El rey que perdió
la
cabeza,
Enrique IV Rey de francia |
Enrique IV |
Enrique de Borbón
(Pau, 13
de diciembre de 1553 – París, 14 de mayo de 1610) fue rey de
Navarra. Aunque
con el nombre de Enrique III entre 1572 y 1610 y rey de
Francia como Enrique IV
entre 1589 y 1610, primero de la Casa
de Borbón en este país, conocido como Enrique el Grande
(Henri le Grand) o el
Buen Rey (Le bon roi Henri) y copríncipe de Andorra
(1562-1610).
A menudo es
considerado
por los franceses como el mejor monarca que ha gobernado su
país, siempre
intentando mejorar las condiciones de vida de sus súbditos.
Se le atribuye la
frase: «Un pollo en las ollas de todos los campesinos, todos
los domingos», que
simplifica perfectamente su política de hacer feliz a su
pueblo, no sólo con
poder y conquistas, sino también mejorando sus vidas.
Enrique IV fue
coronado
rey de Francia en la Catedral
de Chartres el 27 de febrero de 1594 y entró en París ese
mismo año. Sin
embargo, tuvo que sostener combates hasta 1598 para acabar
con los últimos
reductos de la Liga Católica y para rechazar los ataques
españoles. Ese año firma
la paz con España (Paz de Vervins), por la que Felipe II
renuncia a intervenir
en los asuntos franceses y reconoce la legitimidad del
monarca.
edicto de nantes |
La tan esperada
tolerancia
religiosa hacia los hugonotes es decretada por el Edicto de
Nantes (1598) y fue
acompañada del reconocimiento del catolicismo como religión
del Estado y de una
política de reconciliación basada en la renuncia a toda
revancha o depuración;
con ello puso fin a los conflictos religiosos que asolaban
el país desde
mediados del siglo XVI y consolidó la corona.
María de Médici |
El 17 de
diciembre de 1600
se casó, en segundas nupcias, con la princesa italiana María
de Médici, que le
daría seis hijos.
A partir de 1598,
y para
consolidar la corona, restauró la autoridad real. No admitió
primer ministro,
dejó de convocar los Estados Generales, redujo la influencia
de los parlamentos
y controló el acceso a los puestos de la administración y la
corte. Adoptó
políticas y emprendió proyectos de todo tipo para mejorar la
vida de sus súbditos,
lo que le convertiría en uno de los gobernantes más
populares del país.
En ese período,
Francia
vivió un importante avance económico que se extendió más
allá de sus fronteras.
Financió varias expediciones de Pierre Dugua, Sieur de Monts
y Samuel de
Champlain a Norteamérica, de forma que, durante su reinado,
se fundaron las
primeras colonias francesas en Canadá. Durante su reinado,
además, fue nombrado
el primer Ministro de Relaciones Exteriores de la historia,
Louis de Revol.
intento de asesinatos |
Enrique IV fue un
hombre
compasivo y amado por su pueblo, pero también fue odiado por
aquellos que se
oponían a su política religiosa. Hubo varias tentativas de
asesinato en las
calles de París, como la de Jean Châtel (1594), hasta que el
14 de mayo de 1610
el fanático católico François Ravaillac acaba con su vida,
después de intentar
hablar con el monarca con la intención de hacerlo entrar en
razón. Enrique IV
venía de visitar a su ministro de Finanzas que estaba
enfermo, con el que tenía
una gran amistad. Salió en su carruaje, atravesó una calle
pequeña, en la cual
había dos carretas que le impedían el paso; de una de las
carretas salió el
asesino, que le propinó dos mortales puñaladas.
Fue sucedido por
su hijo, Luis
XIII de Francia, el cual durante su minoría de edad, hasta
1617, estuvo bajo la
regencia de su madre, la reina María de Médici.
Cuatro años
después de su
muerte se erigió una estatua en su honor en París; durante
la Revolución Francesa
fue destruida, pero fue la primera en ser reconstruida en
1818. Su nombre avivó
la restauración de la monarquía en Francia y la pieza
musical Vive Henri IV
incluso fue usada como himno oficioso durante la
restauración borbónica y aún
reivindicada por movimientos monárquicos.
la Revolución francesa |
En 1793, durante
la Revolución francesa,
los cuerpos de los reyes, reinas, príncipes, princesas y
nobles inhumados en la
basílica de Saint-Denis fueron extraídos de sus ataúdes,
profanados y
enterrados en una fosa común fuera del edificio. El cuerpo
de Enrique IV se
encontró en buen estado (ya que fue momificado a la
italiana), y fue expuesto
durante varios días al público, sufriendo todo tipo de
mutilaciones, entre
ellas la de la cabeza.
joseph-Emile Bourdais |
Cuando en 1817 el
rey Luis
XVIII decidió restaurar las capillas mortuorias y devolver
los restos reales a
su emplazamiento original, se encontró con que tres cuerpos
carecían de cabeza,
uno de ellos, el de Enrique IV.
No se supo del
paradero de
la cabeza hasta 1919, cuando Joseph-Emile Bourdais la
adquirió por 3 francos en
una subasta. Buordais aseguraba a todo el mundo que la
reliquia era realmente
la cabeza momificada de Enrique IV, pero nadie lo creyó, ni
tan siquiera el Museo
del Louvre, quien la rechazó. Buordais murió, y su hermana
custodió la reliquia
hasta que se la vendió por 5000 francos a Jacques Bellanger,
quien la mantuvo
oculta en su casa. Unos periodistas, con la colaboración de
Jean-Pierre Babelon
(presidente de la Sociedad Enrique IV) lograron localizar al
ya jubilado Bellanger,
quién, tras varios meses, confesó que tenía la reliquia y
accedió a cederla
para una investigación científica por la cual se pudo
comprobar casi al 100%
que la cabeza era de Enrique IV (con la imposibilidad de
usar la prueba del ADN).
Bellanger pidió que la cabeza fuera entregada a Luis Alfonso
de Borbón,
heredero de la dinastía y pretendiente al trono francés como
Luis XX.
Un equipo de
científicos
dirigido por el doctor Philippe Charlier ha confirmado que
el misterio de la
cabeza de Enrique IV de Francia ha sido resuelto. El "buen
rey", como
fue conocido durante su mandato, murió asesinado en 1610. Y
aunque recibió un
entierro a la altura de su rango, los revolucionarios
franceses profanaron su
tumba, mutilaron el cadáver y dispersaron sus restos. Cuando
se serenaron los
furores, Enrique IV volvió a recibir sepultura en la
basílica de Saint-Denis;
con la sola excepción de la cabeza, que se creyó perdida
para siempre.
Y ello fue así
porque sus
sucesivos poseedores a lo largo de cuatro siglos nunca
lograron convencer a sus
interlocutores de que la testa embalsamada con la que
pretendían hacer negocio
era la del rey. Hasta donde se sabe, uno de ellos fue un
pintor de Montmartre
que consiguió venderla a un anticuario por la módica cifra
de tres francos. El
anticuario no debió de amasar con ella una fortuna, puesto
que solo cosechó
sospechas. De mano en mano, la cabeza de Enrique IV fue a
parar a una
estantería en la casa de un jubilado, donde ha sido
encontrada.
basílica de Saint-Denis |
Lejos de estar
resueltos,
los problemas comienzan ahora, una vez desvanecido el
misterio. Porque, si bien
existe un protocolo para los entierros de Estado, es dudoso
que la República de hoy deba
rendir honores a un rey de hace cuatro siglos. Y otro tanto
cabría decir de
unas exequias religiosas. Sobre todo cuando los honores no
se refieren a su
cadáver, sino a una parte de él. El hecho de que se trate de
la cabeza, y no de
un dedo, hace que el asunto resulte menos embarazoso, pero
igualmente
desconcertante. Por si acaso, el administrador de la
basílica de Saint-Denis ya
ha adelantado que el hallazgo no cambia nada.
Mientras se
resuelve qué
hacer con la cabeza de Enrique IV, cabría considerar su
rocambolesca historia
como una metáfora del destino. Una testa coronada que acaba
en una estantería
en la casa de un jubilado entraña una impagable lección
sobre los caprichos de
la fortuna; tan impagable que, pensando en las generaciones
futuras, tal vez lo
mejor sería dejarla donde la han encontrado.
Louvre |
Este será el real
descanso
para una reliquia que ha pasado de unas manos a otras
durante siglos. Tras la
profanación de Saint-Denis, el rastro de la célebre cabeza
reaparece en el
siglo XIX en la colección privada de un conde alemán.
Después, se pierde de
nuevo su pista hasta 1919, cuando aparece en una subasta en
el Hôtel Drouot,
donde un anticuario de Dinard la compró por tres francos.
"Removió cielo y
tierra para probar que se trataba de la cabeza del rey, la
ofreció al Louvre,
al museo Carnavalet, pero nadie le creyó", relata Huguet.
Tras morir el
anticuario, la reliquia estuvo un tiempo en manos de su
hermana. Luego, volvió
a perderse su rastro.
"Hace dos años,
[reapareció] en casa de un jubilado de 84 años que la
guardaba en secreto desde
1955", según la productora del documental donde se muestra
la
investigación científica.
heridas |
En 2008, apareció
lo que
parecía ser la cabeza del monarca en casa de un jubilado.
Según explican los
autores de la nueva investigación, que acaba de publicar la
revista científica British
Medical Journal, la testa, embalsamada, se encontraba "en
perfecto
estado". Ojos cerrados, boca abierta y algunas
características que han
permitido identificar a la perfección al monarca.
Una lesión cerca
de la
nariz, un lóbulo perforado y una cicatriz facial -de un
intento de asesinato-
estaban entre las señas particulares del monarca y fueron
identificadas en la
cabeza.
Asimismo, los
métodos
utilizados para embalsamarla cuadraban con la técnica usada
en su momento,
aseguran los científicos en un informe publicado por el
British Medical Journal
Philippe Charlier |
El minucioso
análisis del
forense y osteoarqueólogo Philippe Charlier y sus colegas
identifica numerosas
características que coinciden con los retratos, bustos y
crónicas de la época.
Su incipiente calvicie, los restos de cabellos blancos y
pelirrojos en la
cabeza y la barba, una penosa dentadura o un pequeño agujero
en una oreja. "Sabemos
que Henri IV llevaba un pendiente en su oreja derecha, tal y
como hacían otros
de la corte de Valois", exponen en la revista científica
Además, en la
mejilla
presentaba una herida que coincidía la que le causó el joven
Jean Châtel cuando
intentó asesinarle en 1594. La cabeza presentaba también
tres cortes en el
cuello que recordarían la guillotina por la que pasó, por
obra y gracia de los
revolucionarios, en 1793. También coincide el modo de
embalsamado del que
hablan las crónicas de la época.
No fue posible
utilizar
evidencia basada en el ADN para identificar la cabeza,
debida que fue imposible
encontrar una muestra que no estuviera contaminada.
"La cabeza humana
tiene un color café claro, la boca abierta y los ojos
parcialmente
cerrados", explicaron los científicos dirigidos por el
patólogo forense
Philippe Charlier.
"Está en
excelente
estado, con todos los órganos internos y tejidos blandos
bien conservados".
cabeza data 1450 y 1650 |
Tras todas estas
evidencias, Charlier y sus colegas -que han datado la cabeza
embalsamada entre
1450 y 1650 mediante las pruebas de carbono- consideran que,
sin duda, se trata
de la cabeza del monarca. "Ahora que ha sido positivamente
identificado
según los más rigurosos argumentos de cualquier examen
forense antropológico, la
cabeza del rey francés volverá a ser enterrada en la real
basílica de Saint-Denis
tras un solemne funeral".
Enrique IV fue
uno de los
monarcas favoritos de los franceses.
Se convirtió al
catolicismo para concluir las guerras de religión en su
nación, declarando que
"París bien vale una misa", aunque después fue asesinado por
un católico
fundamentalista.
el Pont Neuf |
El rey construyó
el Pont
Neuf y la Place
des Vosges en París, dos sitios emblemáticos de la capital
francesa.
Enrique IV fue el
primero
de un linaje de reyes Borbones, que incluyó a su nieto Luis
XIV, el Rey Sol.
Actualmente, el
cráneo se
encuentra en un banco cerca de París, a la espera de que se
celebre una
ceremonia de inhumación en Saint-Denis
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