La leyenda de la
papisa Juana, mito o realidad
papisa juana |
Anastasio el Bibliotecario |
La leyenda de la
papisa Juana cuenta la historia de una
mujer que ejerció el papado católico ocultando su identidad
sexual. El
pontificado de la papisa se suele situar entre 855 y 857, es
decir, el que,
según la lista oficial de papas, correspondió a Benedicto
III, en el momento de
la usurpación de Anastasio el Bibliotecario. Otras versiones
afirman que el
propio Benedicto III fue la mujer disfrazada y otras dicen
que el período fue
entre 872 y 882, es decir, el del papa Juan VIII.
Ingelheim am Rhein |
En su nueva situación, Juana pudo viajar con frecuencia de monasterio en monasterio y relacionarse con grandes personajes de la época.
rey Carlos el Calvo. |
Juana se trasladó a Roma en 848, y allí obtuvo un puesto docente. Siempre disimulando hábilmente su identidad, fue bien recibida en los medios eclesiásticos, en particular en la Curia. A causa de su reputación de erudita, fue presentada al papa León IV y enseguida se convirtió en su secretaria para los asuntos internacionales.
Benedicto III |
Onofrio Panvinio |
Utilizada por los detractores, esas versiones se sostuvieron por muchos años hasta que en 1562 el agustino Onofrio Panvinio redactó la primera refutación seria de aquella leyenda, mientras que los protestantes luteranos se unieron a sus argumentos en el siglo XVII.
- La versión de Martín de Opava es la siguiente:
Juan el Inglés
nació en
Maguncia, fue papa durante dos años, siete meses y cuatro
días y murió en Roma,
después de lo cual el papado estuvo vacante durante un mes.
Se ha afirmado que
este Juan era una mujer, que en su juventud, disfrazada de
hombre, fue
conducida por un amante a Atenas. Allí se hizo erudita en
diversas ramas del
conocimiento, hasta que nadie pudo superarla, y después, en
Roma, profundizó en
las siete artes liberales (trivium
y quadrivium) y ejerció el
magisterio con gran prestigio. La alta opinión que tenían de
ella los romanos
hizo que la eligieran papa. Ocupando este cargo, se quedó
embarazada de su
cómplice. A causa de su desconocimiento del tiempo que
faltaba para el parto,
parió a su hijo mientras participaba en una procesión desde
la basílica de San
Pedro a Letrán, en una calleja estrecha entre el Coliseo y
la iglesia de San
Clemente. Después de su muerte, se dijo que había sido
enterrada en ese lugar.
El Santo Padre siempre evita esa calle, y se cree que ello
es debido al aborrecimiento
que le causa este hecho. No está incluido este papa en la
lista de los sagrados
pontífices, por su sexo femenino y por lo irreverente del
asunto.
Martín de Opava, Chronicon
Pontificum et Imperatum.
- Jean de Mailly, por su parte, dice:
Mailly |
Se trata de
cierto papa o
mejor dicho papisa que no figura en la lista de papas u
obispos de Roma, porque
era una mujer que se disfrazó como un hombre y se convirtió,
por su carácter y
sus talentos, en secretario de la curia, después en cardenal
y finalmente en papa.
Un día, mientras montaba a caballo, dio a luz a un niño.
Inmediatamente, por la
justicia de Roma, fue encadenada por el pie a la cola de un
caballo, arrastrada
y lapidada por el pueblo durante media legua. En donde murió
fue enterrada, y
en el lugar se escribió: Petre, Pater
Patrum, Papisse Prodito Partum (Pedro,
padre
de padres, propició el parto de la papisa). También
se estableció
un ayuno de cuatro días llamado ayuno
de la papisa.
Jean de Mailly, Chronica
Universalis Mettensis.
El papa,
máximo guía
espiritual de la iglesia católica, el cual para alcanzar
tal
condición debe ser un sacerdote haciendo parte así de una de
las
pocas profesiones de exclusividad masculina. Incluso el
nombre del cargo
denota el caracter varonil de éste (del latin padre o
tutor) como todas
las organizaciones de la tierra la iglesia no está exenta de
encontrarse
involucrada en una gran cantidad de escándalos, algunos
ciertos, otros no tan
ciertos. Hay momentos donde es casi imposible saber donde
acaba la historia y
comienza la leyenda.
Juan XI |
Otro punto de partida de la leyenda puede ser la prohibición del Levítico (21, 20) de que esté al servicio del Altar un hombre con los testículos aplastados, es decir, un eunuco. La idea que la prohibición conlleva de verificar que sólo hombres enteros accedan al trono papal, estuvo probablemente en el origen de la inspección ceremonial y del testiculum habet et bene pendebant, un tema sugestivo para una disputatio de quolibet estudiantil en la escolástica de la Edad Media.
La leyenda se ha desarrollado a lo largo de la Edad Media. La primera mención conocida se encuentra en la crónica de Jean de Mailly, dominico del convento de Metz, redactada hacia 1255. La leyenda se propagó muy rápidamente y sobre una gran extensión geográfica, lo que puede hacer suponer que existía con anterioridad y que el dominico se limitó a consignarla por escrito. Hacia 1260, la anécdota reaparece en el Tratado de las diversas materias de la predicación, de Esteban de Borbón, también dominico y de la misma provincia eclesiástica que Mailly. Pero es sobre todo el relato hecho por Martín el polaco en su Crónica de los pontífices romanos y de los emperadores, hacia 1280, el que le asegura el éxito.
La acogida que hacen los medios eclesiásticos de la anécdota, que en un principio fue aceptada como cierta, se ha explicado después por el interés del caso jurídico y por una voluntad de imponer una interpretación oficial del supuesto acontecimiento.
En efecto, la leyenda es rápidamente revivida con fines polémicos. El franciscano Guillermo de Ockham denuncia una intervención diabólica en la persona de Juan, que prefigura la de Juan XXII, adversario de los espirituales (disidentes franciscanos).
Durante el Gran Cisma de Occidente, la historia de Juana prueba, para las dos facciones, la necesidad legal de una posibilidad de destitución papal. También fue recogida por el polemista Jan Hus y después por los luteranos, que veían en Juana la encarnación de la prostituta de Babilonia descrita en el Apocalipsis:
También me dijo:
«Las
aguas que has visto, donde se sienta la ramera, son pueblos,
muchedumbres,
naciones y lenguas. / Y los diez cuernos que viste, y la
bestia, aborrecerán a
la ramera, la dejarán desolada y desnuda, devorarán sus
carnes y la quemarán con
fuego. / Dios ha puesto en sus corazones el ejecutar lo que
él quiso: ponerse
de acuerdo y dar su reino a la bestia hasta que se hayan
cumplido las palabras
de Dios. / Y la mujer que has visto es la gran ciudad que
reina sobre los reyes
de la tierra».
Apocalipsis de San Juan.
Todos estos ataques llevaron al erudito Onofrio Panvinio, monje agustino, a redactar en 1562 la primera refutación seria de la leyenda, en su Vitæ Pontificum (Vida de los papas). En el siglo XVII, los luteranos se unieron a sus argumentos.
En 1886, el griego Emmanuel Royidis publicó La papisa Juana, que vino a relanzar el mito. Antes, Petrarca se había visto atraído por la leyenda. En el siglo XX se interesaron por ella otros escritores, como Lawrence Durrell, Renée Dunan o Alfred Jarry.
Benedicto III. (* Roma, (¿?) – † 17 de abril de 858). Papa n.º 104 de la Iglesia católica de 855 a 858.
Elegido papa inmediatamente tras la muerte de su antecesor León IV, no fue consagrado hasta el 29 de septiembre de 855 debido a que el emperador Lotario I apoyaba al cardenal Anastasio quien contaba además con el apoyo de la nobleza.
Tras la muerte del emperador Lotario I, intervino en el conflicto entablado entre sus hijos y herederos, el fututo Lotario II, Luís II y Carlos el Calvo. Falleció el 17 de abril de 858 y está enterrado en la Basílica de San Pedro
La leyenda cuenta que el sucesor de León IV no fue Benedicto III sino una mujer que ocupó el trono bajo el nombre de Juan VIII (La Papisa Juana) quién falleció tras dos años de pontificado al dar a luz a un hijo.
Juan VIII (Roma, ca. 820 - 15 de diciembre de 882). Papa nº 107 de la Iglesia católica de 872 a 882.
Era archidiácono de Roma y fue elegido para el papado pocos días después de la muerte de Adriano, en diciembre de 872. Aunque ya tenía más de cincuenta años en el momento de su nombramiento, fue un pontífice enérgico, a la manera de Nicolás I. Su elección encontró la oposición de Formoso, que también sería papa.
La figura del papa Juan VIII suele asociarse a la de la papisa Juana, personaje considerado legendario. Parece ser que sus opositores, ante su actitud conciliadora con la Iglesia Oriental, comenzaron a tacharlo de afeminado y a llamarlo Papisa Juana. No hay, por lo demás, fuente alguna que lo relacione con los hechos de la supuesta mujer pontífice. Según la leyenda, una mujer habría ocupado el sillón papal después de León IV, bajo el nombre de Juan VIII. Esta mujer llamada Juana gobernó Roma durante dos años, cinco meses y cuatro días, y quedó al descubierto su condición femenina en una procesión en donde perdió el conocimiento, cayendo de su caballo al suelo debido a los dolores producidos por un inminente parto, que finalmente se produce allí mismo ante el estupor de los feligreses. La aglomeración humana se transformó en una horda descontrolada por la furia y lapidó en ese mismo lugar a la papisa y a su hijo
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