sábado, 17 de diciembre de 2011

El tambor instrumentos de los dioses,


El tambor instrumentos de los dioses,



La historia del tambor comienza casi con la aparición misma de la civilización humana. Está claro que tiene algo de primitivo esto de tocar el tambor... sin ir más lejos, los monos son grandes percusionistas. 
Un tambor es un instrumento de percusión membranófonos que consta de una caja de resonancia, generalmente de forma cilíndrica, y una (o dos) membranas, llamada parche, que cubre la abertura de la caja.

El origen del término castellano "tambor" procede del persa tabir, sufriendo modificaciones del árabe, llamándose Tabl, Tbal, Tbel, 
 La tabla (o tabl, tabla) (Hindi: तबला, Tamil: தபேலா, bengalí:  Nepal: तबला, Urdu: طبلہ, árabe: طبل, طبلة) es un instrumento popular de percusión utilizados en la música india clásica indostánica y populares y la música devocional del subcontinente indio. El instrumento consta de un par de tambores de tamaños contrastantes y timbres. La tabla término se deriva de una palabra árabe, tabl, que simplemente significa "tambor".

Introduciéndose en España con el nombre de Tabal; según la definición de la Real Academia Española de la Lengua (RAE) la palabra "tambor", quizá del ár. hisp. *tabbūl, hipocorístico del tabál) se define como instrumento musical de percusión, de madera o metal, de forma cilíndrica, hueco, cubierto por sus dos bases con piel estirada, que se toca con dos palillos, otras formas antiguas castellanas son las de atambor y atamor, cuya primera documentación se localiza en el poema del Mío Cid (S.XII):   
 Generalmente, el tambor es golpeado, para producir el sonido, en el parche con la mano o con algún objeto, comúnmente baquetas; también se suele percutir la caja.


Este instrumento al que se da también el nombre de caja de guerra era llamado por los griegos tympanon o typanon y tympanum por los romanos.
Homero nada dice del tambor ni en la Ilíada ni en la Odisea. En las Bacantes de Eurípides Baco encarga a sus secuaces tomar los tambores de los cuales acostumbraban a servirse los frigios. Estos tambores, afirma, inventados por mí y por Rhea o la gran madre de los dioses, Cibeles. En otro pasaje dice que los Coribantes lo inventaron para él. Entre los griegos se creía que los frigios fueron los inventores del tambor al paso que los romanos pensaban que habían sido los sirios. Lo más probable parece que los griegos tomaran el uso de los tambores de los asiáticos y que de ellos pasaría a los romanos.

Se servían para los tambores de piel de buey pero más comúnmente de la de asno, con cuyo motivo Fedro escribió la primera fábula del cuarto libro. El tambor consistía en un círculo de madera o de metal cubierto de una piel lo que daba la figura de una criba. Se tocaba el tambor algunas veces con baquetas o con el tirso pero lo más común era con la mano y del mismo modo como se toca el pandero, al cual se parecía muchísimo el tambor de los antiguos. Ponían en él para producir un sonido más estrepitoso unas planchas de metal y también campanillas y cascabeles. El tympanum pasó a ser el símbolo de la afeminación porque principalmente hacían uso de él los hombres consagrados a Cibeles. Así es que las tocadoras del tímpano fueron después enumeradas entre las mujeres de malas costumbres. Una de las cosas que San Justino deseaba desterrar de los banquetes eran las tocadoras de crótalo y del tambor.

En la antigua Grecia y la antigua Roma, el tympanon griego o tympanum romano, era un tipo de tambor de marco o pandereta.
Era de forma circular y plano, se tocaba golpeándolo con la mano. Algunas representaciones muestr
an decoraciones u objetos parecidos a los crótalos alrededor del marco. El instrumento era tocado por los devotos en los ritos de Dionisos, Cibeles, y Sabazius.
Se cree que el tympanum surgió en el antiguo Oriente Próximo, pero aparece primero en el arte griego en el siglo VIII d.C., en un disco votivo de bronce encontrado en una cueva en Creta, que era un lugar del culto a Zeus

El tympanum es uno de los objetos que se portaban a menudo en el tíaso, por parte del séquito de Dionisos. Este instrumento solía ser tocado por las ménades, mientras que los instrumentoes de viento por ejemplo la flauta de pan o el aulos eran tocados por los sátiros.
La interpretación de música frenética contribuía a que se alcanzase un estado extático que los devotos de Dionisos buscaban

El tympanum era el más común de los instrumentos musicales asociados a los ritos de Cibeles en el arte y la literatura de Grecia y de Roma, pero no aparece en las representaciones de Anatolia, donde surgió la diosa. A partir del siglo VI d.C., la iconografía de Cibeles como Meter ("madre") o en latín Magna Mater (la "gran madre") puede mostrarla con el tympanum apoyado en su brazo izquierdo, generalmente sentada y con un león en su regazo o en su presencia.
El "Himno homérico a la gran madre" dice que la diosa ama el sonido del tympanum. Este tambor continuó caracterizándose como un atributo de Cibeles en la era imperial romana

Históricamente, han sido encontrados en casi cada cultura del mundo. No se usaban entonces para fines artísticos ni de entretenimiento sino más bien para ceremonias sagradas y asociaciones simbólicas. Algunas civilizaciones usaban tambores o instrumentos similares para comunicarse a través de la frondosa selva o bien advertir a su gente de peligros o para reunir a sus tropas.

El tambor encierra algo profundo y misterioso que ha obligado al hombre a tenerlo consigo desde la noche de los tiempos y a hacerlo sonar en los momentos más importantes de su vida.

 

El hombre primitivo recurre a los elementos que tiene a su alcance para construir los primeros tambores, como pucheros de cocina vueltos del revés o bien colocando una piel tensa sobre su boca, la popular jícara de agua mejicana (una calabaza vuelta del revés y sumergida en agua), el uso de escudos percutidos y entrechocados, etc. Para Schaeffner, tambor es toda cavidad que resuene, tanto si está abierta como si ha sido cerrada por una tapa de material duro o blando, tanto si se ha horadado en la tierra como si está aislada del suelo. 

A lo largo de la historia, el tambor ha sufrido también las migraciones y evoluciones fruto del desplazamiento de una cultura a otras regiones.  
Los tambores, junto con otros instrumentos de percusión, fueron posiblemente de los primeros instrumentos musicales utilizados por el ser humano.
Existen evidencias prehistóricas acerca de la utilización de pieles tensadas, colocadas en las bocas de troncos huecos en el sudeste africano, llegándose a la conclusión que provenían de animales acuáticos como peces y reptiles, para luego ir derivando en membranas curtidas  de mamíferos (burro, oveja, cabra, etc) que lograban un efecto sonoro más potente y una mayor resistencia y durabilidad, así como el disponer facilmente de los materiales.

 En diferentes regiones del mundo, el tambor poseía y posee en la actualidad, infinidad de aplicaciones: como instrumento rítmico por excelencia; para comunicación en grandes distancias,  participación en desfiles ceremoniales o procesionales así como de utilización pagana durante la semana de pasión de cristo, o en rituales sagrados asociado a lo ceremonial, sacro o simbólico, de variada índole, de acuerdo a la creencia generalizada de su poderes mágicos, asociándolo a la voz sagrada de los dioses, a la palpitación de la tierra, a los mitos de fecundidad, etc.

La evolución continúa hacia más altas formas de percusión, cuando aparecen los tambores de hendidura (tronco de madera, tallado y quemado a través de una larga hendidura). Más frecuente y conocido por nosotros es el tambor de parche, elaborado en piel, que existe por todo el mundo con una variedad en formas y tamaños increíble.

Los monumentos antiguos de Egipto, Asiria, India y Grecia atestiguan con sus esculturas y pinturas murales el uso de este instrumento desde épocas remotas. Se supone originario de la India, aunque nada se sabe con certeza.

 

Los griegos del siglo V a.C. aplicaron la técnica y la mecánica al tambor tradicional y utilizaron en sus representaciones de teatro unos tambores percutidos por mazas basadas en ruedas dentadas «de escape», como mil años más tarde iban a ser aplicadas a los relojes.

Poco más ha evolucionado el tambor, pues ha mantenido sus formas durante miles de años desde que fuera «inventado» por el hombre. Según la tradición, sin embargo, el hombre no inventó nada, sino que fue un regalo de los dioses como el fuego, la rueda o la escuadra, instrumentos sencillos que encierran toda la sabiduría y el misterio del Universo y de la Creación.

El simbolismo del tambor es bastante amplio, y en realidad habría que tener en cuenta de qué materiales está hecho, su forma, su ritmo, su timbre, etc.

Quizá uno de sus significados más destacables sea como símbolo del Sonido Primordial. Recordemos que en la mayoría de los textos religiosos aparece la Divinidad Creadora realizando su obra a través de ese «Sonido Primordial» o «Verbo» dando origen a todo lo manifestado. El tambor aparece asociado a los Dioses creadores, como en la India, donde es uno de los atributos de Shiva Nataraja (Danzante Cósmico), que por medio de su danza mantiene el ritmo infinito del Universo. El tambor de Shiva tiene forma de reloj de arena (damaru); el punto común de los dos conos opuestos es el germen de la manifestación, a partir del cual se despliegan y desarrollan los ritmos cíclicos.
 

También lo es del mismo Brahma en su contraparte femenina, Sarasvati (el Mridanga hindú, del que legendariamente se dice que fue inventado por el propio Brahma). O de la Dakini búdica, donde el ritmo está ligado a la expansión del Dharma, a propósito del cual el Buddha evoca el tambor de inmortalidad. Algo que todavía nos recuerda esta asociación tambor-creación, aunque de forma inconsciente, es que en algunos países se marcan aún hoy en día las horas civiles y religiosas con un tambor y no con una campana.
También aparece asociado con los dioses de la Tormenta, y así, en China, el dios del Trueno lleva un cinturón del que cuelgan tambores, y en su mano un mazo para hacerlos sonar en las tormentas. Para los mayas el tambor es la representación simbólica del trueno, que tiene poder de muerte y de fecundidad. Pero en la China antigua está asociado al recorrido aparente del Sol y, lo que viene a ser lo mismo, al solsticio de invierno: el solsticio es el origen de esta carrera en su fase ascendente, el comienzo del crecimiento del yang. Por esta razón el redoble de tambor acompaña al trueno y está asociado al agua –elemento del norte y del solsticio invernal–, al odre celeste, al rayo, a la forja y al búho; estos últimos símbolos están ligados al solsticio de verano y por lo tanto al punto de máximo dominio del yang.

Obviamente el uso del tambor de guerra está también asociado con el rayo y el trueno en sus aspectos destructores. El atabal (tambor de guerra) es el símbolo del arma psicológica que deshace desde el interior toda resistencia del enemigo; se considera sede de una fuerza sagrada. 600 tambores instalados de dos en dos sobre 300 camellos y golpeados simultáneamente precedían al ejército musulmán que en el siglo XIII tomó por asalto San Juan de Acre.

El tambor no solamente toca la alarma y la ofensiva, sino que es también la propia voz de las potencias protectoras. Y está ligado asimismo a los dioses de la Guerra, como es el caso de Indra en la India o Ares y Marte en las tradiciones griegas y romanas.

Al ser un atributo de la divinidad se asocia también con la realeza. Para los watusi de Ruanda los tambores acompañan al rey en toda ceremonia; a veces él mismo forma parte del conjunto de percusión.

 

Para los indios norteamericanos el tambor está cargado de misticismo y relacionado también con la creación. Alce Negro dice: «La forma redonda del tambor representa al Universo y su toque regular y fuerte es el pulso, el corazón que late en su centro. Es como la voz del Gran Espíritu, y este sonido nos pone en movimiento y nos ayuda a comprender el misterio y el poder de todas las cosas». Se confería un grado superior de eficacia al tambor pintando motivos mágicos relacionados con los más fuertes ruidos naturales: pezuñas de bisonte para recordar el resonar sordo de las galopadas y el zigzag de relámpagos para materializar el estrépito del trueno.

 

Los Padres de la Iglesia como el patriarca de Alejandría Atanasio (298-373) o el mismo San Agustín entendían que el tambor tenía un valor simbólico de intermediario entre el cielo y la tierra. Afirmaban que la piel de la membrana (la carne) era estirada sobre la caja, es decir, era crucificada como el Hijo de Dios, representando el altar sacrificial. En este sentido y del mismo modo que el cuerpo del Salvador es ungido, también lo es la piel o parche del tambor que se unta con una pasta especial y secreta para conseguir distintas tonalidades. 



Y es que el tambor es como una barca espiritual que permite pasar del mundo visible al invisible, constituyendo un verdadero microcosmos, un límite «topográfico» que separa el Cielo de la Tierra, y en ciertos lugares, la Tierra del Infierno (recordemos que el héroe asirio-babilónico Gilgamesh desciende a los Infiernos para traerse consigo un tambor).





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