La Ciudad de los Césares ,ciudad de los inmortales,
Patagonia
ingresa en la
historia de Occidente bajo la forma de un relato mítico. En
1520, sus
acantilados y los fuegos de la costa fueron vistos por
primera vez desde la
borda de los barcos de Magallanes. La mirada de los
marineros, trabajada por el
terror a lo desconocido y los bestiarios medievales, sufre
curiosas
distorsiones y da forma a una primera versión del territorio
cargada de
elementos fantásticos. A ésta se van a sumar cuestiones
“verídicas” urdidas en
la metrópolis, como la búsqueda de la Ciudad Dorada de los
Césares o la trama del
espionaje naval, de propósitos geopolíticos. Las dos
potencias de la época
–España e Inglaterra– entablan una lucha feroz por el
dominio del Atlántico
Sur. La cartografía levantada por Magallanes se convierte en
secreto de Estado.
Una fábrica de rumores sumó aún más misterio al aura creada
por los relatos de
las primeras expediciones. La inteligencia española echó a
rodar una versión:
vientos huracanados seguidos de maremoto habían arrancado
una isla de base,
depositándola en la boca atlántica del paso, cerrándolo para
siempre. La
especie no fue muy creída, no al menos por Francis Drake,
quien no sólo
encontró el estrecho, sino que lo atravesó en diecisiete
días, hazaña que
abrumó a los españoles; pero Drake, navegante genial, digno
adversario de
Magallanes, tampoco pudo eludir el hechizo del fin del mudo
y sus marinos
dieron cuenta de sirenas verdes, de torso de mujer y cuerpo
de foca.
Posteriormente,
otras
expediciones relevaron la existencia de gigantes cubiertos
de pieles, cuyos
niños de pecho eran del tamaño de un hombre adulto. Se los
dibujó con precisión
y sus imágenes recorrieron las cortes europeas. No era
prudente despejar la
realidad del mito y el criterio de veracidad estaba sujeto
al criterio del
capitán de la escuadra.
Desde su descubrimiento, la Patagonia,
como toda América,
proveyó a Europa no sólo de riquezas materiales sin fin,
sino de la sustancia
intangible de los relatos fantásticos que la ayudarían, con
su trópico edénico
y sus brumas heladas de la terra incognita australis , a
romper la corteza
sofocante de un imaginario medieval de mil años.
Antes
de que se levantara
una voz americana para corroborar o contradecir el mito, el
relato sobre
Patagonia tuvo una sola mirada y una sola voz: las del
viajero europeo,
plasmada en el libro de viajes. Pasarían siglos antes de que
los habitantes
reales del territorio pudieran articular su versión de la
historia y emergieran
los contra-relatos, que resquebrajaron desde adentro la
hegemonía de la gran
narración colonial y luego imperial. Por su parte, la
política argentina del
siglo XIX, ensimismada en las luchas civiles, apenas era
consciente de poseer
esas casi infinitas leguas de territorio, y los avances para
incorporarlo
fueron inconexos y bárbaros. Como todo territorio alejado de
la regulación de
la ley y de las normativas de la escritura, Patagonia fue el
lugar de la
aventura y del exceso. Los únicos habitantes concretos de
esas extensiones, que
vivían allí desde miles de años atrás, no tuvieron
elementos, ni de fuerza, ni
simbólicos, para enfrentar y modificar una versión en la
cual jugaron siempre
el papel de sujetos cosificados como salvajes irredentos. Al
fin, la entrada de
Patagonia al relato moderno de la historia oficial argentina
es traumática y
tiene fecha: 1879, el de la campaña al desierto del general
Roca.
El
nombre Patagonia fue
dado a la región por la expedición de Fernando de Magallanes
en 1520 luego de
que tomaran contacto con los nativos tehuelches, a quienes
denominaron patagones.
Como se acercaba el invierno austral, Magallanes decidió
invernar en el puerto
de San Julián, una bahía de la Patagonia atlántica ubicada a
49° de latitud sur, a la que
bautizaron con ese nombre por haber llegado allí el 31 de
marzo, día de san
Julián en el santoral católico. Rápidamente empezaron a
escasear las
provisiones y fue necesario hacer un primer racionamiento de
víveres, lo que
dio lugar a un amotinamiento en tres de las cinco naves. Los
capitanes Luis de
Mendoza y Gaspar de Quesada fueron ejecutados, mientras que
Juan de Cartagena
fue abandonado en una costa desolada, la bahía de San
Julián, junto a un sacerdote
que había dirigido el amotinamiento.
Magallanes se
impresionó por el gran
tamaño de las huellas encontradas en la playa. Los primeros
europeos que
tomaron contacto con los tehuelches verificaron que
efectivamente eran altos y
corpulentos, según cuenta el testimonio del cronista de la
expedición, Antonio
Pigafetta. Posteriormente, a fines del siglo XIX el inglés
George Musters
ratificó este hecho en su libro Vida entre los patagones.
Ver al
primero de los
tehuelches en la playa de la bahía de San Julián tirando
arena por arriba de su
cabeza, indicando que los exploradores venían del cielo,
impresionó a la
tripulación de Magallanes. Este tehuelche fue imitado por
los españoles, hasta
que lograron comunicarse pacíficamente con él y luego con el
resto de su tribu.
De esta manera, bailando en círculos en la playa y haciendo
los mismos gestos
que el gigante, lograron en forma hábil y pacífica
intercambiar conocimientos.
El avistamiento con los nativos por parte de los europeos,
terminó en una
convivencia que duró cinco meses, para luego descubrir un
poco más al Sur, el estrecho
que llevaría el nombre del capitán general de la expedición.
Magallanes
habría observado
los grandes pies de los indígenas y los habría llamado en su
idioma natal, el portugués,
pata gau, es decir: pata grande. De allí derivaría en
español el nombre de patagones
y la tierra que ellos habitaban: Patagonia. El cronista
Pigafetta escribió en
la bitácora del viaje de Magallanes: Nuestro capitán llamó a
este pueblo
Patagones... También se cree que Magallanes adicionalmente
se inspiró en el
gigante Pathoagón, un personaje de la literatura europea
medieval aparecido en
la novela de caballería Primaleón.
La Ciudad de los Césares,
también conocida como Ciudad
encantada de la Patagonia,
Ciudad errante, Trapalanda, Trapananda, Lin Lin o Elelín, es
una ciudad mítica
de América del Sur, que se supone ubicada en algún lugar del
Cono Sur
(preferentemente en algún valle cordillerano de la Patagonia
entre Chile y la Argentina).
La
ciudad se caracterizó
por ser buscada intensamente durante la época colonial, pues
se suponía que
había sido fundada según las diferentes versiones, por
españoles (náufragos, o exiliados),
y/o por mitimaes incas; y que estaba llena de riquezas,
principalmente oro y plata.
La
leyenda de la Ciudad de los Césares o
Encantada de la Patagonia,
fue el último gran mito de la conquista americana. Tuvo una
vida muy larga que
supervivió a la conquista misma. Comenzó en 1529 y duro
hasta fines de XVIII.
La también llamada Ciudad errante, Elelín o su más conocido
nombre de los
Césares, es una ciudad de plana cuadrada, como Buenos Aires;
de piedra labrada
y edificios techados con tejas. Sus templos eran de oro
macizo. El pavimento
también es de oro macizo. En algunas versiones está en un
claro del bosque; en
otras, en una península; otras dicen que esta en el medio de
un lago, con un
puente levadizo para la única puerta que le da acceso.
Abunda en ella el oro y
la plata, de la cual están forradas las paredes, con estos
metales también se
hacen asientos, cuchillos y rejas de arado. Tienen campanas
y artillería, las
cuales se escuchan de lejos. Algunos dicen que al lado de
ella hay dos cerros,
uno de diamante y el otro de oro.
Sus habitantes son altos, rubios y con barba larga. Hablan
una lengua extraña,
aunque en algunas versiones es el español. Se dedican al
ocio, y no tienen
enfermedades. O son inmortales o solo mueren de viejos.
Algunos dicen que son
exactamente los mismos que fundaron la ciudad, ya que no
nace ni muere nadie en
la Ciudad Encantada.
Tienen indios a su servicio, y algunos custodian el camino
que lleva a ella.
Algunas versiones dicen que son dos o tres ciudades (sus
nombres son Hoyo,
Muelle y Los Sauces). Tienen vigías para detectar la
proximidad de intrusos e
impedirles el acceso. Hay versiones que dicen que es
invisible para los que no
son habitantes de ella, a veces uno la puede ver si es justo
o al atardecer o
el viernes santo. Se la puede atravesar sin siquiera darse
cuanta. Algunos
dicen que es errante, o sea, que para encontrarla hay que
limitarse a esperarla
en un sitio.
En 1764 el ingles James Burgh publicó una ficción sobre la
Ciudad de los Césares, en
la que la describía como una utopía.
La Patagonia es un escenario helado, desconocido. El clima es muy frío, con pocas lluvias. Los vientos son constantes, del oeste a una velocidad de 80 km. por hora. Se forman tormentas de arena. El agua escasea y el combustible también, así como la caza, que eran los guanacos únicamente. Un lugar inhóspito para la búsqueda de una ciudad de ensueño.
En la
conquista de América
se gestaron muchas leyendas, todas salidas de la mente
imaginativa y ávida de
fortuna de los conquistadores, bastaban unas palabras o
gestos de los indios
para que se creara una leyenda. Las hubo por doquier, la
fuente de la juventud
en Florida, Las Siete ciudades de Cíbola al norte de México,
El Dorado, buscado
desde el Caribe hasta el Amazonas, la famosa Sierra de la
Plata y el Rey Blanco den la
zona del Río de la Plata
y por fin la más longeva de ellas la Ciudad de los Césares
de la Patagonia. Estas
ultimas eran un reflejo del esplendor de los Incas de Perú
comentado por los
indios a los conquistadores, los cuales solo querían
escuchar donde estaba el
oro y la plata. La Ciudad
de los Césares también tiene como origen las historias de
náufragos abandonados
y conquistadores perdidos a lo largo de la Patagonia.
La Ciudad Encantada de los Césares surge a partir de varios
hechos que ocurrieron a lo largo de la conquista de nuestro
territorio, pero de
uno en especial, que ocurrió durante el viaje de Caboto. En
el año 1527 Caboto
funda un fuerte llamado Sancti Spiritus en la confluencia de
los ríos Carcaraña
y Paraná, es el primer asentamiento de Argentina. Mientras
él preparaba una
expedición río arriba, en 1528, manda una partida a explorar
el interior del
territorio. Parten en noviembre 14 hombres liderados por el
capitán Francisco
César. Un hombre audaz este César, se interno hacia el
oeste. Antes dividió su
pequeña columna en tres partes: una que fue hacia el sur, a
la tierra de los querandíes,
de la cual nunca mas se supo; otra se internó en las tierras
de los carcarañás,
de la cual tampoco se supo nada mas, y por ultimo la
tercera, al mando de
César, siguió el curso del río Carcarañá, hacia el Noroeste.
Esta tercera
columna fue la única que volvió al fuerte, siete hombres que
anduvieron 250 o
300 leguas (1400 o 1700 km.),
durante tres meses.
Volvieron contando maravillas. Según ellos, y lo corroboraron no solo el capitán, sino sus soldados, en las declaraciones que hicieron posteriormente en Sevilla, cuando procesaron a Caboto, son sus palabras, "habían visto grandes riquezas de oro, plata y piedras preciosas".
A esta incursión de Francisco César algunos autores la hacen llegar hasta el Nahuel Huapí y otros hasta el Perú, donde se habrían entrevistado con el Inca.
Volvieron contando maravillas. Según ellos, y lo corroboraron no solo el capitán, sino sus soldados, en las declaraciones que hicieron posteriormente en Sevilla, cuando procesaron a Caboto, son sus palabras, "habían visto grandes riquezas de oro, plata y piedras preciosas".
A esta incursión de Francisco César algunos autores la hacen llegar hasta el Nahuel Huapí y otros hasta el Perú, donde se habrían entrevistado con el Inca.
Seguramente los pobres habrían bagado erráticamente rendidos
por el hambre y la
fatiga, hasta toparse con la cordillera, en la cual los
indígenas les habrán
contado de la riqueza de los Incas. Esas riquezas las
atribuirían a la ciudad
maravillosa, la ciudad encantada, que pasaría a llamarse la
Ciudad de los Césares, en
honor a Francisco César y a sus valientes que la habrían
descubierto. Esta
aventura constituyó el núcleo original del mito de la ciudad
encantada que fue
ubicada desde las pampas y la cordillera, hasta la costa
atlántica y la Patagonia austral.
A esto se agregaron los náufragos que habían quedado en la
Patagonia de las
fallidas expediciones de Alcazaba, el Obispo de Plasencia y
las ciudades que
fundo Sarmiento de Gamboa mas tarde abandonadas. Alcazaba
intento poblar la Patagonia en 1534
dejando su vida y algunos náufragos en la zona. La
expedición del Obispo de
Plasencia que intento cruzar el Estrecho de Magallanes dejó
150 hombres
refugiados en tierra, de los que nunca se supo mas nada. Lo
mismo le ocurrió a
los pobres pobladores de las dos ciudades que fundó
Sarmiento de Gamboa en el
Estrecho. En 1584 funda las ciudades luego teniendo que
abandonarlas a su
suerte. Habían soldados y 58 colonos, 13 mujeres, 10 niños y
26 obreros. Nadie
se acordó de ellos en España, años mas tarde, en 1587, el
pirata inglés Tomas
Cavendish encontró a dieciocho de ellos, sobrevivientes de
una de las ciudades
en la cual se habían juntado todos. Le impresiono tanto el
aspecto de esa pobre
gente que la bautizo Puerto Hambre. Esto no le impidió
robarse la artillería y
llevarse a uno de los habitantes como guía.
Según la imaginación estos pobres náufragos que seguramente
murieron de hambre
o a manos de los indios, formaron parte de la Ciudad de los
Césares, algunos dicen que fueron
ellos los que la fundaron. También formaron parte de ella
los incas huidos de
Cuzco después de la prisión, a manos de Pizarro, que mato a Atahualpa. Otros fueron los
pobres habitantes de la ciudad chilena de Osorno que
tuvieron que huir hacia el
sur, en 1599, perseguidos por los araucanos, nunca mas se
supo de ellos, hasta
1790 no se vuelve a hablar de Osorno.
Conquistados por todas estas historias partieron muchas expediciones en su busca. Las mas importantes y serias fueron las de Hernando Arias de Saavedra (Hernandarias), que sale de Buenos Aires en 1604, y la de Gerónimo Luis de Cabrera que la busca desde Córdoba en 1622. Ambos buscan la ciudad a través de las pampas. El padre Mascardi y el padre Menéndez salen desde Chile y la buscan cruzando la cordillera de los Andes. Marcardi realiza dos viajes en 1670, otro en 1672 y el ultimo en 1673, durante el cual pierde la vida. Menédez realiza varios viajes, entre 1783 y 1794, en busca de la mítica Ciudad de los Césares, fue el ultimo viajero que la busco.
El vulgo de los últimos tiempos del periodo colonial siguió creyendo en el mito, y los indios siguieron contando leyendas de ciudades encantadas en el fondo de los lagos, en lo alto de montañas, etc.
Conquistados por todas estas historias partieron muchas expediciones en su busca. Las mas importantes y serias fueron las de Hernando Arias de Saavedra (Hernandarias), que sale de Buenos Aires en 1604, y la de Gerónimo Luis de Cabrera que la busca desde Córdoba en 1622. Ambos buscan la ciudad a través de las pampas. El padre Mascardi y el padre Menéndez salen desde Chile y la buscan cruzando la cordillera de los Andes. Marcardi realiza dos viajes en 1670, otro en 1672 y el ultimo en 1673, durante el cual pierde la vida. Menédez realiza varios viajes, entre 1783 y 1794, en busca de la mítica Ciudad de los Césares, fue el ultimo viajero que la busco.
El vulgo de los últimos tiempos del periodo colonial siguió creyendo en el mito, y los indios siguieron contando leyendas de ciudades encantadas en el fondo de los lagos, en lo alto de montañas, etc.
El mito
de la Ciudad de los Césares, de
manera similar al de El Dorado, ha sido tema de inspiración
para obras
literarias.
Se
puede destacar la
novela juvenil del chileno Manuel Rojas titulada La Ciudad
de los Césares en
que un grupo de viajeros encuentra la ciudad, mientras
siguen las huellas de un
minero desaparecido. En esta versión, los descendientes de
los españoles viven
junto con patagones y se encuentran al borde de una guerra
civil.
Además,
aunque es una
adaptación más libre del mito, se puede mencionar la obra de
Hugo Silva Pacha
Pulai en la que se
relata una versión
ficticia del desenlace del Teniente Bello que, luego de
perder el rumbo, llega
a una ciudad perdida llamada Pacha Pulai, fundada por
exploradores españoles
perdidos y en que el metal más usado es el oro, al punto de
no tener ningún
valor. En esta historia, también había estallado una guerra
civil entre
indígenas y europeos, pero esta vez la ciudad se encontraría
en algún lugar de
la zona centro-norte de la Cordillera de los Andes en el
límite entre Chile y Argentina,
a diferencia de las versiones legendarias tardías, que la
ubican mucho más al
sur.
Martínez
Estrada, en su Radiografía
de La Pampa,
hace referencia a Trapalanda cuando trabaja el conflicto
entre ilusión y
ficción que se produce en los conquistadores cuando llegan
al continente
Americano. Trapalanda ejemplifica, en el texto de Estrada,
el sin fin de
riquezas que no son, y la apuesta a un futuro que nunca se
cumple.
Con la
leyenda de
los Césares patagónicos mueren los mitos en América; fue el
último. Con todo,
los mitos formaron parte de lo bello de la conquista
indiana. Los
descubridores, movidos muchas veces por la ilusión, hicieron
un nuevo mundo,
trasunto de su patria.
Fuentes:
Ciudad de los CESARES,,es quizas el recuerdo,, de alguna civilizacion ante diluviana,,ATLANTIDA..y estos lares australes,,son tierras muy antiguas,,en su superficie se hallan restos de dinosaurios;;,muy buen blogg ;;;SALUDOS;;
ResponderEliminar