martes, 20 de septiembre de 2011

La iglesia del Temple,una iglesia con historia,


La iglesia del Temple,una iglesia con historia,
 
Si en tu viaje a Londres decides visitar la iglesia del Temple, te puede ser complicado encontrar su ubicación. Esta iglesia se encuentra en el denominado Barrio del Temple, un entramado de callejuelas y pequeñas plazuelas situadas entre Fleet Street y el río Támesis.
A esta zona de Londres puedes llegar en Metro, a la estación de Temple. O también es una opción ir a dirigirte hasta la iglesia del Temple tras visitar el Museo Británico, pues se encuentra al sur del mismo.
Puedes bajar por la calle Kingsway hasta Strand. Tras cruzar High Holborn, de paso también puedes visitar el curioso Museo de John Soane y, nada más llegar a Fleet Street, la iglesia de St Clement Danes, para girar a la izquierda por Fleet Street

Para acceder a la iglesia del Temple, yendo desde Srand por Fleet Street, tras dejar a la izquierda el gran edificio de los Tribunales de Justicia, conocido como las Law Court, a la derecha encontrarás un pequeño pasadizo. Un cartel te indica que bajando por la callejuela puedes llegar a la pequeña plaza donde se encuentra la iglesia del Temple.
Se trata de una pequeña iglesia cuya fachada exterior ya te muestra su principal característica, la gran nave circular, conocida como Round Church, construida en 1185. Junto a ella se dispone la nave rectangular, conocida como Chancel, que se construyó un siglo después.

La entrada a la iglesia está en la plazuela donde se encuentra. Nada más acceder al interior, a la izquierda tienes la nave circular, donde sin duda te sorprenderán las efigies de marmol de los caballeros templarios yacientes.
Fíjate también en otros sepulcros y monumentos funerarios que se disponen en los laterales de la iglesia.
En la sección rectangular verás también algunos monumentos y numerosas vidrieras. Pero el elemento que adquiere mayor protagonismo es, sin duda, el gran órgano. Posiblemente cuando visites la iglesia del Temple tendrás la oportunidad de escuchar como lo tocan, pues esta iglesia tiene una gran tradición de música de órgano


La Iglesia del Temple es una iglesia de finales del siglo XII situada en Londres, entre Fleet Street y el río Támesis, construida por los caballeros templarios como su sede en Londres. En la época moderna, dos Inns of Court o asociaciones de abogados (La Inner Temple y la Middle Temple), usaron la iglesia. Es famosa por sus tumbas con efigies y por ser una iglesia redonda. Fue duramente dañada durante la Segunda Guerra Mundial pero ha sido restaurada en gran parte. El área que rodea a la iglesia es conocida como “Temple” y cerca de ella está la Estación de metro Temple, perteneciente a las línea verde (District) y amarilla (Circle).

A mediados del siglo XII, antes de la construcción de la iglesia, los Caballeros Templarios de Londres se reunían en un lugar en High Holborn en una estructura establecida por Hughes de Payens (ese lugar fue históricamente la sede de un templo romano en Londinium). Debido al rápido crecimiento de la orden, para la década de 1160 este lugar pasó a ser muy pequeño, y la orden compró el actual sitio para establecer un gran complejo monástico que sirviera de sede en Inglaterra. Además de la iglesia, el conjunto originalmente contenía residencias, instalaciones de entrenamiento militar, y terrenos de recreo para los monjes guerreros y los novicios, a los que no se les permitía ir al centro de la ciudad sin permiso del Maestro del Temple.

El edificio de la iglesia agrupa dos secciones separadas. La sección original de la nave, llamada Round Church, y una sección rectangular, construida aproximadamente medio siglo después, llamada Chancel. Para mantener las tradiciones de la orden, la nave de la iglesia fue construida a partir de un diseño circular basado en la Iglesia de Santo Sepulcro de Jerusalén. La nave tiene 16.76 metros de diámetro, y está rodeada de las primeras columnas libres de Mármol Purbeck. Es probable que las paredes y las cabezas grotescas estuvieran originalmente pintadas con colores.
Fue consagrada el 10 de febrero de 1185 en una ceremonia presidida por Heraclius, Patriarca de Jerusalén. Se cree que Enrique II estuvo presente en la consagración.

La orden de los Caballeros Templarios era muy poderosa en Inglaterra. Prueba de ello es que es Maestro del Temple tenía asiento en el Parlamento como primus baro (primer barón del reino). El recinto era regularmente usado como residencia por reyes y representantes del Papa. El Temple también se usó como banco de depósito, a veces en contra de los deseos de la Corona de incautar los fondos de los nobles que habían confinado su riqueza allí. La independencia y riqueza de la orden a lo largo de toda Europa está considerada por la mayoría de los historiadores como causa principal de la caída de la orden.

En enero de 1215 William Marshall (que está enterrado en la nave cerca de sus hijos, bajo una de las 9 efigies de mármol de caballeros medievales) actuó de negociador durante una reunión en el Temple, entre el Rey Juan I y los barones, que exigían que Juan defendiera los derechos consagrados de la Carta de Coronación de su predecesor Ricardo I. William juró en nombre del rey que las quejas de los barones se abordarían en verano, lo que llevó a Juan a firmar la Carta Magna en junio.
Posteriormente William se convirtió en regente durante el reinado del hijo de Juan, Enrique III. Después Enrique expresó su deseo de ser enterrado en la iglesia y para ello, a principios del siglo XIII, se tiró el coro de la iglesia original y se construyó una nueva estructura, ahora llamada Chancel. Fue consagrada el día de la Ascensión de 1240 y agrupa un pasillo central y dos laterales de idéntica anchura. La altura de la cúpula es de 11 metros. Uno de los hijos de Enrique, que murió muy joven, está enterrado en el Chancel, pero Enrique al final cambió su voluntad con instrucciones de ser enterrado en la Abadía de Westminster.

Pero quien eran estos caballeros templarios,
La Orden de los Pobres Caballeros de Cristo (en latín, Pauperes commilitones Christi Templique Solomonici), comúnmente conocida como los Caballeros Templarios o la Orden del Temple (en francés, Ordre du Temple o Templiers) fue una de las más famosas órdenes militares cristianas. Esta organización se mantuvo activa durante poco menos de dos siglos. Fue fundada en 1118 o 1119 por nueve caballeros franceses liderados por Hugo de Payens tras la Primera Cruzada. Su propósito original era proteger las vidas de los cristianos que peregrinaron a Jerusalén tras su conquista. Fueron reconocidos por el Patriarca Latino de Jerusalén, Garmond de Picquigny, el cual les dio como regla la de los canónigos agustinos del Santo Sepulcro.

Aprobada de manera oficial por la Iglesia católica en 1129 durante el Concilio de Troyes (celebrado en la Catedral de Troyes). La Orden del Temple creció rápidamente en tamaño y poder. Los Caballeros Templarios empleaban como distintivo un manto blanco con una cruz roja dibujada. Los miembros de la Orden del Temple se encontraban entre las unidades militares mejor entrenadas que participaron en las Cruzadas. Los miembros no combatientes de la orden gestionaron una compleja estructura económica a lo largo del mundo cristiano, creando nuevas técnicas financieras que constituyen una forma primitiva del moderno banco, y edificando una serie de fortificaciones por todo el Mediterráneo y Tierra Santa.

El éxito de los templarios se encuentra estrechamente vinculado a las Cruzadas; la pérdida de Tierra Santa derivó en la desaparición de los apoyos de la Orden. Además, los rumores generados en torno a la secreta ceremonia de iniciación de los templarios creó una gran desconfianza. Felipe IV de Francia, considerablemente endeudado con la Orden, comenzó a presionar al Papa Clemente V con el objeto de que éste tomara medidas contra sus integrantes. En 1307, un gran número de templarios fueron arrestados, inducidos a confesar bajo tortura y posteriormente quemados en la hoguera. En 1312, Clemente V cedió a las presiones de Felipe y disolvió la Orden. La brusca desaparición de su estructura social dio lugar a numerosas especulaciones y leyendas, que han mantenido vivo el nombre de los Caballeros Templarios hasta nuestros días.

Hugo de Payns (aprox. 1070 – 1136) fue el primer maestre y fundador de la Orden del Temple y uno de los primeros nueve caballeros. Nació hacia el año 1070 en el castillo de Payns, cerca de Troyes, Francia, y murió en Palestina en 1136.

Hijo de Gautier de Montigny y nieto de Hugo I, Señor de Payns, su infancia y su juventud se ven influidas por el ambiente de reforma religiosa que se desarrolla en la Champaña y que dará figuras de la talla de San Roberto de Molesme, fundador de las abadías de Molesme i Cîteux, o la de San Bernardo de Claraval, impulsor de la reforma del cister y mentor eclesiástico de la misma Orden del Temple. De la ferviente pasión religiosa de Hugo II de Payns es muestra su breve paso como monje por la abadía de Molesme, tras la muerte de su primera esposa Emelina de Touillon, con la que se había desposado hacia el 1090. Fruto de este matrimonio nació su hija Odelina, futura señora de Ervy. Vasallo fiel del Conde Hugo de Champaña, Hugo II de Payns abandona los hábitos y a partir del año 1100 se integra plenamente como uno de los principales miembros de la Corte champañesa, uniendo en su persona el señorío de Montigny y el de Payns. Es muy probable que Hugo II de Payns realizará su primer viaje a Tierra Santa junto al Conde de Champaña en 1104-1107. 

Tras regresar de este, y para ayudar a consolidar las pretensiones políticas de su señor, casó en segundas nupcias con Isabel de Chappes (entre 1107 y 1111), perteneciente a una de las familias más importantes del sur de la Champaña. Del matrimonio nacieron cuatro hijos: Teobaldo, futuro Abad de Santa Colombe de Sens; Guido Bordel de Payns, heredero del señorío; Guibuin, vizconde de Payns, y Herberto, llamado el ermitaño. Sin embargo, en 1119, la pasión religiosa que sentía Hugo II de Payns le llevó a tomar votos de castidad y a partir nuevamente a Tierra Santa, donde creo, un año más tarde, la que llegaría a ser la Orden Militar más importante de la Cristiandad: La Orden del Temple.
Se afirma que los otros caballeros eran Godofredo de Saint-Omer, Payen de Montdidier, Archambaudo de Saint Agnan, Andrés de Montbard (tío por parte de madre de San Bernardo de Claraval), Godofredo Bison, y otros dos de los que sólo se conoce su nombre, Rolando y Gondamero. Se desconoce el nombre del noveno caballero, aunque hay quien piensa que pudo ser Hugo, Conde de Champagne.

En 1127 Hugo II de Payns regresa a Europa acompañado por Godofredo de Saint-Omer, Payen de Montdidier, y dos hermanos más, de nombre Raúl y Juan, con el fin de reclutar nuevos miembros para la Orden, tomar posesión de las numerosas donaciones que habían sido otorgadas a esta y para organizar las primeras encomiendas de la Orden en Occidente (casi todas ellas en la región de la Champaña). Así pues, Hugo inicia un periplo que le lleva por Roma - a fin de solicitar del papa Honorio II un reconocimiento oficial de la Orden y la convocatoria de un concilio que debatiera el asunto - la Champaña (otoño de 1127); Anjou y Poitou (abril y mayo de 1128), Normandia, Inglaterra y Escocia (Verano de 1128)y Flandes (otoño de 1128).
Hugo y sus compañeros regresan en Enero de 1129 a la Champaña para tomar parte en el Concilio de Troyes, un concilio de la Iglesia Católica, que se convocó en la ciudad francesa el 13 de enero de 1129, con el principal objeto de reconocer oficialmente a la Orden del Temple.
En dicho concilio estuvieron presentes: el cardenal Mateo de Albano (representante del Papa); el arzobispo de Reims y el de Sens; diez obispos; ocho abades cistercienses de las abadías de Vézelay, Cîteaux, Clairvaux (que en este caso no era otro sino San Bernardo), Pontigny, Troisfontaines y Molesmes; y algunos laicos entre los que destacan Teobaldo II de Champaña, el conde de Campaña, André de Baudemont, el senescal de Champaña, el conde de Nevers y un cruzado de la campaña de 1095.

Hugo de Payns relató en este concilio los humildes comienzos de su obra, que en ese momento sólo contaba con nueve caballeros, y puso de manifiesto la urgente necesidad de crear una milicia capaz de proteger a los cruzados y, sobre todo, a los peregrinos a Tierra Santa, y solicitó que el concilio deliberara sobre la constitución que habría que dar a dicha Orden.
Se encargó a San Bernardo, abad de Claraval, y a un clérigo llamado Jean Michel la redacción de una regla durante la sesión, que fue leída y aprobada por los miembros del concilio.
Tras el concilio de Troyes, Hugo II de Payns nombró a Payen de Montdidier Maestre Provincial de las encomiendas sitas en territorio francés y en flandes, y a Hugo de Rigaud Maestre Provincial para los territorios del Languedoc, la Provenza y los reinos cristianos hispánicos y tras ello, regresó a Jerusalen dirigiendo la Orden que el mismo habia creado durante casi veinte años hasta su muerte en el año 1136 (el 24 de mayo según el obituario del templo de Reims), haciendo de ella una influyente institución militar y financiera internacional.

El fin de la orden
El último Gran Maestre, fray Jacques de Molay se negó a aceptar el proyecto de fusión de las órdenes militares bajo un único rey soltero o viudo (Proyecto Rex Bellator, impulsado por el gran sabio Ramón Llull), a pesar de las presiones papales. El 6 de junio de 1306 fue llamado a Poitiers por el Papa Clemente V para un último intento, tras cuyo fracaso, el destino de la Orden quedó sellado. Felipe IV de Francia, el Hermoso, ante las deudas que su país había adquirido, entre otras cosas, por el préstamo que su abuelo Luis IX solicitó para pagar su rescate tras ser capturado en la Séptima Cruzada, y su deseo de un Estado fuerte, con el rey concentrando todo el poder (que, entre otros obstáculos, debía superar el poder de la Iglesia y las diversas órdenes religiosas como los templarios), convenció (o más bien, intimidó) al Papa Clemente V, fuertemente ligado a Francia, pues era de su hechura, de que iniciase un proceso contra los templarios acusándolos de sacrilegio a la cruz, herejía, sodomía y adoración a ídolos paganos (se les acusó de escupir sobre la cruz, renegar de Cristo a través de la práctica de ritos heréticos, de adorar a Baphomet y de tener contacto homosexual, entre otras cosas).

En esta labor contó con la inestimable ayuda de Guillermo de Nogaret, canciller del reino, famoso en la historia por haber sido el estratega del incidente de Anagni, en el que Sciarra Colonna había abofeteado al Papa Bonifacio VIII, con lo que el Sumo Pontífice había muerto de humillación al cabo de un mes; del Inquisidor General de Francia, Guillermo Imberto, más conocido como Guillermo de París; y de Eguerrand de Marigny, quien al final se apoderará del tesoro de la Orden y lo administrará en nombre del Rey, hasta que sea transferido a la Orden de los Hospitalarios.
Para ello se sirvieron de las acusaciones de un tal Esquieu de Floyran, espía a las órdenes tanto de la Corona de Francia como de la Corona de Aragón.

Parece ser que Esquieu le fue a Jaime II de Aragón con la especie de que un prisionero templario, con quien había compartido una celda, le había confesado los pecados de la Orden. Jaime no le creyó y lo echó "con cajas destempladas"..., así que Esquieu se fue a Francia a contarle el cuento a Guillermo de Nogaret, que no tenía más voluntad que la del Rey, y que, creyera o no creyera en el mismo, no perdió la oportunidad de usarlo como pie para montar el dispositivo que, a la postre, llevó a la disolución de la Orden.
Felipe despachó correos a todos los lugares de su reino con órdenes estrictas de no ser abiertos hasta un día concreto, el anterior al viernes 13 de octubre de 1307, en lo que se podría decir que fue una operación conjunta simultánea en toda Francia En esos pliegos se ordenaba la detención de todos los templarios y el requisamiento de sus bienes.

De esta manera, en Francia, Jacques de Molay, último gran maestre de la orden, y ciento cuarenta templarios fueron encarcelados y seguidamente sometidos a torturas, método por el cual consiguieron que la mayoría de los acusados se declararan culpables de los cargos, inventados o no. Cierto es que algunos efectuaron similares confesiones sin el uso de la tortura, pero lo hicieron por miedo a ella; la amenaza había sido suficiente. Tal era el caso del mismo gran maestre, Jacques de Molay, quien luego admitió haber mentido para salvar la vida.
Por otra parte, esta misma misiva también arribó a varios reinos europeos incluyendo el Reino de Hungría, donde el recientemente coronado Carlos I Roberto de Hungría, ordenó la detención inmediata de los caballeros templarios. 

Las razones reales por las cuales Carlos Roberto accedió a obrar contra los Templarios son desconocidas hasta la actualidad, sin embargo pudo haber influido el hecho de que Carlos Roberto y Felipe IV eran parientes lejanos y se criaron juntos en la infancia. El rey húngaro, entonces, les prometió misericordia, pero los caballeros respondieron exigiendo un documento que certificase dicho ofrecimiento. Esto produjo la ira de Carlos Roberto y de inmediato envió sus tropas para que iniciasen el asedio de la fortaleza de Léka, una de las sedes principales de los templarios, donde muchos terminaron masacrados, y otros escaparon.

Llevada a cabo sin la autorización del Papa, quien tenía a las órdenes militares bajo su jurisdicción inmediata, esta investigación era radicalmente corrupta en cuanto a su finalidad y a sus procedimientos, pues los templarios habían de ser juzgados con respecto al Derecho Canónico y no por la justicia ordinaria. Esta intervención del poder temporal en la esfera de personas que estaban aforadas y sometidas por ello a la jurisdicción papal, no sólo produjo de Clemente V una enérgica protesta, sino que el Pontífice anuló el juicio íntegramente y suspendió los poderes de los obispos y sus inquisidores No obstante, la acusación había sido admitida y permanecería como la base irrevocable de todos los procesos subsiguientes.

Felipe el Hermoso sacó ventaja del "desenmascaramiento", y se hizo otorgar por la Universidad de París el título de «campeón y defensor de la fe», y, en los Estados Generales convocados en Tours supo poner a la opinión pública en contra de los supuestos crímenes de los templarios. Más aún, logró que se confirmaran delante del Papa las confesiones de setenta y dos presuntos templarios acusados, quienes habían sido expresamente elegidos y entrenados de antemano. En vista de esta investigación realizada en Poitiers (junio de 1308), el Papa, que hasta entonces había permanecido escéptico, finalmente se mostró interesado y abrió una nueva comisión, cuyo proceso él mismo dirigió. Reservó la causa de la Orden a la comisión papal, dejando el juicio de los individuos en manos de las comisiones diocesanas, a las que devolvió sus poderes.

La comisión papal asignada al examen de la causa de la Orden había asumido sus deberes y reunió la documentación que habría de ser sometida al Papa y al Concilio General convocado para decidir sobre el destino final de la Orden. La culpabilidad de las personas aisladas, que se evaluaba según lo establecido, no entrañaba la culpabilidad de la orden. Aunque la defensa de la Orden fue efectuada deficientemente, no se pudo probar que ésta, como cuerpo, profesara doctrina herética alguna o que una regla secreta, distinta de la regla oficial, fuese practicada. En consecuencia, en el Concilio General de Vienne, en el Delfinado, el 16 de octubre de 1311, la mayoría fue favorable al mantenimiento de la Orden, pero el Papa, indeciso y hostigado por la corona de Francia principalmente, adoptó una solución salomónica: decretó la disolución, no la condenación, y no por sentencia penal, sino por un decreto apostólico (bula Vox clamantis del 22 de marzo de 1312).

El Papa reservó para su propio arbitrio la causa del Gran Maestre y de sus tres primeros dignatarios. Ellos habían confesado su culpabilidad y sólo quedaba reconciliarlos con la Iglesia una vez que hubiesen atestiguado su arrepentimiento con la solemnidad acostumbrada. Para darle más publicidad a esta solemnidad, delante de la Catedral Notre Dame de París fue erigida una plataforma para la lectura de la sentencia, pero en el momento supremo, Molay recuperó su coraje y proclamó la inocencia de los templarios y la falsedad de sus propias supuestas confesiones. En reparación por este deplorable instante de debilidad, se declaró dispuesto al sacrificio de su vida y fue arrestado inmediatamente como herético reincidente, junto a otro dignatario que eligió compartir su destino, y fue quemado junto a Geoffroy de Charnay atados a una estaca frente a las puertas de Notre Dame en l'Ille de France el día de la Candelaria (18 de marzo) de 1314.

En los otros países europeos, las acusaciones no fueron tan severas, y sus miembros fueron absueltos, pero, a raíz de la disolución de la Orden, los templarios fueron dispersados. Sus bienes fueron repartidos entre los diversos Estados y la Orden de los Hospitalarios: en la Península Ibérica pasaron a la corona de Aragón en el este peninsular, de Castilla en el centro y norte, de Portugal en el oeste y a la Orden de los Caballeros Hospitalarios, si bien tanto en un reino como en otro surgieron diversas órdenes militares que tomaron el relevo a la disuelta, como la Orden de los Frates de Cáceres o de Santiago, la Montesa (en Aragón), la Calatrava o la Álcantara, a las que se concedió la custodia de los bienes requisados. En Portugal el rey Dionisio les restituye en 1317 como "Militia Christi" o Caballeros de Cristo, asegurando así las pertenencias (por ejemplo, el Castillo de Tomar) de la orden en este país. En Polonia los Hospitalarios recibieron la totalidad de las posesiones de los Templarios.

Actualmente se encuentra en los archivos vaticanos el pergamino de Chinon, que contiene la absolución del papa Clemente V a los Templarios. Aun cuando este documento tiene una gran importancia histórica, pues demuestra la vacilación del Papa, nunca fue oficial y aparece fechado con anterioridad a las Bulas Vox in excelso, Ad providam y Considerantes, donde se procedió a la disolución de la Orden y la distribución de sus bienes. Así, según el texto de Vox in excelso: "Nos suprimimos (...) la Orden de los templarios, y su regla, hábito y nombre, mediante un decreto inviolable y perpetuo, y prohibimos enteramente Nos que nadie, en lo sucesivo, entre en la Orden o reciba o use su hábito o presuma de comportarse como un templario. Si alguien actuare en este sentido, incurre automáticamente en excomunión". En concreto, el Manuscrito de Chinon está fechado en agosto de 1308. En esas mismas fechas (agosto de 1308), el Papa emite la Bula Facians Misericordiam, donde confirma la devolución de la jurisdicción a los inquisidores y emite el documento de acusación a los templarios, con 87 artículos de acusación. Asimismo, emite la bula Regnans in coelis, por la que convoca el Concilio de Vienne. Por tanto, estas dos bulas, que sí fueron promulgadas oficialmente, tienen validez desde el punto de vista canónico, mientras que el documento de Chinon es un mero "borrador" de gran importancia histórica, pero escasa importancia jurídica.




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