martes, 5 de julio de 2011

El general Custer es uno de los grandes mitos de Estados Unidos.


El general Custer es uno de los grandes mitos de Estados Unidos.



El cine ha inmortalizado la imagen del general Custer, en la película Murieron con las botas puestas, con el rostro de Errol Flynn: un caballero galante, valeroso hasta casi lo irracional, ardoroso, alegre, bromista y un punto indisciplinado, pero consciente siempre de sus deberes con su patria: el prototipo, en suma, del héroe del sueño americano.



Pero quien era este hombre,

El verdadero George Armstrong Custer nació en Ohio en 1839, hijo de un inmigrante llegado de Holanda y de una mujer de origen irlandés. Ingresó en West Point, la academia militar norteamericana, y fue un cadete indisciplinado, poco amigo del estudio, mucho del whisky y constante objeto de sanciones. Cuando se graduó, en 1861, el año en que estalló la guerra civil entre el Norte y el Sur, obtuvo el último puesto de su promoción, acumulando un total de 726 faltas, o deméritos, durante los cuatro años de estudios. Al comienzo de la contienda optó por sumarse al bando de la Unión.

Buen jinete, fue destinado como teniente a las unidades de caballería bajo el mando del general Sheridan. Y pronto destacó por su valor, un coraje que ni sus biógrafos más críticos le niegan, pues a menudo se manifestaba con un desdén absoluto a la muerte. Protagonizó cargas memorables y numerosos actos de heroísmo. Y en 1862 era nombrado general de brigada, un fulgurante ascenso que lo convertía en el general más joven del ejército del Norte.
Pese a su rango, siguió encabezando las acciones más arriesgadas. Durante la gran batalla de Gettysburg, en un enfrentamiento con la caballería confederada de Jeb Stuart, capturó 720 prisioneros después de cargar al mando de los 500 jinetes de su regimiento de Michigan. También formó parte de las tropas que derrotaron definitivamente a Stuart en la batalla de Yellow Tavern, en donde murió el general confederado. Y al frente de sus hombres persiguió con tenacidad al propio general Robert Lee, jefe supremo del ejército del Sur, cuando se retiraba hacia Virginia, contribuyendo a precipitar su rendición en Appomattox en abril de 1865, hecho que pondría fin a la guerra de Secesión. Condecorado y exaltado por la prensa, Custer concluyó la guerra como uno de los grandes héroes de la Unión.

Sin embargo, sus méritos y su valor en el campo de batalla no dejaron pasar inadvertidas otras cualidades del joven Custer. Sobre todo, su crueldad. Fusilaba sin inmutarse a los guerrilleros confederados capturados en acción; tampoco le temblaba el pulso cuando se trataba de pasar por las armas a los desertores, y usaba con su propia mano el látigo contra aquellos de sus soldados que mostraban cobardía durante la lucha.
Al parecer, mató al primer hombre en un combate con los confederados en White Oak Swamp, en la primavera de 1862, poco antes de ser ascendido a general. En el curso de la batalla, vio huir a caballo a un oficial enemigo y comenzó a perseguirlo, según narraba con detalle en una carta enviada a su hermana. Le conminó a rendirse por dos veces y luego le disparó. “Él se lo había buscado”, escribe. No obstante, de aquella muerte, sólo pareció importarle el botín: “Todavía guardo el purasangre que montaba y mi intención es quedármelo. La silla, que también conservo, es espléndida; está recubierta con tafilete negro y ornamentada con tachones de plata”. Por supuesto que se quedó con todo como trofeo de guerra. Y además, con la espléndida espada que portaba su víctima en la silla, un arma de acero toledano con una leyenda en español que decía: “No me saques si no es por causa justa; no me envaines sin haber vencido”. Durante las guerras indias, unos años después, sacaría aquella espada por causas mucha más que dudosa.

Condecorado por su valor, exaltado por la prensa y adorado por la opinión pública, llegó incluso a hablarse de él como un futuro presidenciable. El gran héroe de la contienda, el general Ulysses S. Grant, había alcanzado la suprema magistratura de la nación en 1869, muy en la tradición norteamericana que convierte a sus guerreros vencedores de la guerra en políticos victoriosos durante la paz.
Pero su naturaleza extravagante, caprichosa y voluble le gastó al impulsivo Custer una mala pasada. En 1866, destinado al territorio de Kansas, en donde se sucedían las revueltas de las tribus indias en plena conquista del Oeste. Una tarde, abandonó su puesto para ir a encontrarse con su esposa, de quien, a pesar de sus frecuentes andanzas con las mujeres indias, decía estar muy enamorado. Custer y Elisabeth Bacon, Libbie, se habían casado en 1864, en plena guerra. Hija de un adinerado juez de la ciudad de Monroe, en Michigan, Libbie era una mujer bella, culta y muy refinada según los biógrafos del soldado. Vivió más de 90 años y dedicó su vida, e incluso un libro, a guardar la memoria y el crédito de quien fuera su marido. Es difícil adivinar qué pudo atraer a una mujer cultivada en aquel guerrero cruel, inculto y vanidoso.

Fue juzgado meses después por un Consejo de Guerra. Su prestigio y las influencias de sus amigos le libraron de la expulsión del ejército, pero el tribunal le condenó a un año de suspensión de empleo y sueldo. Su buena estrella se apagó de golpe y sus ambiciones se truncaron.
Sin embargo, el empeoramiento de la situación en los territorios del Oeste le concedió una nueva oportunidad. A comienzos de 1868, las tribus indias recrudecieron sus ataques sobre las caravanas de colonos que iban hacia el Oeste, en represalia por las tropelías que cometían los blancos en sus tierras y por los asaltos del ejército a las aldeas indias indefensas. Sobre todo, los indios no olvidaban la masacre de Sand Creek de 1864.

En noviembre de ese año, un notable jefe cheyene, Caldera Negra, después de firmar la paz con el gobernador de Colorado, se había refugiado en la aldea de Sand Creek para pasar los meses más duros del invierno. Una partida de 700 “voluntarios de Colorado”, tropas que servían fuera del control militar, al mando del coronel Chivington, asaltaron por sorpresa la aldea cheyene. Los indios airearon banderas blancas e, incluso, Caldera Negra agitó en lo alto la enseña de Estados Unidos. Pero Chivington ordenó el ataque, siguiendo su filosofía expresada antes de partir desde Denver en busca de Caldera Negra: “Voy a matar indios y creo que es justo y honorable usar de todos los medios que Dios ha puesto a nuestro alcance para matar indios. Hay que matar a todos y cortarles las cabelleras, grandes o pequeños, porque las liendres acaban por convertirse en piojos”.

Como resultado del ataque, 105 indios murieron, de ellos solamente 28 guerreros, y el resto, mujeres, ancianos y niños. Los voluntarios de Chivington mutilaron los cadáveres y les cortaron las cabelleras, una costumbre que, contra lo que nos ha hecho creer Hollywood, no fue imitada por los blancos de los indios, sino justamente al contrario. Caldera Negra logró escapar herido de la masacre y los voluntarios fueron recibidos en Denver como héroes. En los meses siguientes, los indios asaltaron caravanas, ranchos y estaciones de diligencias, causando numerosos muertos entre los blancos. Sólo cuando las autoridades de Washington abrieron una investigación a fondo y condenaron los hechos de Sand Creek, los indios se calmaron. Pero la paz lograda en 1865 duraría poco tiempo

A comienzos de 1868, Philip Sheridan, general supremo de las tropas gubernamentales en las Grandes Praderas, decidió llamar de nuevo a filas a Custer, su antiguo subordinado en la guerra de Secesión. “Si hay algo de poesía y romanticismo en esta guerra”, cuentan que dijo Sheridan, “él lo encarnará”. Y con el grado de teniente coronel, le entregó el mando del 7º Regimiento de Caballería. Custer regresó al servicio dispuesto a recuperar cuanto antes su prestigio y su gloria pasados. La fiel Libbie le acompañó hasta su cuartel general de Kansas, en el fuerte Lincoln.
En noviembre de ese año, Custer encontró la primera ocasión para recuperar su gloria. Caldera Negra, que había pactado una nueva paz meses antes, invernaba a las orillas del río Washita. Desafiando la nieve y el frío, Custer partió con el 7º de Caballería y tomó por sorpresa a los cheyenes. Pese a las banderas blancas agitadas por los indios, atacó al son de Garry Owen, una marcha militar irlandesa que ya adoptara en la guerra civil para su regimiento de Michigan. Caldera Negra y su esposa cayeron alcanzadas por sendos disparos en la espalda. De los 103 indios que murieron, tan sólo 11 de ellos eran guerreros. En Washita, Custer reproducía la hazaña de Chivington en Sand Creek. Ambas acciones servirían de lejanos modelos al teniente William Calley, responsable de la masacre de 500 campesinos vietnamitas en May Lay el año 1968.

Muchos indios se rindieron ese invierno. Se cuenta que un jefe comanche dijo a Sheridan al entregarse: “Yo Tosawi, indio bueno”. El general le respondió: “Los únicos indios buenos que he visto en mi vida estaban muertos”. Custer, el olvidado héroe de la guerra civil, de nuevo acaparaba las portadas de los periódicos, esta vez como el héroe de las praderas.
En 1874 corrieron rumores de que había oro en las Montañas Negras, un territorio que pertenecía a los indios según los acuerdos firmados con el Gobierno de Washington. Custer fue enviado a inspeccionar el lugar, al mando de una supuesta expedición científica y de exploración, en julio de ese año y, poco después, confirmó la existencia del oro. En la primavera de 1875, miles de buscadores se desplazaron a la región. Los indios, cuyo líder era entonces el pacífico Nube Roja, protestaron ante el Gobierno y calificaron a Custer como “el jefe de todos los ladrones”. Washington ofreció a los indios comprarles el territorio por seis millones de dólares. Los indios no aceptaron y exigieron la retirada de los blancos. Los colonos blancos exigieron, a su vez, la expulsión de los “salvajes”. Y Washington ofreció a los indios reservas en otros territorios. Si no se iban, serían declarados “hostiles”, esto es: susceptibles de ser perseguidos, encarcelados o muertos.

A comienzos de 1876, la región registró la mayor concentración de indios en la historia de las guerras de las Grandes Praderas norteamericanas. Al mando de jefes como Toro Sentado, Lluvia en la Cara y Caballo Loco, decidieron ir a la guerra. Y Sheridan, como respuesta, organizó una expedición punitiva en el mes de mayo.
La estrategia consistía en enviar tres columnas sobre los territorios rebeldes: la primera, comandada por el general Crook, avanzaría desde el norte; la segunda, bajo el mando del coronel Gibbon, se desplazaría desde el este, y la tercera, desde el sur, marcharía bajo la dirección del general Terry, a cuyas órdenes estaba el 7º de Caballería de Custer.
La idea no funcionó muy bien. Hostigado por Caballo Loco, Crook desistió de seguir avanzando y se quedó atascado en Wyoming. Terry, en espera de Gibbon, ordenó adelantarse a Custer con su caballería hacia el río y el valle de Little BigHorn, en Montana, donde se concentraban los indios. Sus órdenes eran esperar allí a las tropas de infantería que viajaban con Terry para rodear a los indios y derrotarlos.
Custer llegó a Little BigHorn el 25 de junio. Había más de 7.000 indios concentrados allí. Y decidió atacar con sus 611 hombres y llevarse para él solo toda la gloria de la campaña. Comenzó a descender de las colinas hacia el valle y, en ese momento, cometió su gran error: dividió a sus tropas en tres contingentes y avanzó al mando de 225 hombres en busca de los indios. 

El jefe Caballo Loco, cuya única estrategia militar la había aprendido en la lucha de guerrillas, fue hostigando con pequeñas partidas de guerreros a la tropa de Custer, atrayéndola al corazón del valle hasta que la rodeó por completo. Y entonces comenzó su ataque masivo. Se cree que la batalla duró algo menos de una hora.
Todos los hombres de Custer murieron sin excepción. También el periodista Mark Kellogg, uno de los primeros corresponsales de guerra caídos en el ejercicio de su profesión. Los cuerpos de los soldados fueron desnudados después, a todos se les cortó la cabellera y muchos estaban destripados cuando los encontró Terry unos días más tarde. Nadie sabe cómo murió Custer, porque no hubo supervivientes para contarlo. Pero según relatos posteriores de algunos indios que participaron en la batalla, cayó valientemente. Su cadáver, se dice, tenía dos balazos: uno en el pecho y otro en el cuello. Mujeres indias le habían taladrado los oídos después de muerto para que Cabellos Largos no pudiera escuchar nada en el otro mundo.

En los años siguientes, las praderas quedaron pacificadas. Caballo Loco fue asesinado a bayonetazos cuatro años después, y Toro Sentado buscó refugio en Canadá, en donde su tribu pereció casi por completo. A Custer le alzaron un monumento en el lugar del combate, donde fue enterrado junto a sus soldados. Todos los años, el día 25 de junio se celebra allí una representación de la batalla, en la que participan grupos de indios y de blancos vestidos a la usanza de la época




El 7º Regimiento de Caballería (en inglés: 7th Cavalry Regiment) es un regimiento de caballería del Ejército de los Estados Unidos. Su apodo oficial es Garryowen, el cual hace referencia a una canción irlandesa del mismo nombre.








George Armstrong Custer (New Rumley, Ohio, 5 de diciembre de 1839 - Little Big Horn, Montana, 25 de junio de 1876) fue un oficial de caballería del Ejército de los Estados Unidos que participó en la Guerra de Secesión y en las Guerras Indias. Aunque durante toda su vida tuvo varios motes más, era conocido por los cheyenne como Tsêhe'êsta'éhe o Háa'êsta'éhe, "el de los cabellos largos", a causa de su melena de color pajizo. Fue un militar orgulloso y considerado por sus detractores como un buscaglorias. Sin embargo, los soldados que lo tuvieron como comandante lo consideraban un gran líder, llegando a ser un héroe.
Su fama le venía impuesta por ser realmente un militar a quien le gustaba muy poco obedecer órdenes. El 25 de junio de 1876 murió junto a 210 de sus hombres del famoso 7.º Regimiento de Caballería en la batalla de Little Big Horn, que lo enfrentó a las tribus comandadas por el jefe indio Caballo Loco.

Guerras Indias es el nombre empleado normalmente en los Estados Unidos de América para referirse al conjunto de conflictos y guerras menores entre dicho país y los distintos pueblos amerindios (o nativos americanos). También se suelen incluir las guerras entre los colonos de América del Norte y los nativos americanos que llevaron a la creación de los Estados Unidos.


Estas guerras, que se extienden desde los tiempos coloniales hasta la Masacre de Wounded Knee  y el establecimiento definitivo de la frontera de EE.UU. en 1890, en general se resolvieron con la conquista de los pueblos amerindios y su asimilación cultural o su localización forzosa en reservas. Según una estimación de 1894 hecha por la Oficina del Censo de los Estados Unidos, se calcula que los más de 40 años en total de guerras transcurridas entre 1775 y 1890 supusieron la muerte de 45.000 indios defensores de sus territorios ancestrales y 19.000 blancos invasores. La estimación incluye mujeres y niños en ambos bandos, ya que era habitual la muerte de no combatientes en las masacres fronterizas que representaron un claro ejemplo histórico de limpieza étnica.

Los cheyenne son una nación de nativos norteamericanos que habitan las Grandes Llanuras de los Estados Unidos. La nación Cheyenne está compuesta por dos tribus, los Sotaeo'o [sin una traducción clara] y los Tsitsistas. El nombre Cheyenne deriva de una palabra Lengua sioux que significa 'Pequeño Cree.
Antes de ser internados en reservas, los cheyenne eran aliados de los arapahoe y los lakota (sioux). La nación cheyenne comprendía diez grupos que se extendían por todas las grandes praderas, desde el sur de Colorado a las Black Hills en Dakota del Sur. Hacia mediados del siglo XVIII los grupos empezaron a separarse, algunos permanecieron cerca de las Black Hills, mientras que otras permanecieron cerca del río Platte en el centro de Colorado.
En la actualidad, los cheyenne del norte viven al sureste de Montana, en una reserva propia. Los cheyenne del sur, junto con los arapaho del sur, viven en el centro de Oklahoma. Su población total combinada es de unas 20.000 personas.

Tatanka Iyotanka, más conocido como Toro Sentado (en inglés Sitting Bull, en Lakhota: Tȟatȟaŋka Iyotȟaŋka, Grand River, Estados Unidos; ca. 1831 – ibídem, 15 de diciembre de 1890) fue un jefe indio norteamericano de la tribu de los sioux hunkpapa. Vivió entre los años 1831 y 1890.
Toro Sentado se hizo famoso al conducir 3.500 indios sioux y cheyenne contra el Séptimo de Caballería, que estaba bajo las órdenes del General George Armstrong Custer, en la batalla de Little Big Horn el 25 de junio de 1876, en la que los estadounidenses resultaron derrotados.
Perseguido por el ejército estadounidense, Toro Sentado llevó a sus hombres a Canadá, donde permanecieron hasta 1881. En este año regresó con su tribu a Estados Unidos para que su gente se entregase y con ello terminasen los enfrentamientos. El propio Toro Sentado había sido amnistiado y el ejército lo respetó.
En los años siguientes Toro Sentado formó parte del espectáculo de Buffalo Bill.
Cuando ya fue mayor, Toro Sentado se sintió atraído por unas danzas indias de carácter místico, cuya ejecución buscaba expulsar al hombre blanco de las tierras de los indios. El gobierno estadounidense vio en estas danzas una amenaza y envió en una ocasión policías indios para detener al antiguo jefe. En el alboroto que se originó, Toro Sentado y también su hijo resultaron muertos.
En sioux, Tatanka Iyotanka significa «Bisonte Macho Sentado». El nombre de Toro Sentado llegó al español a través de la traducción del apelativo que se le dio en inglés, Sitting Bull, puesto que bull, además de significar toro, se utiliza para denominar a los machos de animales similares a los vacunos, como los bisontes.

La Batalla de Little Big Horn tuvo lugar el 25 y 26 de junio de 1876, en Little Big Horn, territorio de Montana (Estados Unidos de América) siendo esta una de la muchas batallas de la Guerra de Black Hills entre soldados del 7º Regimiento de Caballería comandado por el Teniente Coronel George Armstrong Custer y varias tribus indígenas bajo el mando del gran jefe sioux Tasunka Witko, llamado también Caballo Loco.
Se trató de una de las mayores derrotas del Ejército de los Estados Unidos durante las llamadas «Guerras Indias».

Los siouxes, también llamados dakotas, nakotas y lakotas, son una tribu de nativos americanos asentados en los territorios de lo que ahora son los Estados Unidos. Los siouxes eran uno de los tres grupos de siete tribus que formaban la Gran Nación Sioux que hablaban tres variedades lingüísticas de la lengua sioux, que incluía el lakota, santee y yankton-yanktonai.
El nombre sioux es una forma abreviada de «Nadouessioux», que fue tomada al francés canadiense como «Nadoüessioüak» a partir de un exónimo anterior de la tribu ojibwe, «na·towe·ssiwak», «sioux».

Los siouxes también han sido llamados dakotas por parte de antropólogos y el gobierno estadounidense en parte debido a que durante un tiempo se pensó que el término "sioux" tenía implicaciones peyorativas (se dijo que venía de serpiente en el idioma de los ottawa aunque investigaciones posteriores han descartado esta posibilidad).

Tasunka Witko (pronunciado tashúnka uitko. Literalmente "Su-Caballo-es-Loco") (en lengua sioux) o Caballo Loco (en su traducción del inglés Crazy Horse), (4 de diciembre de 1840 (la fecha exacta no es segura) – 5 de septiembre de 1877) era el jefe de los Sioux Oglala, una tribu indígena de América notable por el valor de sus guerreros en las batallas. Reconocido por su propio pueblo como un dirigente visionario comprometido con la preservación de las tradiciones y los valores sioux, indujo a su pueblo a una guerra contra los blancos para recuperar sus tierras. Su nombre, Caballo Loco, le fue dado por soñar con un caballo salvaje.
Cuando los colonos y el ejército de Estados Unidos se lanzaron a la invasión del territorio indígena en las llanuras centrales, Caballo Loco, junto con Toro Sentado y Nube Roja, formó una alianza con otros pueblos nativos para combatir a los blancos. Dotado de gran capacidad táctica y destreza en el combate, infligió una dura derrota a los soldados estadounidenses en la denominada masacre de Fetterman (1866). La presión de los colonos (buscadores de oro, cazadores de búfalos) y los constantes enfrentamientos que provocaban con los indígenas, indujeron al Gobierno de Estados Unidos a firmar un tratado de paz (Tratado del fuerte Laramie en 1868), por el que asignaba a lakotas y cheyennes terrenos propios bajo su jurisdicción autónoma. Sin embargo, Caballo Loco no aceptó el acuerdo, marchando con su pueblo fuera de la gran reserva sioux fijada por el Gobierno.

Para someter a este y otros pueblos situados fuera de los límites, el Gobierno emprendió una amplia campaña militar en 1876, en la que se produjeron las victorias indígenas de Rosebud River y Little Big Horn (1876), en la que moriría el famoso general Custer. La presión del ejército estadounidense obligó a Caballo Loco a rendirse, siendo confinado en Fort Robinson. A las pocas semanas, el 5 de septiembre de 1877, murió asesinado a bayonetazos.






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