precios asequibles pueden ir a parar al mercado negro, según admitió Iksákov, que dijo carecer de medios para evitar este crónico fenómeno.

El espacio del nuevo Bolshói se ha duplicado. Por debajo de la plaza del Teatro, frente al edificio, se ha construido una sala de conciertos subterránea, que forma un bloque de seis pisos con una profundidad de 20,5 metros. La sala, denominada Beethoven, tiene capacidad para 330 espectadores y, por estar muy cerca de una estación de metro, ha tenido que ser especialmente aislada. Sin embargo, para acabar de protegerla de la vibración de los trenes, en noviembre habrá que parar temporalmente el tráfico subterráneo para poner amortiguadores en las vías. Las salidas de emergencia de la nueva sala son cabinas de cristal que sobresalen en la plaza del Teatro.

En la recuperación del aspecto decimonónico del edificio se ha concentrado el trabajo de centenares de artesanos en distintos campos, algunos ya extinguidos, desde el tejido a mano de la seda a la restauración de tapices y gobelinos, pasando por la fabricación de un determinado tipo de papel maché. En el aspecto técnico, el Bolshói tiene los más modernos adelantos mecánicos y de ingeniería, el recinto de la orquesta sube hasta colocarse al nivel de los espectadores y el escenario o baja a gran profundidad. 

Tiene también un escenario con una variante para ópera y otra, inclinada, para ballet forrada con materiales especiales para proteger los pies de los bailarines. Además, su acústica ha mejorado, ya que todos los materiales empleados han sido subordinados a la calidad del sonido por especialistas alemanes y se han eliminado añadidos de cemento que perjudicaban la acústica.
El número de butacas de la sala principal ha disminuido hasta 1740, en lugar de las 2100 que llegó a haber en época soviética, cuando la sala era destinada a congresos y actos políticos. Destaca Sídorov que, tras la reconstrucción, el Bolshói ha dejado de ser un teatro construido sobre diversos cimientos fragmentarios, y se ha convertido en el corazón, sólidamente asentado, de un conjunto de edificios comunicados entre sí.
Los restauradores hicieron lo posible para que el Bolshoi recupere el aspecto que tenía en sus épocas de esplendor, luego de la renovación del arquitecto ruso-italiano Albert Cavos en 1865 tras un incendio.

 

El escudo de la familia Romanov reapareció en los tapices del Palco Imperial adonde había sido recubierto por globos terrestres en la época soviética: luego de la Revolución de 1917, los comunistas hicieron desaparecer todas las referencias al régimen zarista, incluso en el Bolshoi.

Los dorados de la sala, dañados por un mal mantenimiento en la época soviética, fueron restaurados de manera tradicional: se pusieron siete capas sucesivas, con la base tradicional de claras de huevo y luego limpiadas con vodka y pulidas con colas de ardillas.

La Plaza de Teatros moscovita respira de nuevo con orgullo, al presentar una nueva atracción para Rusia y el mundo, una sede digna para una de las mejoras compañías de ballet del orbe.



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