El general Custer
es uno
de los grandes mitos de Estados Unidos.
El cine ha
inmortalizado
la imagen del general Custer, en la película Murieron con
las botas puestas,
con el rostro de Errol Flynn: un caballero galante, valeroso
hasta casi lo
irracional, ardoroso, alegre, bromista y un punto
indisciplinado, pero consciente
siempre de sus deberes con su patria: el prototipo, en suma,
del héroe del
sueño americano.
Pero quien era
este
hombre,
El verdadero
George
Armstrong Custer nació en Ohio en 1839, hijo de un
inmigrante llegado de
Holanda y de una mujer de origen irlandés. Ingresó en West
Point, la academia
militar norteamericana, y fue un cadete indisciplinado, poco
amigo del estudio,
mucho del whisky y constante objeto de sanciones. Cuando se
graduó, en 1861, el
año en que estalló la guerra civil entre el Norte y el Sur,
obtuvo el último
puesto de su promoción, acumulando un total de 726 faltas, o
deméritos, durante
los cuatro años de estudios. Al comienzo de la contienda
optó por sumarse al
bando de la Unión.
Buen jinete, fue
destinado
como teniente a las unidades de caballería bajo el mando del
general Sheridan.
Y pronto destacó por su valor, un coraje que ni sus
biógrafos más críticos le
niegan, pues a menudo se manifestaba con un desdén absoluto
a la muerte.
Protagonizó cargas memorables y numerosos actos de heroísmo.
Y en 1862 era
nombrado general de brigada, un fulgurante ascenso que lo
convertía en el
general más joven del ejército del Norte.
Pese a su rango,
siguió
encabezando las acciones más arriesgadas. Durante la gran
batalla de
Gettysburg, en un enfrentamiento con la caballería
confederada de Jeb Stuart,
capturó 720 prisioneros después de cargar al mando de los
500 jinetes de su
regimiento de Michigan. También formó parte de las tropas
que derrotaron
definitivamente a Stuart en la batalla de Yellow Tavern, en
donde murió el
general confederado. Y al frente de sus hombres persiguió
con tenacidad al
propio general Robert Lee, jefe supremo del ejército del
Sur, cuando se
retiraba hacia Virginia, contribuyendo a precipitar su
rendición en Appomattox
en abril de 1865, hecho que pondría fin a la guerra de
Secesión. Condecorado y
exaltado por la prensa, Custer concluyó la guerra como uno
de los grandes
héroes de la Unión.
Sin embargo, sus
méritos y
su valor en el campo de batalla no dejaron pasar
inadvertidas otras cualidades
del joven Custer. Sobre todo, su crueldad. Fusilaba sin
inmutarse a los
guerrilleros confederados capturados en acción; tampoco le
temblaba el pulso
cuando se trataba de pasar por las armas a los desertores, y
usaba con su
propia mano el látigo contra aquellos de sus soldados que
mostraban cobardía
durante la lucha.
Al parecer, mató
al primer
hombre en un combate con los confederados en White Oak
Swamp, en la primavera
de 1862, poco antes de ser ascendido a general. En el curso
de la batalla, vio
huir a caballo a un oficial enemigo y comenzó a perseguirlo,
según narraba con
detalle en una carta enviada a su hermana. Le conminó a
rendirse por dos veces
y luego le disparó. “Él se lo había buscado”, escribe. No
obstante, de aquella
muerte, sólo pareció importarle el botín: “Todavía guardo el
purasangre que
montaba y mi intención es quedármelo. La silla, que también
conservo, es
espléndida; está recubierta con tafilete negro y ornamentada
con tachones de
plata”. Por supuesto que se quedó con todo como trofeo de
guerra. Y además, con
la espléndida espada que portaba su víctima en la silla, un
arma de acero
toledano con una leyenda en español que decía: “No me saques
si no es por causa
justa; no me envaines sin haber vencido”. Durante las
guerras indias, unos años
después, sacaría aquella espada por causas mucha más que
dudosa.
Condecorado por
su valor,
exaltado por la prensa y adorado por la opinión pública,
llegó incluso a
hablarse de él como un futuro presidenciable. El gran héroe
de la contienda, el
general Ulysses S. Grant, había alcanzado la suprema
magistratura de la nación
en 1869, muy en la tradición norteamericana que convierte a
sus guerreros
vencedores de la guerra en políticos victoriosos durante la
paz.
Pero su
naturaleza
extravagante, caprichosa y voluble le gastó al impulsivo
Custer una mala
pasada. En 1866, destinado al territorio de Kansas, en donde
se sucedían las
revueltas de las tribus indias en plena conquista del Oeste.
Una tarde,
abandonó su puesto para ir a encontrarse con su esposa, de
quien, a pesar de
sus frecuentes andanzas con las mujeres indias, decía estar
muy enamorado.
Custer y Elisabeth Bacon, Libbie, se habían casado en 1864,
en plena guerra.
Hija de un adinerado juez de la ciudad de Monroe, en
Michigan, Libbie era una
mujer bella, culta y muy refinada según los biógrafos del
soldado. Vivió más de
90 años y dedicó su vida, e incluso un libro, a guardar la
memoria y el crédito
de quien fuera su marido. Es difícil adivinar qué pudo
atraer a una mujer
cultivada en aquel guerrero cruel, inculto y vanidoso.
Fue juzgado meses
después
por un Consejo de Guerra. Su prestigio y las influencias de
sus amigos le
libraron de la expulsión del ejército, pero el tribunal le
condenó a un año de
suspensión de empleo y sueldo. Su buena estrella se apagó de
golpe y sus ambiciones
se truncaron.
Sin embargo, el
empeoramiento de la situación en los territorios del Oeste
le concedió una
nueva oportunidad. A comienzos de 1868, las tribus indias
recrudecieron sus
ataques sobre las caravanas de colonos que iban hacia el
Oeste, en represalia
por las tropelías que cometían los blancos en sus tierras y
por los asaltos del
ejército a las aldeas indias indefensas. Sobre todo, los
indios no olvidaban la
masacre de Sand Creek de 1864.
En noviembre de
ese año,
un notable jefe cheyene, Caldera Negra, después de firmar la
paz con el
gobernador de Colorado, se había refugiado en la aldea de
Sand Creek para pasar
los meses más duros del invierno. Una partida de 700
“voluntarios de Colorado”,
tropas que servían fuera del control militar, al mando del
coronel Chivington,
asaltaron por sorpresa la aldea cheyene. Los indios airearon
banderas blancas
e, incluso, Caldera Negra agitó en lo alto la enseña de
Estados Unidos. Pero
Chivington ordenó el ataque, siguiendo su filosofía
expresada antes de partir
desde Denver en busca de Caldera Negra: “Voy a matar indios
y creo que es justo
y honorable usar de todos los medios que Dios ha puesto a
nuestro alcance para
matar indios. Hay que matar a todos y cortarles las
cabelleras, grandes o
pequeños, porque las liendres acaban por convertirse en
piojos”.
Como resultado
del ataque,
105 indios murieron, de ellos solamente 28 guerreros, y el
resto, mujeres,
ancianos y niños. Los voluntarios de Chivington mutilaron
los cadáveres y les
cortaron las cabelleras, una costumbre que, contra lo que
nos ha hecho creer
Hollywood, no fue imitada por los blancos de los indios,
sino justamente al
contrario. Caldera Negra logró escapar herido de la masacre
y los voluntarios
fueron recibidos en Denver como héroes. En los meses
siguientes, los indios
asaltaron caravanas, ranchos y estaciones de diligencias,
causando numerosos
muertos entre los blancos. Sólo cuando las autoridades de
Washington abrieron
una investigación a fondo y condenaron los hechos de Sand
Creek, los indios se
calmaron. Pero la paz lograda en 1865 duraría poco tiempo
A comienzos de
1868,
Philip Sheridan, general supremo de las tropas
gubernamentales en las Grandes
Praderas, decidió llamar de nuevo a filas a Custer, su
antiguo subordinado en
la guerra de Secesión. “Si hay algo de poesía y romanticismo
en esta guerra”,
cuentan que dijo Sheridan, “él lo encarnará”. Y con el grado
de teniente
coronel, le entregó el mando del 7º Regimiento de
Caballería. Custer regresó al
servicio dispuesto a recuperar cuanto antes su prestigio y
su gloria pasados.
La fiel Libbie le acompañó hasta su cuartel general de
Kansas, en el fuerte
Lincoln.
En noviembre de
ese año,
Custer encontró la primera ocasión para recuperar su gloria.
Caldera Negra, que
había pactado una nueva paz meses antes, invernaba a las
orillas del río
Washita. Desafiando la nieve y el frío, Custer partió con el
7º de Caballería y
tomó por sorpresa a los cheyenes. Pese a las banderas
blancas agitadas por los
indios, atacó al son de Garry Owen, una marcha militar
irlandesa que ya
adoptara en la guerra civil para su regimiento de Michigan.
Caldera Negra y su
esposa cayeron alcanzadas por sendos disparos en la espalda.
De los 103 indios
que murieron, tan sólo 11 de ellos eran guerreros. En
Washita, Custer
reproducía la hazaña de Chivington en Sand Creek. Ambas
acciones servirían de
lejanos modelos al teniente William Calley, responsable de
la masacre de 500
campesinos vietnamitas en May Lay el año 1968.
Muchos indios se
rindieron
ese invierno. Se cuenta que un jefe comanche dijo a Sheridan
al entregarse: “Yo
Tosawi, indio bueno”. El general le respondió: “Los únicos
indios buenos que he
visto en mi vida estaban muertos”. Custer, el olvidado héroe
de la guerra
civil, de nuevo acaparaba las portadas de los periódicos,
esta vez como el
héroe de las praderas.
En 1874 corrieron
rumores
de que había oro en las Montañas Negras, un territorio que
pertenecía a los
indios según los acuerdos firmados con el Gobierno de
Washington. Custer fue
enviado a inspeccionar el lugar, al mando de una supuesta
expedición científica
y de exploración, en julio de ese año y, poco después,
confirmó la existencia
del oro. En la primavera de 1875, miles de buscadores se
desplazaron a la región. Los
indios, cuyo líder era entonces el pacífico Nube Roja,
protestaron ante el
Gobierno y calificaron a Custer como “el jefe de todos los
ladrones”. Washington
ofreció a los indios comprarles el territorio por seis
millones de dólares. Los
indios no aceptaron y exigieron la retirada de los blancos.
Los colonos blancos
exigieron, a su vez, la expulsión de los “salvajes”. Y
Washington ofreció a los
indios reservas en otros territorios. Si no se iban, serían
declarados
“hostiles”, esto es: susceptibles de ser perseguidos,
encarcelados o muertos.
A comienzos de
1876, la
región registró la mayor concentración de indios en la
historia de las guerras
de las Grandes Praderas norteamericanas. Al mando de jefes
como Toro Sentado,
Lluvia en la Cara
y Caballo Loco, decidieron ir a la guerra. Y Sheridan, como
respuesta, organizó
una expedición punitiva en el mes de mayo.
La estrategia
consistía en
enviar tres columnas sobre los territorios rebeldes: la
primera, comandada por
el general Crook, avanzaría desde el norte; la segunda, bajo
el mando del
coronel Gibbon, se desplazaría desde el este, y la tercera,
desde el sur,
marcharía bajo la dirección del general Terry, a cuyas
órdenes estaba el 7º de
Caballería de Custer.
La idea no
funcionó muy
bien. Hostigado por Caballo Loco, Crook desistió de seguir
avanzando y se quedó
atascado en Wyoming. Terry, en espera de Gibbon, ordenó
adelantarse a Custer
con su caballería hacia el río y el valle de Little BigHorn,
en Montana, donde
se concentraban los indios. Sus órdenes eran esperar allí a
las tropas de
infantería que viajaban con Terry para rodear a los indios y
derrotarlos.
Custer llegó a
Little
BigHorn el 25 de junio. Había más de 7.000 indios
concentrados allí. Y decidió
atacar con sus 611 hombres y llevarse para él solo toda la
gloria de la
campaña. Comenzó a descender de las colinas hacia el valle
y, en ese momento,
cometió su gran error: dividió a sus tropas en tres
contingentes y avanzó al
mando de 225 hombres en busca de los indios.
El jefe Caballo
Loco, cuya única
estrategia militar la había aprendido en la lucha de
guerrillas, fue hostigando
con pequeñas partidas de guerreros a la tropa de Custer,
atrayéndola al corazón
del valle hasta que la rodeó por completo. Y entonces
comenzó su ataque masivo.
Se cree que la batalla duró algo menos de una hora.
Todos los hombres
de
Custer murieron sin excepción. También el periodista Mark
Kellogg, uno de los
primeros corresponsales de guerra caídos en el ejercicio de
su profesión. Los
cuerpos de los soldados fueron desnudados después, a todos
se les cortó la
cabellera y muchos estaban destripados cuando los encontró
Terry unos días más
tarde. Nadie sabe cómo murió Custer, porque no hubo
supervivientes para
contarlo. Pero según relatos posteriores de algunos indios
que participaron en
la batalla, cayó valientemente. Su cadáver, se dice, tenía
dos balazos: uno en
el pecho y otro en el cuello. Mujeres indias le habían
taladrado los oídos
después de muerto para que Cabellos Largos no pudiera
escuchar nada en el otro
mundo.
En los años
siguientes,
las praderas quedaron pacificadas. Caballo Loco fue
asesinado a bayonetazos
cuatro años después, y Toro Sentado buscó refugio en Canadá,
en donde su tribu
pereció casi por completo. A Custer le alzaron un monumento
en el lugar del
combate, donde fue enterrado junto a sus soldados. Todos los
años, el día 25 de
junio se celebra allí una representación de la batalla, en
la que participan
grupos de indios y de blancos vestidos a la usanza de la
época
El 7º Regimiento
de
Caballería (en inglés: 7th Cavalry Regiment) es un
regimiento de caballería del
Ejército de los Estados Unidos. Su apodo oficial es
Garryowen, el cual hace
referencia a una canción irlandesa del mismo nombre.
George Armstrong
Custer
(New Rumley, Ohio, 5 de diciembre de 1839 - Little Big Horn,
Montana, 25 de
junio de 1876) fue un oficial de caballería del Ejército de
los Estados Unidos
que participó en la Guerra
de Secesión y en las Guerras Indias. Aunque durante toda su
vida tuvo varios
motes más, era conocido por los cheyenne como Tsêhe'êsta'éhe
o Háa'êsta'éhe,
"el de los cabellos largos", a causa de su melena de color
pajizo.
Fue un militar orgulloso y considerado por sus detractores
como un
buscaglorias. Sin embargo, los soldados que lo tuvieron como
comandante lo
consideraban un gran líder, llegando a ser un héroe.
Su fama le venía
impuesta
por ser realmente un militar a quien le gustaba muy poco
obedecer órdenes. El
25 de junio de 1876 murió junto a 210 de sus hombres del
famoso 7.º Regimiento
de Caballería en la batalla de Little Big Horn, que lo
enfrentó a las tribus
comandadas por el jefe indio Caballo Loco.
Guerras Indias es
el
nombre empleado normalmente en los Estados Unidos de América
para referirse al
conjunto de conflictos y guerras menores entre dicho país y
los distintos
pueblos amerindios (o nativos americanos). También se suelen
incluir las
guerras entre los colonos de América del Norte y los nativos
americanos que
llevaron a la creación de los Estados Unidos.
Estas guerras,
que se
extienden desde los tiempos coloniales hasta la Masacre de
Wounded Knee y el establecimiento
definitivo de la frontera
de EE.UU. en 1890, en general se resolvieron con la
conquista de los pueblos
amerindios y su asimilación cultural o su localización
forzosa en reservas.
Según una estimación de 1894 hecha por la Oficina del Censo
de los Estados Unidos, se
calcula que los más de 40 años en total de guerras
transcurridas entre 1775 y 1890
supusieron la muerte de 45.000 indios defensores de sus
territorios ancestrales
y 19.000 blancos invasores. La estimación incluye mujeres y
niños en ambos
bandos, ya que era habitual la muerte de no combatientes en
las masacres
fronterizas que representaron un claro ejemplo histórico de
limpieza étnica.
Los cheyenne son
una
nación de nativos norteamericanos que habitan las Grandes
Llanuras de los Estados
Unidos. La nación Cheyenne está compuesta por dos tribus,
los Sotaeo'o [sin una
traducción clara] y los Tsitsistas. El nombre Cheyenne
deriva de una palabra Lengua
sioux que significa 'Pequeño Cree.
Antes de ser
internados en
reservas, los cheyenne eran aliados de los arapahoe y los
lakota (sioux). La
nación cheyenne comprendía diez grupos que se extendían por
todas las grandes
praderas, desde el sur de Colorado a las Black Hills en
Dakota del Sur. Hacia
mediados del siglo XVIII los grupos empezaron a separarse,
algunos
permanecieron cerca de las Black Hills, mientras que otras
permanecieron cerca
del río Platte en el centro de Colorado.
En la actualidad,
los
cheyenne del norte viven al sureste de Montana, en una
reserva propia. Los
cheyenne del sur, junto con los arapaho del sur, viven en el
centro de Oklahoma.
Su población total combinada es de unas 20.000 personas.
Tatanka Iyotanka,
más
conocido como Toro Sentado (en inglés Sitting Bull, en
Lakhota: Tȟatȟaŋka
Iyotȟaŋka, Grand
River, Estados Unidos; ca. 1831 –
ibídem, 15 de diciembre de 1890) fue un jefe indio
norteamericano de la tribu
de los sioux hunkpapa. Vivió entre los años 1831 y 1890.
Toro Sentado se
hizo
famoso al conducir 3.500 indios sioux y cheyenne contra el
Séptimo de
Caballería, que estaba bajo las órdenes del General George
Armstrong Custer, en
la batalla de Little Big Horn el 25 de junio de 1876, en la
que los
estadounidenses resultaron derrotados.
Perseguido por el
ejército
estadounidense, Toro Sentado llevó a sus hombres a Canadá,
donde permanecieron
hasta 1881. En este año regresó con su tribu a Estados
Unidos para que su gente
se entregase y con ello terminasen los enfrentamientos. El
propio Toro Sentado
había sido amnistiado y el ejército lo respetó.
En los años
siguientes
Toro Sentado formó parte del espectáculo de Buffalo Bill.
Cuando ya fue
mayor, Toro
Sentado se sintió atraído por unas danzas indias de carácter
místico, cuya
ejecución buscaba expulsar al hombre blanco de las tierras
de los indios. El
gobierno estadounidense vio en estas danzas una amenaza y
envió en una ocasión
policías indios para detener al antiguo jefe. En el alboroto
que se originó,
Toro Sentado y también su hijo resultaron muertos.
En sioux, Tatanka
Iyotanka
significa «Bisonte Macho Sentado». El nombre de Toro Sentado
llegó al español a
través de la traducción del apelativo que se le dio en
inglés, Sitting Bull,
puesto que bull, además de significar toro, se utiliza para
denominar a los
machos de animales similares a los vacunos, como los
bisontes.
La Batalla de Little Big Horn tuvo lugar el 25 y 26
de junio de 1876, en Little Big Horn, territorio de Montana
(Estados Unidos de
América) siendo esta una de la muchas batallas de la Guerra
de Black Hills entre
soldados del 7º Regimiento de Caballería comandado por el
Teniente Coronel George
Armstrong Custer y varias tribus indígenas bajo el mando del
gran jefe sioux
Tasunka Witko, llamado también Caballo Loco.
Se trató de una
de las
mayores derrotas del Ejército de los Estados Unidos durante
las llamadas «Guerras
Indias».
Los siouxes,
también
llamados dakotas, nakotas y lakotas, son una tribu de
nativos americanos
asentados en los territorios de lo que ahora son los Estados
Unidos. Los
siouxes eran uno de los tres grupos de siete tribus que
formaban la Gran Nación Sioux que
hablaban tres variedades lingüísticas de la lengua sioux,
que incluía el lakota,
santee y yankton-yanktonai.
El nombre sioux
es una
forma abreviada de «Nadouessioux», que fue tomada al francés
canadiense como
«Nadoüessioüak» a partir de un exónimo anterior de la tribu
ojibwe,
«na·towe·ssiwak», «sioux».
Los siouxes
también han
sido llamados dakotas por parte de antropólogos y el
gobierno estadounidense en
parte debido a que durante un tiempo se pensó que el término
"sioux"
tenía implicaciones peyorativas (se dijo que venía de
serpiente en el idioma de
los ottawa aunque investigaciones posteriores han descartado
esta posibilidad).
Tasunka Witko
(pronunciado
tashúnka uitko. Literalmente "Su-Caballo-es-Loco") (en
lengua sioux)
o Caballo Loco (en su traducción del inglés Crazy Horse), (4
de diciembre de 1840
(la fecha exacta no es segura) – 5 de septiembre de 1877)
era el jefe de los Sioux
Oglala, una tribu indígena de América notable por el valor
de sus guerreros en
las batallas. Reconocido por su propio pueblo como un
dirigente visionario
comprometido con la preservación de las tradiciones y los
valores sioux, indujo
a su pueblo a una guerra contra los blancos para recuperar
sus tierras. Su
nombre, Caballo Loco, le fue dado por soñar con un caballo
salvaje.
Cuando los
colonos y el
ejército de Estados Unidos se lanzaron a la invasión del
territorio indígena en
las llanuras centrales, Caballo Loco, junto con Toro Sentado
y Nube Roja, formó
una alianza con otros pueblos nativos para combatir a los
blancos. Dotado de
gran capacidad táctica y destreza en el combate, infligió
una dura derrota a
los soldados estadounidenses en la denominada masacre de
Fetterman (1866). La
presión de los colonos (buscadores de oro, cazadores de
búfalos) y los
constantes enfrentamientos que provocaban con los indígenas,
indujeron al
Gobierno de Estados Unidos a firmar un tratado de paz
(Tratado del fuerte
Laramie en 1868), por el que asignaba a lakotas y cheyennes
terrenos propios
bajo su jurisdicción autónoma. Sin embargo, Caballo Loco no
aceptó el acuerdo,
marchando con su pueblo fuera de la gran reserva sioux
fijada por el Gobierno.
Para someter a
este y
otros pueblos situados fuera de los límites, el Gobierno
emprendió una amplia
campaña militar en 1876, en la que se produjeron las
victorias indígenas de Rosebud
River y Little Big Horn (1876), en la que moriría el famoso
general Custer. La
presión del ejército estadounidense obligó a Caballo Loco a
rendirse, siendo
confinado en Fort Robinson. A las pocas semanas, el 5 de
septiembre de 1877,
murió asesinado a bayonetazos.
Fuentes:
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