La Ciudad de los Césares ,ciudad de los inmortales,

Posteriormente,
otras
expediciones relevaron la existencia de gigantes cubiertos
de pieles, cuyos
niños de pecho eran del tamaño de un hombre adulto. Se los
dibujó con precisión
y sus imágenes recorrieron las cortes europeas. No era
prudente despejar la
realidad del mito y el criterio de veracidad estaba sujeto
al criterio del
capitán de la escuadra.
Desde su descubrimiento, la Patagonia,
como toda América,
proveyó a Europa no sólo de riquezas materiales sin fin,
sino de la sustancia
intangible de los relatos fantásticos que la ayudarían, con
su trópico edénico
y sus brumas heladas de la terra incognita australis , a
romper la corteza
sofocante de un imaginario medieval de mil años.
Antes
de que se levantara
una voz americana para corroborar o contradecir el mito, el
relato sobre
Patagonia tuvo una sola mirada y una sola voz: las del
viajero europeo,
plasmada en el libro de viajes. Pasarían siglos antes de que
los habitantes
reales del territorio pudieran articular su versión de la
historia y emergieran
los contra-relatos, que resquebrajaron desde adentro la
hegemonía de la gran
narración colonial y luego imperial. Por su parte, la
política argentina del
siglo XIX, ensimismada en las luchas civiles, apenas era
consciente de poseer
esas casi infinitas leguas de territorio, y los avances para
incorporarlo
fueron inconexos y bárbaros. Como todo territorio alejado de
la regulación de
la ley y de las normativas de la escritura, Patagonia fue el
lugar de la
aventura y del exceso. Los únicos habitantes concretos de
esas extensiones, que
vivían allí desde miles de años atrás, no tuvieron
elementos, ni de fuerza, ni
simbólicos, para enfrentar y modificar una versión en la
cual jugaron siempre
el papel de sujetos cosificados como salvajes irredentos. Al
fin, la entrada de
Patagonia al relato moderno de la historia oficial argentina
es traumática y
tiene fecha: 1879, el de la campaña al desierto del general
Roca.

Magallanes se
impresionó por el gran
tamaño de las huellas encontradas en la playa. Los primeros
europeos que
tomaron contacto con los tehuelches verificaron que
efectivamente eran altos y
corpulentos, según cuenta el testimonio del cronista de la
expedición, Antonio
Pigafetta. Posteriormente, a fines del siglo XIX el inglés
George Musters
ratificó este hecho en su libro Vida entre los patagones.


La Ciudad de los Césares,
también conocida como Ciudad
encantada de la Patagonia,
Ciudad errante, Trapalanda, Trapananda, Lin Lin o Elelín, es
una ciudad mítica
de América del Sur, que se supone ubicada en algún lugar del
Cono Sur
(preferentemente en algún valle cordillerano de la Patagonia
entre Chile y la Argentina).
La
ciudad se caracterizó
por ser buscada intensamente durante la época colonial, pues
se suponía que
había sido fundada según las diferentes versiones, por
españoles (náufragos, o exiliados),
y/o por mitimaes incas; y que estaba llena de riquezas,
principalmente oro y plata.
La
leyenda de la Ciudad de los Césares o
Encantada de la Patagonia,
fue el último gran mito de la conquista americana. Tuvo una
vida muy larga que
supervivió a la conquista misma. Comenzó en 1529 y duro
hasta fines de XVIII.



La Patagonia es un escenario helado, desconocido. El clima es muy frío, con pocas lluvias. Los vientos son constantes, del oeste a una velocidad de 80 km. por hora. Se forman tormentas de arena. El agua escasea y el combustible también, así como la caza, que eran los guanacos únicamente. Un lugar inhóspito para la búsqueda de una ciudad de ensueño.
En la
conquista de América
se gestaron muchas leyendas, todas salidas de la mente
imaginativa y ávida de
fortuna de los conquistadores, bastaban unas palabras o
gestos de los indios
para que se creara una leyenda. Las hubo por doquier, la
fuente de la juventud
en Florida, Las Siete ciudades de Cíbola al norte de México,
El Dorado, buscado
desde el Caribe hasta el Amazonas, la famosa Sierra de la
Plata y el Rey Blanco den la
zona del Río de la Plata
y por fin la más longeva de ellas la Ciudad de los Césares
de la Patagonia. Estas
ultimas eran un reflejo del esplendor de los Incas de Perú
comentado por los
indios a los conquistadores, los cuales solo querían
escuchar donde estaba el
oro y la plata. La Ciudad
de los Césares también tiene como origen las historias de
náufragos abandonados
y conquistadores perdidos a lo largo de la Patagonia.

Volvieron contando maravillas. Según ellos, y lo corroboraron no solo el capitán, sino sus soldados, en las declaraciones que hicieron posteriormente en Sevilla, cuando procesaron a Caboto, son sus palabras, "habían visto grandes riquezas de oro, plata y piedras preciosas".
A esta incursión de Francisco César algunos autores la hacen llegar hasta el Nahuel Huapí y otros hasta el Perú, donde se habrían entrevistado con el Inca.



Conquistados por todas estas historias partieron muchas expediciones en su busca. Las mas importantes y serias fueron las de Hernando Arias de Saavedra (Hernandarias), que sale de Buenos Aires en 1604, y la de Gerónimo Luis de Cabrera que la busca desde Córdoba en 1622. Ambos buscan la ciudad a través de las pampas. El padre Mascardi y el padre Menéndez salen desde Chile y la buscan cruzando la cordillera de los Andes. Marcardi realiza dos viajes en 1670, otro en 1672 y el ultimo en 1673, durante el cual pierde la vida. Menédez realiza varios viajes, entre 1783 y 1794, en busca de la mítica Ciudad de los Césares, fue el ultimo viajero que la busco.
El vulgo de los últimos tiempos del periodo colonial siguió creyendo en el mito, y los indios siguieron contando leyendas de ciudades encantadas en el fondo de los lagos, en lo alto de montañas, etc.
El mito
de la Ciudad de los Césares, de
manera similar al de El Dorado, ha sido tema de inspiración
para obras
literarias.
Se
puede destacar la
novela juvenil del chileno Manuel Rojas titulada La Ciudad
de los Césares en
que un grupo de viajeros encuentra la ciudad, mientras
siguen las huellas de un
minero desaparecido. En esta versión, los descendientes de
los españoles viven
junto con patagones y se encuentran al borde de una guerra
civil.
Además,
aunque es una
adaptación más libre del mito, se puede mencionar la obra de
Hugo Silva Pacha
Pulai en la que se
relata una versión
ficticia del desenlace del Teniente Bello que, luego de
perder el rumbo, llega
a una ciudad perdida llamada Pacha Pulai, fundada por
exploradores españoles
perdidos y en que el metal más usado es el oro, al punto de
no tener ningún
valor. En esta historia, también había estallado una guerra
civil entre
indígenas y europeos, pero esta vez la ciudad se encontraría
en algún lugar de
la zona centro-norte de la Cordillera de los Andes en el
límite entre Chile y Argentina,
a diferencia de las versiones legendarias tardías, que la
ubican mucho más al
sur.
Martínez
Estrada, en su Radiografía
de La Pampa,
hace referencia a Trapalanda cuando trabaja el conflicto
entre ilusión y
ficción que se produce en los conquistadores cuando llegan
al continente
Americano. Trapalanda ejemplifica, en el texto de Estrada,
el sin fin de
riquezas que no son, y la apuesta a un futuro que nunca se
cumple.
Con la
leyenda de
los Césares patagónicos mueren los mitos en América; fue el
último. Con todo,
los mitos formaron parte de lo bello de la conquista
indiana. Los
descubridores, movidos muchas veces por la ilusión, hicieron
un nuevo mundo,
trasunto de su patria.
Fuentes:
Ciudad de los CESARES,,es quizas el recuerdo,, de alguna civilizacion ante diluviana,,ATLANTIDA..y estos lares australes,,son tierras muy antiguas,,en su superficie se hallan restos de dinosaurios;;,muy buen blogg ;;;SALUDOS;;
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