El
festejo pagano, o màis grande do mundo,
carnaval |
baco |
Según algunos historiadores, los orígenes de las fiestas de Carnaval se remontan a las antiguas Sumeria y Egipto, hace más de 5,000 años, con celebraciones similares en la época del Imperio Romano, desde donde se difundió la costumbre por Europa, siendo traído a América por los navegantes españoles y portugueses que nos colonizaron a partir del siglo XV.
Imperio romano |
Muchas han sido las propuestas
etimológicas que han intentado explicar esta palabra. Así,
el gran lingüista
del romanticismo germánico, Friedrich Diez, la consideraba
derivada de la
perífrasis currus navalis, basándose en documentación latina
que indicaba que
cada 5 de marzo tenía lugar en el Imperio romano una fiesta
en honor de Isis
centrada tanto en una especie de comitiva de personas
disfrazadas como en la
aparición y celebración de un barco. Aunque es cierto que en
determinadas áreas
de Italia, de Alemania o de España (por ejemplo, en el
pueblo de Reus, en
Tarragona), se han descrito fiestas carnavalescas en que se
utilizaban carros
en forma de barco, esta propuesta etimológica quedó bastante
en desuso desde
los inicios del siglo XX.
carnelevare |
Es muy probable que la palabra española "carnaval" sea un
italianismo
introducido a finales de la Edad Media, como adaptación de
voces del tipo de
"carnevale", "carnovale" o "carnelevare". En
aquel período, las voces más habituales eran
"carnestolendas" y
"antruejo". También lo era "carnal", relativamente utilizada
entre los siglos XIV y XVI, desde la época del Arcipreste de
Hita hasta la de
Covarrubias, pasando por las de Fray Hernando de Talavera y
Juan del Enzina. En
realidad, la palabra "carnaval" solamente comenzó a ser
habitual en la España del siglo XVII.
Góngora fue uno de los primeros que la utilizó de modo
recurrente, igual que
harían, en el siglo XVIII, José de Cadalso y Gaspar Melchor
de Jovellanos.
Tertuliano, |
A travez del tiempo, el
carnaval fue
mutando a las fiestas que son hoy en dia, esta es su pequeña
historia, en la
antigua Roma, se asociaban a las "kalendae" de Jano, que
tenían lugar
el 9 de enero, y, sobre todo, a las "kalendae Ianuariae",
que se
celebraban el 1 de enero. Sobre todo en esta última fiesta,
era común la
exhibición de comparsas de hombres disfrazados que hacían
burla de todo tipo de
instituciones y personas. Sus andanzas son bien conocidas,
porque fueron
descritas, para ser refutadas y censuradas, por muchos
escritores moralistas de
la época, sobre todo cristianos. El propio Tertuliano, en el
siglo III, lamentó
amargamente que hasta los cristianos se implicasen en este
tipo de rituales, y
Asterio de Amascea llegó a quejarse de que los hombres, e
incluso los soldados,
se disfrazasen de mujer. Este autor citó, además, el disfraz
de hilandera como uno
de los más utilizados, lo que tiene el interés de que
coincide con uno de los
personajes más arraigados de las mascaradas carnavalescas
modernas de toda
Europa. Particularmente parecida a algunos rituales
carnavalescos modernos fue
una modalidad festiva asociada a estas "kalendae", que
consistía en
que hombres desnudos, y disfrazados sólo con pieles de
ciervo o de ternera,
salían por el pueblo o ciudad acosando sexualmente a las
mujeres. Esta
práctica, que fue agriamente censurada y prohibida por
muchos concilios y
disposiciones legales, tiene también un cierto parecido con
algunas prácticas
carnavalescas modernas, en que los hombres enmascarados se
dedican a perseguir
a las mujeres jóvenes, y en que los disfraces facilitan los
intercambios
sexuales libres.
Parece, en cualquier caso, que el carnaval occidental moderno no sólo está relacionado ideológica y ritualmente con las "kalendae Ianuariae" romanas, porque tiene puntos de contacto evidentes con otras celebraciones festivas de invierno muy bien documentadas en la época del Imperio. Concretamente con las Saturnales, con las Lupercales y con las Matronalia.
Parece, en cualquier caso, que el carnaval occidental moderno no sólo está relacionado ideológica y ritualmente con las "kalendae Ianuariae" romanas, porque tiene puntos de contacto evidentes con otras celebraciones festivas de invierno muy bien documentadas en la época del Imperio. Concretamente con las Saturnales, con las Lupercales y con las Matronalia.
Las Saturnales |
Las Saturnales eran una fiesta que los romanos celebraban
cada 17 de diciembre.
En ellas se elegía, normalmente por sorteo, una especie de
rey de los jóvenes
que ejercía su autoridad aquel día sobre sus compañeros. Y
se practicaban otros
ritos de inversión, como el de que los siervos se
equiparasen aquel día con los
amos, etc. Estas celebraciones están estrechamente
relacionadas con muchas que
se han documentado en todo Occidente asociadas a las
celebraciones del
invierno, y especialmente a las carnavalescas. En la Europa
medieval era común,
por ejemplo, que niños y jóvenes eligiesen por un día a un
"rey de la
faba" que gobernaba ese día sobre los demás. A veces, la
elección se
realizaba de un modo curioso: el agraciado era quien
encontraba, dentro de un
pastel cocido, un haba o algún otro objeto especial (ecos de
este ritual quedan
en la tradición española del "roscón de Reyes", en que quien
encuentre el objeto especial se verá agraciado ese año con
la suerte, aunque
también deberá pagar otro roscón). En otras ocasiones, la
elección se realizaba
mediante naipes, o por designación directa del rey o
autoridad máxima.
Alfonso Álvarez de Villasandino |
Los
favores y agasajos (a veces incluso en forma de pensión
vitalicia) que recibía
el agraciado solían ser tan grandes que su elección podía
dar lugar a
desórdenes, como los que hicieron que esta celebración, muy
bien documentada
desde la Edad Media,
se prohibiese en Navarra en 1761. Es bien sabido que el
célebre poeta Alfonso
Álvarez de Villasandino aspiró en varias ocasiones a lo
largo de su vida a
convertirse en "rey de la faba" para poder superar sus
problemas de
subsistencia. En la fiesta de San Nicolás (6 de diciembre)
ha sido común hasta hoy
mismo en algunos lugares del norte de España que un niño
fuese investido como
autoridad y disfrazado como el Santo, y que dirigiese ese
día a sus compañeros
en diversas actividades de cuestación que les permitían
comprar un gallo y
acabar sacrificándolo ritualmente. Los niños cantores de
iglesia han celebrado
tradicionalmente este tipo de fiesta en la fecha de los
Santos Inocentes (28 de
diciembre). Todavía hoy, en el monasterio de Montserrat
(Barcelona) se sigue
celebrando cada año la elección y autoridad por un día del
"bisbetó".
Y, además, se ha documentado la existencia de "reyes de
Navidad",
"reyes" y "alcaldes de Inocentes", "reyes de
porqueros" (como los que se elegían en Madrid cada 17 de
enero, día de San
Antón) y "de pastores" en muchos otros lugares y momentos de
la
historia de Occidente. En España, otras autoridades
burlescas de este tipo han
sido el "mazarrón" que se elegía la noche de Navidad en
Villanueva de
Carazo (Burgos), el "zancarrón" de Montamarta (Zamora), el
alcalde
burlesco de Torralba (Castellón), o todo el ayuntamiento
burlesco que se elegía
en Romanillos de Medinaceli (Soria).
las Lupercales |
Otra de las fiestas de la antigüedad clásica con la que
muchos historiadores
han relacionado el carnaval es la de las Lupercales, que
tenía lugar cada 15 de
febrero. Sus actos centrales consistían en que, después de
un sacrificio de
cabras, dos jóvenes medio desnudos, ungidos con la sangre de
las victimas y
cubiertos sólo con unas pieles, corrían por la ciudad y
azotaban con una vara o
cuerda a la gente, especialmente a las mujeres jóvenes. Ese
acto era
interpretado como una donación sexual y como una garantía de
fecundidad para
esas mujeres a lo largo de ese año. Este tipo de rito cuenta
también con claros
paralelos en los carnavales folclóricos modernos de muchos
pueblos, en que
hombres disfrazados corren entre el pueblo, persiguiendo y
azotando con una
vara o cuerda a las mujeres, en clara remembranza del acto
sexual. Desde las
botargas de Guadalajara hasta los zaparrastros de Aller
(Asturias), pasando por
los "murrieiros", "choqueiros", "charrúas" o
"irrios" gallegos, cuyas actividades describió Fermín
Bouza-Brey,
tienen ésta entre sus funciones principales.
Santa Águeda |
Otra fiesta de la antigüedad clásica que presenta evidentes
paralelismos con
los carnavales modernos son las Matronalia, que festejaban
los romanos cada 15
de marzo. En ellas, los esposos solían hacer regalos a sus
mujeres, las
esclavas eran manumitidas por un día, y, en general, el
poder femenino era
realzado durante toda la jornada. Resultan claras las
coincidencias con muchos
ritos carnavalescos modernos en que se establece la
autoridad de las mujeres
del pueblo durante un día. Muy célebre es el caso del pueblo
segoviano de
Zamarramala, donde, cada 5 de febrero, festividad de Santa
Águeda, las mujeres
se constituyen en Ayuntamiento, eligen una alcaldesa e
imponen su autoridad
sobre los hombres. En muchos otros pueblos de España (como
por ejemplo en los
riojanos de Uruñuela, Robres del Castillo o Agoncillo)
existen celebraciones
parecidas.
norte de África |
En cualquier caso, no sólo las fiestas de la antigüedad
clásica muestran
paralelismos con los carnavales modernos de Occidente. El
hecho de que muchas
mascaradas que tienen lugar en el invierno entre los pueblos
bereberes del
norte de África presenten relaciones estrechísimas con las
mascaradas
carnavalescas europeas; o el que los judíos celebren,
también en el invierno,
la alegre festividad de Purim, en que el disfraz, el juego,
la bebida y la
inversión de valores son los protagonistas, sugiere
relaciones y vínculos multidireccionales
muy complejos y profundos.
Carlos I |
En general, puede decirse que el carnaval occidental moderno
debió de
configurarse en formas muy parecidas a las que hoy conocemos
en la Edad Media. Son
innumerables los documentos que lo describen a lo largo y
ancho de toda la Europa medieval, e
innegable la importancia que su celebración y significación
tenía en aquella
sociedad. A partir sobre todo del Renacimiento, los intentos
de regulación y de
prohibición que sufrió fueron continuos. Así, en la España
de 1523, Carlos I
prohibió que los hombres se enmascarasen; y, a lo largo de
todo ese siglo y del
siguiente, los alcaldes de Madrid prohibieron muchos de los
actos que se le
asociaban, como los de lanzar agua con jeringas a los
viandantes, etc.
El carnaval de Venecia |
En el siglo XVIII, el carnaval se vio inmerso en un proceso
de aceptación por
las cortes y las ciudades europeas, que llevó a su
refinamiento y estilización.
Por ejemplo, el uso de máscaras se integró en el molde de
los "bailes de
máscaras" cortesanos. El carnaval de Venecia sigue siendo
una de las
fiestas más refinadas y elegantes del mundo, muy alejado de
otros mucho más
espontáneos y ruidosos, como los también celebérrimos de Río
de Janeiro
(Brasil). Pero puede decirse que, en general, el carnaval ha
seguido siendo siempre
una fiesta eminentemente popular, en que sobre todo las
clases humildes y los
jóvenes se enfrentaban temporalmente e intentaban subvertir
un orden social muy
oneroso para ellos. Ello explica que sus intentos de
regulación y de
prohibición no hayan cesado hasta el mismo siglo XX, como
ilustra el hecho de
que, durante la dictadura (1939-1975) de Francisco Franco,
la celebración de
los carnavales estuviese prohibida en toda España, donde,
sin embargo, volvió a
resurgir tras aquel período con enorme vitalidad.
Al igual que en la argentina,
la
junta militar hiciera lo mismo que Franco,
Goethe |
La importancia del carnaval como fenómeno cultural ha
quedado reflejado en
innumerables obras artísticas de muchas épocas y países.
Desde el Libro de buen
amor de Juan Ruiz, o las piezas de teatro carnavalesco de
Juan del Enzina hasta
el Gargantúa y Pantagruel de Rabelais, las descripciones del
Carnaval romano de
Goethe, o las del carnaval madrileño de Mesonero Romanos,
pasando por las
pinturas de Brueghel, Pietro Longhi o Goya, y por piezas
musicales de Héctor
Berlioz (Obertura del Carnaval Romano), Robert Schumann
(Carnaval), Anton
Dvorak (Obertura Carnaval) o Giuseppe Verdi (Un ballo in
maschera).
carnaval de rio de janeiro |
Los dos carnavales más famosos
son
los celebrados en Río de Janeiro (Brasil) y en Venecia
(Italia). El brasileño
es más abierto, explosivo y desmadrado, mientras que el
italiano se recrea en
la exhibición de bellos modelos de máscaras y vestidos,
generalmente inspirados
en la moda dieciochesca. En Río de Janeiro, la música (a
ritmo de samba) y el
sexo (conciliado al calor de la noche tropical) son los
grandes protagonistas
de una fiesta engalanada con el alegre colorido de las
indumentarias de las
diversas agrupaciones que desfilan. En Venecia, en cambio,
se busca un clima de
plasticidad decadente y sofisticada, bajo el cual se oculta
toda una compleja
trama de guiños, señas e insinuaciones eróticas.
Por todo esto, este festejo se
ha
convertido en la fiesta màis grande do mundo,
Fuente:
http://www.youtube.com/watch?v=K3mYDwRTALo
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