Un diablo oculto, en la Basílica de San Francisco de Asís
Restauradores de arte descubrieron la figura de un diablo oculta
entre las
nubes de uno de los frescos más conocidos del pintor italiano
Giotto en la
Basílica de San Francisco
de Asís, dijeron el sábado autoridades eclesiásticas.
El diablo estaba oculto entre los
detalles de
las nubes en la parte superior del fresco número 20 del ciclo de
escenas sobre
la vida y la muerte de San Francisco, pintadas por Giotto en el
siglo XIII.
El descubrimiento fue realizado por la historiadora del arte
italiana Chiara
Frugone.
Muestra el perfil de una figura con nariz ganchuda, sonrisa
ladina y oscuros
cuernos oculta entre las nubes en la escena que representa la
muerte de San
Francisco. La figura es difícil de ver desde el suelo de la
basílica, pero
emerge claramente en fotografías tomadas de cerca.
Sergio Fusetti, restaurador jefe de la basílica, dijo que Giotto
probablemente no quería que la imagen del diablo fuese una parte
fundamental
del fresco y lo pintó entre las nubes "para hacer algo un poco
divertido".
El maestro podría haberlo pintado por despecho hacia alguien que
conocía
representándolo como un diablo en la pintura, según dijo Fusetti
en la página
web del convento.
Las obras de arte de la basílica del convento donde está
enterrado San Francisco
han sido finalmente restauradas tras resultar gravemente dañadas
en un
terremoto en 1997.
La Basílica
Papal
de San Francisco está situada en Asís, en la región italiana
de Umbría, y
es Patrimonio de la Humanidad desde el año 2000.
Lugar de la glorificación de San Francisco de Asís, se distinguen
en ella
dos partes fundamentales: la Basílica
inferior, baja y oscura, y la Basílica
superior, espaciosa y luminosa. Esta
distribución se ha interpretado de manera simbólica: la primera
representaría
la vida de penitencia, mientras que la segunda simbolizaría la
gloria.
La basílica forma parte de todo un complejo monumental
franciscano. Enfrente
del atrio que precede el ingreso de la basílica inferior se
encuentra el ex
Oratorio de San Bernardino, construido para la Tercera
orden de San
Francisco por oficiales lombardos en torno a la mitad del siglo
XV. Tras el
portal, se entra en el Sacro Convento que, además de la comunidad
de Frailes
Menores Conventuales, encargados de la custodia de la basílica,
actualmente
aloja el Instituto Teológico de Asís (ITA), el Instituto de
Ciencias Religiosas
(ISSRA), un Centro de documentación y un importante fondo de
documentos y
libros especializados en temas franciscanos.
La basílica tiene gran importancia desde el punto de vista
religioso, al ser
sede de la Orden Franciscana y tratarse de
una parada fundamental para muchos peregrinos
durante su viaje a Roma, y desde el punto de vista artístico, al
contar con
obras como La vida de San Francisco en los frescos de
Giotto.
Según la tradición, fue el propio Francisco quien indicó el lugar
en el cual
quería ser enterrado. Se trata de la colina inferior de la ciudad
donde,
habitualmente, eran enterrados los “sin ley” y los condenados por
la justicia,
quizás razón por la cual era llamada Collis inferni. Más
adelante, el Papa
Gregorio IX llamó a esta zona Collado del Paraíso. Este
lugar, situado
junto a la ciudad y a un bosque en su cara norte, y desde donde se
divisa todo
el valle de Espoleto, era ideal para la vida de los frailes.
En la época de la construcción, la fama del santo era ya
universal. Para
completar la basílica llegaron ofertas de gran parte del mundo.
Todo el
complejo arquitectónico fue completado en poco más de un siglo,
para lo cual se
llamó a maestros arquitectos, artesanos y pintores de entre los
más grandes de
aquellos años.
En marzo de 1228 fray Elías, general del Orden Minorita y máximo
responsable
del proyecto, recibió de Simone de Pucciarello, en nombre del
Papa, un terreno
al oeste de la ciudad. El 16 de julio de 1228, sólo dos años
después de su
muerte, Francisco fue proclamado santo por Gregorio IX; el día
siguiente, 17 de
julio, el Papa y fray Elías pusieron las primeras piedras para la
construcción
de esta imponente basílica, que albergaría los restos mortales de
Francisco y
sería la sede del Orden que acababa de nacer.
La estructura que se quería dar era en un principio bastante
simple, pero
fue rápidamente modificada según líneas más majestuosas,
inspirándose en parte
en la arquitectura románica Lombarda.
El complejo, formado por dos iglesias superpuestas e
independientes de nave
única con transepto saliente y ábside, se terminó en 1239. Fue
consagrado al
culto en mayo de 1253, año en el que también murió fray Elías, por
el Papa Inocencio
IV, quien ordenó que el conjunto se dignificara con trabajos de
decoración. A
finales del siglo XIII, la basílica inferior se enriqueció de
capillas
laterales, todas en estilo gótico.
Desde 1289 cuando Nicolás IV, primer Papa franciscano de la
historia de la
Iglesia, le concedió el
estado de Iglesia papal, toda la basílica está sometida a la
directa
jurisdicción del pontífice. En 1754 el Papa Benedicto XIV le
otorgó la
categoría de Basílica Patriarcal y Capilla Papal. El 8 de agosto
de 1969 Pablo
VI determinó que la Basílica
pasaría a estar regida por un Cardenal como Legado suyo
El 25 de mayo de 1230 se habían transferido los restos mortales
de Francisco
desde la iglesia de San Jorge (futura iglesia de Santa Clara) a la
basílica
construida en su honor. Enterrado bajo el altar mayor en un lugar
inaccesible,
durante siglos se perdió la memoria del punto exacto donde se
encontraba su
cuerpo. Tras el descubrimiento, con autorización de Pío VII, de la
tumba del
santo en diciembre de 1818, se excavó la cripta, que fue realizada
en estilo
neoclásico bajo la dirección del arquitecto romano Pascual Belli.
El estilo
contrastaba demasiado con el resto de la basílica, por lo que
entre 1925 y 1932
la cripta fue radicalmente modificada mediante un proyecto del
arquitecto Hugo
Tarchi según el estilo neorrománico.
El 26 de septiembre de 1997, a las 02:33, un fuerte
temblor de tierra afectó a las
regiones italianas de Umbría y Las Marcas. Unas nueve horas más
tarde, otro
terremoto se repitió en la zona, provocando la muerte de dos
frailes y dos
técnicos que se hallaban supervisando los daños que el primero
había provocado
en la basílica superior.
Ambos sismos causaron profundas grietas, con el derrumbe de la
bóveda en dos
puntos, e ingentes daños en el tímpano del transepto. Ciento
treinta metros
cuadrados de frescos medievales se redujeron a miles de
fragmentos: el San
Jerónimo, atribuido por algunos a Giotto joven, donde estaban
representados los
cuatro doctores de la iglesia; la figura de San Mateo, sobre la
bóveda donde se
representan los Cuatro Evangelistas de Cimabue; y además, la
bóveda estrellada,
repintada en el siglo XIX. Desde el arco de la contrafachada y
desde la
nervadura, también derrumbados, cayeron a tierra ocho figuras de
santos y otras
decoraciones.
El conjunto de tareas de restauración se denominó El
taller de la
Utopía (en
italiano, Il cantiere dell’utopia).
Las primeras intervenciones tras el terremoto se dirigieron sobre
todo a la
puesta en seguridad del edificio y a la recuperación de los
fragmentos
esparcidos entre los escombros. Las muestras de solidaridad no se
hicieron
esperar; así, se recibió la ayuda de técnicos de la Superintendencia
y restauradores del Instituto Central para la Restauración
de Roma
(ICR). También trabajaron muchos voluntarios de toda Italia,
principalmente
estudiantes de los Cursos de Conservación y de Historia del Arte
de Viterbo y Roma,
pero también historiadores del arte, fotógrafos, arquitectos,
informáticos,
físicos, químicos, biólogos y bomberos, entre otros.
La basílica permaneció cerrada hasta el 29 de noviembre de 1999,
debido a
trabajos de conservación y restauración. Dos de los ocho santos
contiguos a la
contrafachada, San Rufino y San Victorino, fueron repuestos en la
bóveda. Se
recogieron, en condiciones difícilísimas a causa de los continuos
golpes de
asentamiento, más de trescientos mil fragmentos procedentes del
arco de los
santos y de las cercanas bóvedas de San Jerónimo, estrellada y de
San Mateo.
Tras esta primera fase, siguió otra que consistió en un trabajo de
selección y
clasificación de los fragmentos en base a los matices, el color y
la técnica de
ejecución. Sucesivamente, se pasó al reconocimiento fotográfico,
seguido de
tentativas de localización, en base a los puntos de fractura, de
los posibles
puntos de juntura. Resultó indispensable el auxilio de las
fotografías en color
realizadas antes del sismo y su impresión a tamaño natural, sobre
las cuales se
pudieron efectuar las pruebas de correspondencia de los
fragmentos.
El 26 de septiembre de 2001 se recolocaron los ocho santos
(Rufino,
Victorino, Benito, Antonio de Padua, Francisco, Clara, Domingo y
Pedro Mártir).
Un año después, el 26 de septiembre de 2002 se recolocó también
la cúpula de
San Jerónimo, tras trabajar quince expertos del ICR con unos
50.000 pequeños
fragmentos sobre una superficie de ochenta metros cuadrados. Esta
parte de la
reconstrucción fue subvencionada por el Gobierno italiano con 2,5
millones de
euros, y por el Fondo Europeo con 250.000 euros. Se recuperó el
70% del fresco
original.
El 5 de abril de 2006 se desarrolló la inauguración de las
bóvedas de San
Mateo y del cielo estrellado. Por desgracia, no se logró recuperar
todo el
material. Antes del derrumbe, las condiciones del fresco de San
Mateo no eran
buenas por la oxidación de esta obra de Cimabue. Sólo el 20% de
los 120.000
fragmentos en que se convirtió pudieron recolocarse. Ocupó a
decenas de
restauradores, se emplearon unas 160.000 horas de trabajo y el
coste fue de dos
millones de euros
Giotto di Bondone, mejor conocido solo por su nombre de
pila (Colle
di Vespignano, 1267 - Florencia, 8 de enero de 1337) fue un
notable pintor, escultor
y arquitecto italiano del Trecento. Se lo considera el primer
artista de los
muchos que contribuyeron a la creación del Renacimiento italiano y
uno de los
primeros en romper las limitaciones del arte y los conceptos
medievales. Si
bien se limitó fundamentalmente a pintar temas religiosos, fue
capaz de
dotarlos de una apariencia terrenal, llena de sangre y fuerza
vital.
El segundo ciclo de frescos de importancia asociado o atribuido a
Giotto es
la "Vida de San Francisco" en la Iglesia Superior
de San Francisco, en Asís. Si el autor fue en verdad Giotto no es
solamente uno
de los mayores problemas que enfrentan los expertos, sino también
una de las
mayores controversias de la historia del arte.
Los frescos de San
Francisco
son, evidentemente, obra de un pintor de enorme talento. Sus
retratos íntimos y
humanos han definido, en realidad, la imagen popular que se tiene
del santo.
Pero existen, sin embargo, grandes diferencias técnicas y
estilísticas entre
estas obras y las de la Capilla de los Scrovegni. Ellas
han hecho que muchos críticos
se nieguen, aún hoy en día, a aceptarlas como obras del mismo
artista. Los
intentos de atribuir a Giotto otros frescos de la ciudad de Asís
han producido
disputas similares entre los estudiosos de su obra.
En la actualidad, sin embargo, son mayoría los estudiosos que
consideran segura
la autoría de Giotto, si bien admiten que habría contado con
amplia
colaboración de los miembros de su taller. No hay acuerdo en
cuanto a la
cronología de la obra, pues, aunque es mayoritaria la datación en
los primeros
años del siglo XIV, hay autores que retrotraen la fecha hasta
1291-1292. Hay
acuerdo en cuanto a que se trata de una obra anterior a la de la Capilla de
los Scrovegni.
Los frescos cubren la parte inferior de tres de las paredes del
templo, las
dos laterales y la interior de la fachada, a ambos lados de la
puerta. Se trata
de 28 episodios de la vida del recientemente canonizado Francisco
de Asís,
siguiendo el relato de la Legenda
maior de San Buenaventura.
Fuentes:
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