viernes, 27 de mayo de 2011

Masters of Photography - Eugéne Atget

Masters of Photography - Eugéne Atget

Eugéne Atget



París es, seguramente, la capital que más ha inspirado a los artistas. Las calles y rincones de la ciudad por excelencia han sido (y siguen siendo) escenario de películas, tramas literarias y, en general, toda clase de obras de arte. Pero nadie como Eugène Atget (Libourne 1857-París 1927) ha retratado con tanto amor y fidelidad la vida y las calles del viejo París.

Considerado el precursor de la fotografía documental y copiada hasta la saciedad, Atget entendió siempre su trabajo como un oficio al que se dedicó con minuciosidad. Nunca consideró que lo que él hacía con su cámara fuese arte.

notre dame
Después de trabajar en diversos oficios como camarero o actor de provincias, se establece en París donde se convierte en fotógrafo ambulante. Para subsistir se dedica a sacar retratos de personas en plena calle; por otro lado, empieza a crear una colección de fotografías para sí mismo de la vida diaria de la ciudad a principios del siglo XX. Monumentos, parques, vendedores, prostitutas o escaparates son algunos de sus temas más recurrentes de una colección que alcanzó más de 4000 imágenes. Tras su muerte, la fotógrafa americana Berenice Abbott, asistenta de Man Ray, adquirió sus negativos. El museo de monumentos históricos de París consiguió 2000 trabajos de Adget en 1927.


Sus fotografías tienen gran fuerza de sugestión, reflejan la cotidianidad parisina, de una forma espontánea, libre de las ataduras de otros movimientos más artísticos. Al final de su vida, su figura ya era conocida entre escritores y pintores de la época. Los surrealistas lo encumbraron viendo en sus imágenes, sobre todo en las figuras reflejadas en las cristaleras, una visión natural y pura que sugiere algo fantasmal. A pesar de esa popularidad en alza murió en la miseria.








Si bien su instrucción fue escasa, supo compensarla con la lectura y a través de las amistades que a lo largo de su vida fue haciendo con artistas plásticos. Su vocación (o sus ganas, mejor dicho), se inclinaron hacia el arte: intentó ser actor y también pintor, con sendos y rotundos fracasos. Pero de algo tenía que ganarse la vida y sabiendo las necesidades que tenían los artistas de imágenes documentales para “inspirar” sus cuadros, adquirió una vieja y arruinada cámara de fuelle para placas 18 x 24 y salió a recorrer las calles de París buscando aquello que le encargaban.
Pero con esto no le alcanzaba para sobrevivir. Entonces amplió el espectro de sus clientes fotografiando pequeños negocios, frentes de edificios e interiores de hogares de gente adinerada.


En poco tiempo descubrió que estaba haciendo un inventario del París de fines del siglo XIX. Fue descubriendo lugares que nada tenían que ver con la actividad profesional que había emprendido. Vendedores ambulantes, rincones perdidos de los distintos barrios, terrazas de cafés y detalles arquitectónicos que poco a poco fue registrando con inteligencia.
Atget no tenía medio de locomoción alguna y para visitar a sus clientes caminaba con su pesada cámara a cuestas. Era un peatón muy observador, además de un excelente fotógrafo.
Si bien estos hallazgos fotográficos eran apreciados por muchos de sus amigos, para él no significaban demasiado. Cuando alguien le decía: “¡Qué buena fotografía!”, se limitaba a responder: “Tengo miles como esa”. Es más, cuando le proponían publicar alguna, se negaba a que apareciese su nombre.


Atget fotografió a lo largo de toda su vida, hasta el último día y, aparentemente, consideraba a su profesión, la de fotógrafo, como vergonzante y que él debía ejercerla por necesidad, para subsistir.
Seguramente este pensamiento nace del esfuerzo y la estrechez económica. Debía caminar diariamente muchas cuadras para obtener un cliente, realizar las tomas, revelar las placas en el baño de su casa y dejar el tema de las copias para su mujer, quien tenía una salud muy delicada y sufrió de diversas enfermedades prácticamente toda su vida.





man ray
No es ningún descubrimiento decir que para conocer íntimamente una ciudad no hay otra forma que caminándola.
Estaba, literalmente, harto de toda esta mecánica para ganar apenas cinco francos (una cifra muy pequeña), por cada trabajo.
Sus fotos no profesionales eran el escape a esa aplastante rutina, ya que elegía con entera libertad aquellos temas que lo atraían estéticamente.
Estaba, literalmente, harto de toda esta mecánica para ganar apenas cinco francos (una cifra muy pequeña), por cada trabajo.
Sus fotos no profesionales eran el escape a esa aplastante rutina, ya que elegía con entera libertad aquellos temas que lo atraían estéticamente.
Man Ray, quien era vecino suyo, fue el primero que lo descubrió, pero no pudo hacer nada para difundir su trabajo y sus condiciones de artista. Atget siempre le repetía lo mismo: “Son documentos, solamente documentos”.


Derain
La lista de pintores que le compraban fotos Atget era larguísima. Entre ellos se contaban Derain, Vlaminck, Utrillo y Braque. Pero ninguno apreció el arte del fotógrafo. Para ellos también eran documentos que recreaban con sus paletas.
En 1926 falleció su esposa, de la que estaba profundamente enamorado. De allí en más, ya no le quedaba nada que lo aferrase a la vida. Podríamos decir que se dejó morir el 4 de agosto de 1927. El médico que extendió el certificado de defunción no pudo determinar la causa. Sólo murió.
Un par de años antes, una escultora estadounidense, alumna de Man Ray, comenzó a interesarse por la fotografía. A través de su maestro, Berenice Abbot (tiempo después una muy importante fotógrafa), tuvo la oportunidad de tomarle a Atget el único retrato que de él tenemos. Tras su muerte, le compró al hermano de Atget unos diez mil negativos, quien no sabía muy bien para qué guardarlos y los dólares de la estadounidense le resultaron por demás atractivos.


Berenice Abbot
De esta manera, accidental, prácticamente la totalidad de la obra de Atget (veintiocho años de registros de la vida cotidiana de París), llegó a los Estados Unidos.
La propia Berenice Abbot se encargó de realizar cientos de copias que se encuentran, como obras de arte, en muchos museos estadounidenses.
Eugene Atget es uno de los grandes nombres de la historia de la fotografía, aunque él no se enteró, o no quiso hacerlo.
En 1968 el MOMA de Nueva York adquiere 10.000 de sus negativos. ¿Son las fotografías de Atget meros documentos o es arte?
El trabajo de Atget trasciende a su creador. Ha inventado la moderna fotografía.


La Bibliothèque nationale de France
En Estados Unidos está considerado como un maestro de la fotografía, y Francia lo vuelve a descubrir desde los años 80.
La Bibliothèque nationale de France (París) ofreció una retrospectiva de Atget desde el 27 de marzo hasta el primero de julio del 2007.








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