domingo, 19 de diciembre de 2010

primera maleta,


Corría el año  2006 y me cambiaron de lugar de trabajo, me reubicaron, en el barrio de constitución, en una droguería,
Un día de diciembre de ese año, como en ese lugar yo podía escuchar la radio, me quede sorprendido, por escuchar a Jorge Halperìn,  su programa la siesta inolvidable, siempre esperaba su sección , de aquí mi homenaje y sus maletas,
Jorge Halperin





Numancia,

Corre el año  153 A.C, Numancia es el nombre de una desaparecida población celtibera, (hoy da origen a la ciudad de Soria) estaba situada en el Cerro de la Muela.
Tiene el primer conflicto grave con Roma, al dejar entrar en la ciudad a unos fugitivos de la tribu de los bellos procedentes de la ciudad de Segeda(hoy seria Zaragoza) Los numantinos, al mando de Caro de Segeda, consiguen derrotar a un ejército de 30.000 hombres mandados por el cónsul Quinto Fulvio Nobilor,  pero hubo que lamentar que su jefe, Caro, muriera en la batalla.



Numancia_Alejo de Vera_Estaca



Luego de varios años de idas y vueltas, el senado romano, nombra a su mejor soldado, para esta misión,  este seria   Publio Cornelio Escipiòn el Africano,  Escipión marchó a la Península con 4.000 voluntarios, tropas mercenarias de otras ciudades y de otros reyes, escribe Apiano, que voluntariamente se le ofrecieron por conveniencia propia. Además, con personas escogidas y fieles formó la llamada "cohorte de los amigos".

Escipión comenzó, al llegar a la península, por someter al ejército allí desplegado a un durísimo entrenamiento,
Escipión Emiliano se puso a trabajar en "el asunto Numancia". Hizo saber a todos los pueblos hispanos que aquella campaña sería la definitiva y que cualquier pueblo que auxiliara a los sublevados sería exterminado. Si eso lo hubiera dicho cualquiera de los anteriores generales romanos la gente se hubiera reído, pero el que lo decía era nada más y nada menos que el hombre que había destruido Cartago hasta los cimientos sembrando el páramo a que la más bella ciudad del mundo había quedado reducido con sal. El recuerdo de Cartago y de Corinto oprimía los corazones de todo el mundo conocido y su eco llegaba claro y nítido a España. Una vez convertido aquel ejército en una maquinaria asombrosamente eficaz. Al frente de 60.000 hombres, Escipión Emiliano comenzó la marcha desde Ampurias hasta Numancia. Las poblaciones observaban sobrecogidas aquel gigantesco despliegue de fuerza jamás visto hasta entonces en España. Un gigantesco convoy de suministros que se extendía a lo largo de decenas de kilómetros llevaba las piezas de asedio desmontadas: torres, catapultas, ballestas y escorpiones. Escipión Emiliano rodeó Numancia por el norte y recorrió toda la zona alrededor mostrando a los hispanos cuáles eran sus poderes. Pero aún más que aquella impresionante maquinaria desplegada, era su propia persona la que hacía estremecerse a los sencillos pobladores de aquellas tierras. Numancia estaba condenada.
Y los numantinos lo sabían. Pero aquel sencillo pueblo, solo, sin posibilidad alguna de escapatoria ni la más remota de triunfo, decidió luchar.

El relato del asedio pone los pelos de punta. Los historiadores romanos no pueden dejar de dar constancia de su admiración por aquellos 10.000 hombres, mujeres y niños que resistieron hasta el final encerrados entre las titánicas fortificaciones romanas. Cuando las provisiones acumuladas se habían agotado, un numantino, un héroe llamado Retógenes, al mando de un equipo de descubierta, salió de la ciudad y, consiguiendo franquear las líneas de asedio romanas, llegar hasta la población vecina de Lutia donde pidieron auxilio. 400 jóvenes se les unieron, pero Escipión Emiliano, enterado por sus espías, llegó a Lutia y capturó a aquellos valientes a los que castigó amputando ambas manos.
Mientras, en Numancia, las mujeres cocían pieles para alimentar a la población, pero las deficiencias sanitarias hicieron aparecer la tan temible peste que se extendió rápidamente cebándose en los extenuados defensores. Cuando no quedaba ya nada para engañar el hambre los numantinos se comieron a los cadáveres y cuando ya la mayoría de los habitantes habían muerto de hambre o por enfermedades decidieron votar cuál sería su fin. Aquella asamblea de espectros vivientes se reunió por última vez para decidir democráticamente qué hacer. Y se decidió que cada uno era libre de hacer lo que quisiera.
Al mediodía, desde las líneas romanas se vio a Numancia arder convertida en una gigantesca pira. Los numantinos habían escogido libremente su destino... último acto de Libertad de aquellos cuyo recuerdo nos hace grandes, nos hace fuertes... y nos hace LIBRES.
Con apenas fuerzas en sus castigados cuerpos reducidos a hueso y pellejo, los numantinos se dan muerte arrojándose a las llamas, lanzándose desde las murallas al acantilado o clavándose su espada. Los romanos contemplan atónitos aquella gigantesca pira alzándose, llevando lejos de su alcance las almas de aquellos héroes que han conseguido convertir aquella batalla desesperada en una Victoria Eterna. Numancia, eterna, le ha robado su victoria al invasor despiadado.
Cuando los romanos entran en la ciudad humeante apenas pueden creer lo que ven. Tan sólo unos pocos cientos de numantinos no han querido o no han podido escapar a la derrota y aguardan tumbados en el suelo, sin fuerzas ni para levantarse. Escipión Emiliano tiene grandes problemas para escoger a los cincuenta cautivos que le seguirán encadenados a su carro el día de su Triunfo en Roma.

Ser libre es ser auténtico, coherente, fiel a lo que cada uno debe ser.

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