miércoles, 27 de abril de 2011

Diversas versiones, para saber donde esta la cripta de Alejandro Magno


Diversas versiones, para saber donde esta la cripta de Alejandro Magno
el mausoleo de alejandro magno

mezquita de Nabi Daniel 
Dónde está Alejandro? ¿Bajo la cripta de la mezquita de Nabi Daniel en Alejandría? ¿Oculto entre las millares de momias doradas del oasis de Bahariya? ¿Desmenuzado en mil reliquias y amuletos de la antigüedad? Se ignora el paradero del cuerpo y la tumba del que fuera el mayor conquistador del mundo. Desde que murió y fue embalsamado en Babilonia en el 323 antes de Cristo hasta que en 2002 un extravagante experto aeroespacial, Andrew Chugg, propuso que Alejandro yacía bajo el altar mayor de la basílica de San Marcos en Venecia , pasando por 1995, cuando la dudosa arqueóloga griega Liana Souvaltzi anunciara el hallazgo de su sepulcro en el oasis de Siwa -no era verdad: fue una de las grandes decepciones de la arqueología-, la historia de los restos del rey macedonio y el monumento destinado a contenerlos, el Soma, está envuelta en maravilla, misterio y leyenda. Incluso Hamlet especuló sobre el tema.

arqueólogos
Cientos de arqueólogos, aventureros, aficionados, charlatanes, fanáticos, visionarios y saqueadores han buscado la tumba de Alejandro Magno, el legendario soma, cuyo paradero exacto es uno de los grandes misterios de la historia. Entre los que han rastreado infructuosamente el sepulcro del gran macedonio figuran desde el mismísimo Schliemann, descubridor de Troya, hasta el inclasificable Stelios Komoutsos, camarero del café alejandrino Elite, que desde 1956 hasta su muerte en 1991 buscó apasionadamente la tumba basándose en un espurio libro secreto que tenía en su poder (poco antes de fallecer trató de venderlo a cambio de un pequeño vitalicio y un Mercedes: nadie le hizo caso).

alejandro
Algunos afirmaron haberla encontrado: Ambrose Schilizzi, dragomán del consulado ruso en Alejandría y guía en sus ratos libres, dejó el cautivador relato de cómo avizoró tras una puerta carcomida en los subterráneos de la mezquita de Nabi Daniel en Alejandría -una de las ubicaciones que se han señalado como probables- el cuerpo de un hombre sentado en un trono dentro de una urna de cristal: llevaba una corona de oro y lo rodeaban rollos de papiro... ¿Cómo no soñar con imagen semejante?: Alejandro, dormido intacto bajo la gran urbe de la antigüedad a la que dio su nombre, circundado de tesoros y de secretos.
La tumba de Alejandro Magno es el lugar en el que estaría enterrado Alejandro III de Macedonia, hijo de Filipo II de Macedonia y apodado el grande (Magno), que murió en Babilonia en junio de 323 a. C.


El paradero de la tumba se desconoce, y es considerado otro Santo Grial de la arqueología moderna: el cadáver del general macedonio, tan necesario para especificar las circunstancias de su temprana muerte a punto de cumplir los 33 años, no se ha encontrado aún, y puede que esté perdido para siempre


imperio
En la primavera del 323 a. C., Alejandro Magno gobernaba un imperio que se extendía desde el Danubio en Europa hasta los picos nevados del Himalaya en el norte de la India. Durante este período visitó la capital del Imperio, la metrópolis de Babilonia cerca del Éufrates. A mediados de mayo condujo una pequeña flota por los pantanos hacia el oeste de la ciudad para intentar mejorar el sistema de canales, que distribuía el agua del río a las urbes. Ya hacía un calor insoportable, y por tanto hordas de mosquitos irritaron a la expedición.
Una vez de vuelta en Babilonia, en la última semana de mayo, Alejandro realizó los últimos preparativos de una expedición para navegar rodeando Arabia con una flota de mil barcos. El día 30 conmemoró el éxito del viaje de su almirante Nearco desde la India a principios del pasado año. El 31 de mayo, en una fiesta nocturna que celebró su compañero Medio, Alejandro se desmayó al sentir unos punzantes dolores en la espina dorsal y en las articulaciones. Fue conducido al aseo real, donde durmió junto a la piscina, porque ya tenía fiebre.


muerte de alejandro
En la siguiente semana el rey tuvo golpes de fiebre recurrentes por las noches, pero éstos solían bajar súbitamente por el día, permitiéndole que siguiera planeando esa inminente expedición a Arabia. Pero los episodios de fiebre pronto se volvieron más intensos, y la fecha de salida de la expedición se acercaba cada vez más. El 5 de junio la fiebre persistió también durante el día, aunque era más intensa por la noche. El 7 de junio hubo un rápido deterioro en el estado de Alejandro. Por primera vez se vio claro que estaba en peligro. Ordenó a sus oficiales que se reunieran en el patio del palacio, mientras aquellos de menor rango tuvieron que esperar tras las puertas. El 9 de junio ya circulaban rumores entre las tropas de que Alejandro había muerto. Pidieron desesperadamente la entrada al palacio, donde los hetairoi no tuvieron más remedio que dejarles pasar a ver a Alejandro en su lecho. Los saludó con sus ojos, porque ya había perdido la voz. Quizá aún podía emitir un débil susurro, porque se dice que pidió que su cuerpo fuera trasladado al dios Amón en Egipto. Le dio su anillo de regente a Pérdicas, su comandante de caballería y guardaespaldas. Sus compañeros le preguntaron: “¿A quién legas tu reino?”, y él respondió a duras penas: “Al más fuerte”, añadiendo que ya preveía sus grandiosos juegos funerarios. Cuando, finalmente, Pérdicas le preguntó cuándo quería que se le ofrecieran esos honores divinos, él contestó: “Cuando seáis felices”. Éstas fueron las últimas palabras del rey.


Un grupo de hetairoi estuvo toda una noche sin dormir para realizar una petición en el templo del dios Toro de la ciudad, pero el oráculo les negó su sugerencia: que el cuerpo de Alejandro fuera trasladado dentro de estas sagradas murallas. Al día siguiente, casi al caer la noche del día 10 de junio del 323 a. C. según el calendario juliano, se declaró la muerte “oficial” de Alejandro. Esta noticia probablemente se difundió despacio, pero era conocida por casi todos al día siguiente, y esto resultó en lloros y lamentos por toda la ciudad. 


cortejo 
 La plebe se hundió en una profunda pena, pero ya se estaba gestando una maliciosa disputa entre los contingentes de caballería e infantería del ejército. Incluso hubo peleas en el palacio. Mientras tanto el cuerpo de Alejandro se mantenía curiosamente fresco y con aspecto de estar vivo a pesar del agobiante calor por al menos unos cuantos días más, lo que puede indicar un profundo coma terminal.


Andrew Chugg
Los síntomas y sus consecuencias coinciden de forma sorprendente con los de la malaria, que pudo haber contraído de las picaduras de los mosquitos de los pantanos. Aunque meses más tarde surgió el rumor de que pudo ser envenenado, según Andrew Chugg la fiebre intermitente que tuvo durante casi dos semanas terminando en coma nos indica que este argumento es muy inconsistente. De todas formas, no se puede hacer una hipótesis definitiva sin analizar los restos de Alejandro.




Ptolomeo
De hecho, lo que se sabe históricamente sobre el cuerpo de Alejandro es que tras su momificación en Babilonia fue enviado en un gran carro ceremonial hacia Macedonia. En el camino el regio cargamento fue interceptado por Ptolomeo, uno de sus generales, que se había apropiado de Egipto, y llevado al país del Nilo como un valioso instrumento simbólico de legitimación. Ptolomeo, recapitula Saunders, instaló el cuerpo en Menfis mientras le preparaba una tumba a su altura en Alejandría, la gran capital que debía potenciar Alejandro con su presencia post mortem. De la morada funeraria que Alejandro tuvo en Menfis, durante unos veinte años, no se sabe absolutamente nada. Así que ahí hay un primer enigma arqueológico: es posible que estuviera en el área de Saqqara, quizá en conexión con el Serapeum. El momento exacto del traslado del cuerpo de Alejandro a Alejandría en su sarcófago de oro no está claro. Saunders especula con que pudo haber sido el hijo y sucesor de Ptolomeo, Filadelfo, quien se encargara de ello. En el 274 antes de Cristo, Alejandro ya estaba en Alejandría. Su estancia allí duraría siglos, casi toda la antigüedad, y lo más seguro es que el rey (o lo que quede de él) siga aún en la ciudad. 


 historiador Estrabón
 Pero parece ser que no estuvo siempre en el mismo lugar de la metrópolis. Saunders apunta que hubo otro traslado urbano, desde una primera tumba, solitaria, a otra más monumental que estaría en conexión con las de los reyes de la dinastía ptolemaica que se enterrarían en la misma área del mausoleo de Alejandro. El historiador Estrabón, que visitó la ciudad en el 30 antes de Cristo, señala que el Soma, "que tiene un recinto donde están las tumbas de los reyes y la de Alejandro", estaba en el distrito de los Palacios reales, al norte de la ciudad. "Ésta era", apunta Saunders, "la segunda y la más famosa de las tumbas de Alejandro Magno en Alejandría".




Silsileh
Hoy esa zona corresponde al promontorio Silsileh, pero una parte del área antigua quedó bajo el agua con la elevación del nivel del mar y otra fue arrasada en el siglo XIX al construirse el malecón, la Corniche alejandrina. Ni de la primera tumba ni del gran mausoleo definitivo de Alejandro, que debió ser espectacular, se ha encontrado -aquí hemos de añadir un esperanzado "aún"- ningún resto. Tampoco ha quedado, y esto es muy extraño, representación alguna. Así que, aunque Saunders rastrea cómo pudo ser la tumba, la verdad es que no tenemos ni idea de su aspecto, todo son especulaciones.








Julio César
La tumba de Alejandro fue uno de los lugares más célebres de la antigüedad, un punto caliente del turismo grecorromano, y, entre el 300 antes de Cristo y el 400 de nuestra era, la visitaron todos los famosos de la época. Sabemos que entre ellos se contaron Julio César y Octavio Augusto, que le colocó una corona de oro a la momia del conquistador -y le rompió la nariz accidentalmente al besarla: siempre se pone uno nervioso al besar a una momia-. El rey por lo visto ya no descansaba en su sarcófago original de oro, sustituido por Ptolomeo X por otro más baratito de alabastro o cristal de roca. Tampoco poseía sus ornamentos áureos, de los que lo había despojado Cleopatra para reclutar más tropas tras la derrota de Actium. Visitantes posteriores fueron Calígula, que le quitó la coraza a Alejandro y seguramente a Adriano. Septimio Severo hizo cerrar a inicios del siglo III la tumba, que por entonces parece que estaba en conexión con algunos rituales secretos preocupantes.


sarcofago
Las luchas entre paganos y cristianos que devastaron Alejandría entierran definitivamente el Soma en la oscuridad del olvido y la rumorología. Saunders ofrece la muy sugerente teoría de que la tumba de Jesucristo en Jerusalén, hallada en el siglo IV, fue un oportuno contrapeso a la de Alejandro, símbolo del paganismo.
Restos de cualquiera de las tumbas de Alejandro, incluida la más importante, el Soma, perdida en el palimsesto que es Alejandría, pueden aparecer cualquier día. No hay que hacerse muchas ilusiones acerca de su estado. La momia, más frágil, lo tiene aún peor. Puede haber sido escondida por paganos en algún lugar secreto o haber sido destruida en cualquiera de las violentas vicisitudes -humanas y geográficas- de Alejandría . Saunders propone que pudo tener un final digno del cosmopolita Alejandro: troceada y convertida en millares de amuletos desperdigados por todo el ancho mundo que una vez el joven y heroico macedonio conquistó.


Otra de las versiones es , que


ciudad griega de Ege
Al fallecer, posiblemente de fiebres tifoideas o de un colapso hepático en Agosto del año 323 a .C. muchos se disputaron el lugar de su inhumación. Tras dos largos años de disputas se preparó una deslumbrante carroza funeraria para trasladarlo a la ciudad griega de Ege (Macedonia) aunque muchos eran los que presionaban para trasladarlo a Babilonia. Entre tanto, el cuerpo de Alejandro se mantuvo conservado gracias que fue sumergido durante ese tiempo en miel. 




Siwa
Alejandro Magno expresó en vida su expreso deseo de ser enterrado en Alejandría o en Siwa , una ciudad egipcia situada al noroeste del país a corta distancia de la famosa ciudad -durante la II ª. Guerra Mundial- de El Alamein. Cuando todo estaba dispuesto para su traslado a Macedonia, Tolomeo, gobernador de Egipto y amigo íntimo de Alejandro atacó la comitiva y se apoderó del cadáver de su rey dispuesto a hacer cumplir su última voluntad y deseo sobre el lugar de su enterramiento.

Tolomeo
 Tolomeo envió primero el cadáver a Menfis donde el rey fue enterrado según la costumbre macedonia (Pausanias) y posteriormente fue trasladado a la ciudad de Alejandría al sector real. Fue el geógrafo griego Estrabón quién visitó su tumba hacia los años 24 y 20 a .C. durante una estancia en Egipto. Estrabón la describió como un mausoleo en el interior de un recinto sagrado en el que también estaban los restos de los Tolomeos según decisión de Tolomeo IV. Tolomeo X cometió el primer "sacrilegio" al sustituir el sarcófago de oro por otro no menos valioso que según su traducción era de vidrio, aunque podríamos interpretarlo como de alabastro. Tal era la veneración y respeto que se sentía hacía la figura del emperador que también se inclinaron ante su tumba emperadores romanos como Augusto -que causó daños en la nariz al depositar una corona de flores-, Calígula -que sustituyó la coraza de Alejandro por la suya imperial pese lo que no le salvó de su merecido final... - y otros muchos emperadores.

Séptimo Severo
El último en visitar la alejandrina tumba fue el emperador romano Séptimo Severo -otro gran estratega y gran militar que antes de ser emperador había conocido la dureza de la batalla debido a su grado de general- que en el siglo III d.C. selló la tumba para que nadie turbase más el descanso de Alejandro "El Grande". Así pues parece evidente que el lugar del último descanso de Alejandro hemos de encontrarlo en tierras egipcias y más concretamente en la ciudad por él fundada.

La decisión de Séptimo Severo sirvió para olvidar los restos del emperador, todo ello unido a la situación del país hizo que el lugar donde se ubicaba su tumba fuera totalmente desconocido hacia el siglo IV d.C. Se fabuló mucho sobre los supuestos tesoros que acompañaban al rey en su última morada y durante mucho tiempo se consideró un lugar en Alejandría llamado Kom ed Dick -una colina artificial en el centro de la ciudad- como el lugar de su tumba. Años después se localizó en la iglesia de San Anastasio un sarcófago de piedra verde con inscripciones. Cuando Napoleón -otro gran general y emperador- entró en Egipto en 1798 se apoderó de la pieza funeraria así como de otras extrañas y curiosas reliquias...pero eso ya es otra historia. Posteriormente los ingleses se adueñaron del sarcófago y fue trasladado al British Museum pero cuando Champollion encontró la piedra roseta y se descifró sus jeroglíficos se descubrió que pertenecía al faraón Amirteo de la XXVIII dinastía.
Achille Adriani 

A principio del siglo XX, el arqueólogo francés Breccia encontró en el barrio latino de Alejandría un olvidado mausoleo en ruinas .Construido en grandes bloques de alabastro, de tal forma que se pensó que podría tratarse del Nemeseion , sepulcro construido por César para custodiar la cabeza de Pompeyo, decapitado por el hermano de Cleopatra.
Fue en los años 30 el arqueólogo Achille Adriani que observó el importante hallazgo ante el que se encontraban, un sepulcro demasiado cuidado y trabajado como para ser sólo el custodio de la cabeza de Pompeyo.

 Era una gran cámara de alabastro por su cara interna pulido como espejos y bastos exteriormente. Era sin dudas una tumba siguiendo el estilo macedonia y que por su riqueza debía albergar un personaje de excepcional interés. Además de todo ello el monumento funerario daba la impresión de haber estado cubierto de arena y tierra en épocas pasadas verificando el estructus mons o colina artificial donde el poeta Lucano decía que estaban enterrado los restos de Alejandro Magno. Muy posiblemente estemos ante la fina de la leyenda de la tumba del gran estratega. Su suntuosidad, el estilo, las cámaras e incluso la que -posiblemente- contenga la momia del emperador nos hacen pensar en el final de esta bonita historia. A todo ello ayudan los testimonios de testigos que dicen haber visto al emperador como el conserje del consulado ruso Ambroise Schilizzi quién tras penetrar en los subterráneos de la mezquita de Nabi Daniel (San Atanasio) cerca de Kom ed-Dick dijo haber visto una jaula de vidrio (yalinos= vítreo o alabastrino) con los resto de un hombre con una corona de oro en su cabeza...o el griego Joannidis quién reveló haber encontrado la tumba de Alejandro a 12 metros de profundidad en aquella misma zona de Alejandría. Stelio Kamutsos realizó una intentona de excavación en la zona pero los resultado fueron infructuosos, las pistas de la excavación las dio un libro donde se ubicaba de forma aproximada el lugar del enterramiento.

Hay voces discrepantes a toda esta singular historia en torno a los restos del rey macedonio, Helena Souvaltzi anunció haberla encontrado en el oasis de Siwa (Egipto). Alejandro recibió allí su investidura divina y expresó su deseo de ser enterrado allí pero las pruebas encontradas hacen descartar esta posibilidad.
Zahi Awass

En la actualidad el arqueólogo egipcio Zahi Awass continúa la excavación pese a los problemas gubernamentales y económicos que rodean a la excavación. El final de la historia y leyenda de la Tumba de Alejandro Magno, "El Grande" se halla cerca de su final, quizás aquellos que tratan de encontrar en ella un inmenso y fabuloso tesoro no se han dado cuenta aún que el verdadero tesoro es en sí el lugar donde reposan los restos del más grande de los militares de la antigüedad

Augusto
En Egipto, la mayoría de expertos coincide en que la codiciada cripta se encontraría en algún lugar de la actual ciudad de Alejandría, metrópolis que heredó el nombre del célebre conquistador que la convirtió en el año 331 a.C. en el centro político, económico y cultural del mundo antiguo. "Los emperadores romanos Julio Cesar, Caracalla y Augusto, entre otros, visitaron Alejandría para contemplar su momia", explicó a EFE el ex director del Museo Grecorromano de Alejandría, el arqueólogo Ahmed Abdel Fatah. "Hasta la época romana, su cuerpo aún reposaba en una tumba situada en el cementerio de la realeza ptolomea, en un sarcófago de cristal, en el que fue puesto por el rey Ptolomeo XI después de robar el ataúd de oro para poder pagar los salarios a sus soldados", precisó Fatah.
dios faraónico Amon

Sin embargo, hay manuscritos históricos que indican que Alejandro pidió ser sepultado en el templo del dios faraónico Amon (entonces famoso por su oráculo), en el oasis de Siwa, en el desierto egipcio del Oeste, próximo a la frontera libia.
Finalmente, otros historiadores sostienen que el héroe macedonio pudo haber sido inhumado en Menfis -la capital del Imperio Antiguo faraónico, que estuvo situada a unos 22 kilómetros al suroeste de El Cairo-, dado que los dioses de esa metrópolis eran de más alto rango que Amon. 

Alejandría
El ex jefe del Consejo Supremo de Antigüedades (CSA) Abdel Halim Nuredin asegura por su parte que el mausoleo estuvo primero en Alejandría y, probablemente, fue trasladado a Menfis, después a Siwa, y, finalmente, retornó a Alejandría.
"Creo que su cripta está en algún lugar del cementerio latino de Alejandría", afirmó Nuredin, que tampoco descartó la posibilidad de que se encuentre en Siwa.
Mientras que Fatah cree que la tumba debería buscarse en la zona de la intersección de las dos principales avenidas de Alejandría, en la plaza de Az Zoma, y, quizá, entre un lugar conocido como Tel Kom El Deka y la mezquita del Profeta Daniel.
Precisamente algunos arqueólogos buscaron sin éxito durante el siglo ** el mausoleo en los subterráneos de la mezquita de Daniel.
El descubrimiento de la legendaria cripta seguirá siendo uno de los principales desafíos para la arqueología, al menos en Alejandría, debido a que los lugares en que podría hallarse se encuentran en el subsuelo de los más importantes edificios de la urbe.
"No podemos demoler esas construcciones para realizar excavaciones. Deberemos esperar a que alguna de ellas se desplome", concluyó Fatah, que en todo caso cree que la tumba también debería buscarse en el templo de Amon de Siwa.

En ese mismo templo se registró hace diez años el último anuncio del hallazgo del mausoleo, cuando un equipo de arqueólogos encabezados por la experta griega Iliana Sulavetzi aseguró que lo había encontrado. El revuelo que causó el anuncio en el mundillo arqueológico llevó al gobierno egipcio a una decisión paradójica: revocó el permiso de excavación de la griega, clausuró la misión y nunca ha podido saberse cuánto había de verdad en sus afirmaciones.

 Schliemann
En la aventura de la búsqueda, digna de Indiana Jones, han figurado arqueólogos notables, incluso Schliemann, el descubridor de Troya (al que no le dieron permiso para excavar bajo la mezquita de Nabi Daniel), y Howard Carter, el que halló la tumba de Tutankamón, que presumió ante Farouk de que sabía el paradero de la del rey macedonio. Y también, en gran cantidad, impostores, visionarios y locos pintorescos ("los tontos de Alejandro"). Entre estos últimos, el camarero griego Stelios Koumatsos, que a lo largo de treinta años, desde 1950, se las apañó para excavar por toda Alejandría, a menudo clandestinamente, y dijo haber entrevisto en un pasadizo subterráneo, por un agujero, un ataúd de cristal con el nombre de Alejandro. Emulaba así a ilustres y no menos estrafalarios predecesores como Alexéi Ramonsky, funcionario de la Embajada rusa de Alejandría, que aseguró en 1898 haberse topado en las bóvedas bajo la mezquita de Nabi Daniel con un bloque de alabastro negro que aguantaba una polvorienta urna de cristal dentro de la que había una figura momificada sentada en un trono. En 1979 se registró incluso una expedición de videntes a Alejandría en busca del paradero de Alejandro
Alejandro
indiana jones


Hasta Indiana Jones esta buscando la tumba de Alejandro

 

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