jueves, 9 de diciembre de 2010

tras un mito, Francisco Pizarro



Hay hombres que a través de mitos, hicieron su vida , uno de ellos es el famoso conquistador Francisco Pizarro González,
Francisco Pizarro


Nació en la ciudad de Trujillo (Extremadura). Existen dudas acerca de la fecha exacta de su nacimiento puesto que, si para unos historiadores fue el 16 de marzo de 1476, para otros fue la misma fecha, pero del año 1478. Algunos historiadores llegan a hablar de 1472.
Fue hijo natural del hidalgo Gonzalo Pizarro Rodríguez de Aguilar, llamado "El Largo", que participó en las campañas de Italia, bajo el mando de Gonzalo Fernández de Córdoba, y de Francisca González y Mateos, campesina y doncella de la tía de Gonzalo, Beatriz Pizarro, devota del Convento de San Francisco el Real (junto a la Puerta de la Coria).
La infancia de Francisco Pizarro fue muy pobre y difícil; fue iletrado y criador de cerdos. Al parecer abandonó Trujillo y se dirigió a Sevilla entre 1492-93.


A la edad de 20 años se alistó en los tercios españoles (era una unidad militar, el primer ejército moderno europeo), que, a las órdenes de Gonzalo Fernández de Córdoba, el Gran Capitán, luchaban en las conocidas como campañas de Nápoles contra los franceses.

En 1502, llegó a América en la expedición de Nicolás de Ovando, el nuevo gobernador de La Española. Probablemente participó en la “pacificación” de La Española

La Española, isla de las Antillas, en el mar Caribe, situada al sureste de Cuba y al oeste de Puerto Rico (hoy dividida en dos países: Haití y la República Dominicana), fue la isla preferida por Colón y la primera en ser colonizada (Santo Domingo, 1496). En las grandes Antillas le siguieron Cuba (La Habana, 1519) y Puerto Rico (San Juan, 1521). Pero Santo Domingo constituía la base a partir de la cual los conquistadores se lanzaban al asalto de la Tierra Firme en sus dos puntos más privilegiados: el istmo de Panamá y las tierras altas de México central, corazón del Imperio Azteca.


En 1498, los reyes permitieron a cualquier ciudadano explorar las nuevas tierras descubiertas por Colón. Alonso de Ojeda, acompañado de Juan de la Cosa y Américo Vespucio, fue el primero en aprovechar el permiso real en 1499, iniciando los Viajes Menores que exploran el litoral americano, la Tierra Firme, desde Brasil a Panamá y demuestran que se trata de un nuevo continente entre Europa y Asia.
Tierra Firme fue el término con el que se designó en principio, y para distinguirlas de las islas antillanas, a las tierras del continente americano más próximas al mar Caribe; en especial a la costa norte de Sudamérica, desde el río Orinoco hasta el istmo de Panamá, descubiertas y conquistadas por españoles desde la primera mitad del siglo XVI. Más tarde hizo referencia a toda la zona continental del Caribe en general. Desde principios del siglo XVI Tierra Firme fue el centro desde donde se gobernaba Castilla del Oro. La denominación del reino de Tierra Firme quedó restringida desde 1563 al límite jurisdiccional de la Audiencia de Panamá.
El territorio de Tierra Firme se dividió en dos gobernaciones: Nueva Andalucía (costa atlántica de Colombia), encomendada a Alonso de Ojeda, y Castilla del Oro (Panamá), encomendada a Diego de Nicuesa. La colonización de estas dos gobernaciones fracasó y los supervivientes se refugiaron en el golfo de Darién, fundando Santa María de la Antigua del Darién (1510), en el litoral oeste del golfo de Urabá, cerca de la frontera con Panamá. Esta llamada ciudad o simple campamento fue el primer asentamiento europeo del continente americano. Fundada por Martín Fernández de Enciso el 25 de diciembre de 1510 a sugerencia de Vasco Núñez de Balboa, recibió su nombre en homenaje a la imagen venerada en Sevilla (España), añadiéndose 'del Darién' para rememorar la comarca de su ubicación.
El sabia del mito , y las riquezas que había, el mito que casi todos los conquistadores buscaban era la ciudad del oro el dorado, el mito consistía en esta ciudad rodeada en el medio de la jungla, se creía que estaba en la isla de la nueva granada(en la actualidad Colombia)dependiendo de la versión, podía ser localizada también en alguna zona del interior de Venezuela o la selva amazónica o en los andes ,también podía tener varias variaciones en su denominación pero no diferían mucho en su concepto, 
el dorado el mito

Los exasperados conquistadores, este mito los llevo a ver en sus delirios una brillante urbe con calles y edificios de oro, todo  este mito se remonta cuando Cristóbal Colon , llego al nuevo mundo,  los nativos contaban estas historias, lo que hizo que mas conquistadores vinieran a America en busca de hacerse ricos, y logro la gran devastación de esta tierras y sus civilizaciones por la codicia de los europeos,
No solos españoles llegaron en busca de esta ciudad, Ambrosio Alfinger comerciante y explorador alemán arribo al norte de Sudamérica(donde hoy es Venezuela)asumió como gobernador y en un año organizo una gran expedición con 200 españoles y alemanes, mas 1000 esclavos , partió desde Coro devastando todas las civilizaciones que se les cruzaban , este ambicioso proyecto, tuvo  un resultado desastroso, ya que muchos de sus hombres murieron en el intento por enfermedades y ataques de los indígenas, sin encontrar dicha ciudad, este alemán llego a las cercanías de Cundinamarca (en la actualidad seria las cercanías de bogota)una flecha envenenada y solo había capturado muy poco oro, 
Ambrosio Alfinger

Otro alemán se separo de este antes de su muerte, era Nicolas Federmann, hizo otra expedición y no encontró dicha ciudad, fue declarado gobernador en 1534.
No olvidemos que Francisco Pizarro nació en una España medieval y estamental en la que el estrato social en el que se nacía se arrastraba hasta la muerte en la mayoría de los casos, y que sólo un enorme golpe de suerte podía determinar un cambio de estamento social, golpe de suerte que, ahora, en las nuevas tierras descubiertas, era más que alcanzable para quienes tuvieran un espíritu aventurero y emprendedor, o que, simplemente, no tuvieran nada que perder; ambas dos situaciones coincidían en el caso de de Francisco Pizarro y, desde luego, éste no tenía intención de desaprovechar la oportunidad que se le ofrecía.
De esta forma, cansado y aburrido ya de permanecer en la isla de La Española, Francisco Pizarro decidió embarcarse en la aventura que le ofrecía la expedición que, en 1509, organizó y comandó el Bachiller y Alcalde Mayor de Nueva Andalucía (nombre que se le dio a la “Tierra Firme” que abarcaba parte de lo que hoy es Colombia y Venezuela, Provincia que después sería rebautizada como “Nueva Granada”) Martín Fernández de Enciso, expedición que tenía por finalidad reforzar la posición del Gobernador Alonso de Ojeda en el poblado de San Sebastián de Urabá, ya que estaba siendo asediado por los belicosos indígenas de la zona haciendo peligrar esta plaza fuerte. En esta expedición Francisco Pizarro vio la oportunidad de demostrar su valía y de ascender, que la plaza quedó a su cargo mientras que el Gobernador Alonso de Ojeda era trasladado a La Española para sanar sus heridas de batalla, siendo que Pizarro cumplió con bien la encomienda, por lo que se ganó el aprecio de sus superiores y, lo que casi es más importante, el reconocimiento y el respeto de los hombres que quedaron a su cargo.
Su valentía y valía le permitió formar parte, en 1510, de la expedición de Alonso de Ojeda que exploraría América Central y Colombia, así como en la de Vasco Núñez de Balboa, expedición esta última que llevaría a cabo el importante descubrimiento del Océano Pacífico en 1513, participaciones que incrementarán su rango y posición, llegando a ser Alcalde de la ciudad de Panamá de 1519 a 1523 cargo que, sin embargo, no le reportará especiales fortunas pecuniarias, pero sí renombre.
Sin embargo, Pizarro no era hombre sedentario ni demasiado amigo del ejercicio placentero del poder, por lo que su estancia en Panamá será relativamente corta y, en 1524, decidirá asociarse con Diego de Almagro y Hernando de Luque para iniciar una expedición en pos de lo que se conocía como “El Birú”, una tierra situada al sur del “Nuevo Mundo”, inhóspita e inexplorada, pero que, según las leyendas, prometía oro y riquezas en abundancia, así como títulos y reconocimientos para quien la descubriera y conquistara para la Corona Española.
“El Birú” no era más que lo que hoy se conoce como Perú, denominación que procedía por la referencia al cacique de la región situada al sur de Panamá que hicieron los indígenas al navegante Pascual de Andagoya en 1523, los cuales, al ser preguntados por éste sobre el nombre de esa región nueva, respondían “Birú”, en referencia al cacique que dominaba la región. A partir de ahí, todo lo que se extendía al sur de Panamá se conocería por los españoles como “El Birú”, una tierra inexplorada, promesa de provisión y riquezas, misteriosa y, a la vez, atractiva para quienes, como Pizarro, estaban deseosos de hacerse un nombre en la Historia y enriquecerse con las regalías que estos nuevos territorios prometían.
Así, siendo conocedor Pizarro de la existencia de esta región inexplorada, y tras la enfermedad de Pascual de Andagoya, quien se vio obligado a terminar sus exploraciones por el nuevo territorio al enfermar, decidió retomar la empresa dejada a medias por aquél y adentrarse en el sur de Panamá junto a Diego de Almagro y Hernando de Luque, siendo Pizarro quien la capitaneara con sólo 112 hombres a su cargo y 4 caballos en un solo barco, demasiado poco para un viaje mucho más difícil de lo que imaginaban los osados aventureros.
En 1524 se inicia el viaje de Pizarro y sus hombres hacia “El Birú”, un viaje que se prolongará por dos años llenos de desastres y calamidades, navegando por el Golfo de San Miguel y el Archipiélago de las Perlas, hacia Puerto Piñas, trayecto durante el cual fue imposible prácticamente desembarcar por lo densa de la vegetación costera y lo inhospitalario de los nativos de la costa, lo cual hizo que se agotaran los víveres sin posibilidad de avituallamiento.
Efectivamente, durante esos dos años de navegación de cabotaje, murieron una veintena de hombres de hambre y enfermedades, se encontraron con la hostilidad de los indígenas y se horrorizaron ante hallazgos como el de una vasija con manos y pies cortados. Un panorama realmente desolador para quienes se embarcaron en una aventura que prometía riquezas, fama y fortuna, recibiendo a cambio desastres, hambre y miseria, lo que desembocó en el hastío de los hombres de Pizarro y en la situación límite que se produjo en la Isla del Gallo (situada en la actual Colombia), a la que arribaron con el navío muy dañado por las diferentes tempestades que sufrieron, lo que imposibilitaba continuar el viaje por mar, reuniendo Pizarro a sus capitanes para tomar una decisión: si volver a Panamá o si continuar hacia el sur por tierra.
Y es que la situación era extrema y la mayoría de los hombres no escondía su disgusto y, por supuesto, su deseo de volver a Panamá, máxime cuando hacía pocos días que a la Isla del Gallo había llegado una expedición encabezada por Juan Tafur para rescatar a los expedicionarios, por lo que éstos ya se habían hecho a la idea del retorno, lo que los llenaba de júbilo y de esperanzas, algo lógico y comprensible teniendo en cuenta lo que habían pasado durante dos años de decepcionante viaje y lo que, presumiblemente, les esperaría de continuar hacia el sur. Podemos imaginar la tensión entre el grupo de expedicionarios, las intrigas y las desconfianzas hacia Pizarro, algo que el extremeño veía como un claro peligro para su proyecto, por lo que decidió cortar por lo sano y reunir a sus hombres para que éstos decidieran quién quería continuar con la empresa y quién no, con lo que, de paso, Pizarro realizaría una criba para quedarse con los más leales y realmente creyentes en el proyecto.
El historiador José Antonio Del Busto nos describe la escena que se vivió, una escena llena de tensión en la que Pizarró se lo jugó todo a una carta, una escena realmente épica propia de otros tiempos en los que la mera invocación del honor era suficiente para remover conciencias. La escena fue así:
“El trujillano no se dejó ganar por la pasión y, desenvainando su espada, avanzó con ella desnuda hasta sus hombres. Se detuvo frente a ellos, los miró a todos y evitándose una arenga larga se limitó a decir, al tiempo que, según posteriores testimonios, trazaba con el arma una raya sobre la arena:
— «Por este lado se va a Panamá, a ser pobres, por este otro al Perú, a ser ricos; escoja el que fuere buen castellano lo que más bien le estuviere».
Un silencio de muerte rubricó las palabras del héroe, pero pasados los primeros instantes de la duda, se sintió crujir la arena húmeda bajo los borceguíes y las alpargatas de los valientes, que en número de trece, pasaron la raya. Pizarro, cuando los vio cruzar la línea, «no poco se alegró, dando gracias a Dios por ello, pues había sido servido de ponelles en corazón la quedada». Sus nombres han quedado en la Historia.”
Esos trece hombres pasarían a la Historia con el nombre de los “Trece de la Fama” o los “Trece Caballeros de la Isla del Gallo”, trece hombres que ponían su vida en manos de Pizarro, en el que confiaban ciegamente. El resto embarcaría en el navío capitaneado por Juan Tafur de vuelta a Panamá, dejando en la Isla del Gallo a Pizarro y sus “Trece de la Fama” durante cinco meses hasta la llegada de refuerzos y avituallamientos, cinco meses en una tierra inhóspita, sin casi reservas para sobrevivir, expectativas que, sin embargo, no quebraron el ánimo de los aventureros tras dos años de penurias, de vestir harapos, de sufrir los ataques de los indígenas, de padecer las mil y una enfermedades propias del trópico, de ver morir a sus compañeros de expedición y de ver cómo sus esperanzas de riqueza y fortuna iniciales se veían frustradas día a día
Pero, una noche, en el horizonte, nuestros aventureros, que se encontraban ahora en la Isla de la Gorgona, divisaron lo que acertaba a ser un navío, el cual estaba comandado por Bartolomé Ruiz, quien iba en busca de los hombres de Pizarro acompañado de refuerzos y de vituallas para satisfacer a los hambrientos aventureros. Realmente, Bartolomé Ruiz se encontró un panorama realmente desolador, unos hombres famélicos, desesperados y acosados por los indios de la región, un panorama que contrastaba, sin embargo, con el ánimo de Pizarro, quien, ese mismo día, ordenó a todos embarcar para dirigirse al sur, hacia la “tierra prometida”.
Y así, dicho y hecho, Pizarro y sus hombres embarcaron hacia el sur, ahora con refuerzos y ánimos renovados, en una travesía que duró trece semanas hasta llegar al actual Golfo de Guayaquil, desembarcando en la Isla de Santa Elena, donde pudieron contemplar una ciudad llena de templos y fortalezas (la actual Tumbes) , algo muy distinto a lo que hasta ahora se habían encontrado, ya que eran conscientes de que tenían delante de sus ojos una nueva civilización totalmente desconocida y, quizás, llena de riquezas. Sin embargo, Pizarro, siendo consciente de que estaban a las puertas de su anhelo, de que su sueño estaba allí, hecho realidad, decidió no arriesgarse entonces enfrentándose a un pueblo que parecía ser fuerte y con capacidad de defensa, de modo que ordenó a sus hombres dar media vuelta y volver a Panamá para retornar con refuerzos bastantes para hacer frente a esa nueva civilización recién descubierta.
Sin embargo, Pizarro no volvería a Panamá con las manos vacías, ya que retornó con un importante tesoro inmaterial, un tesoro llamado información. Efectivamente, Pizarro se hizo con dos jóvenes nativos(que encontraron en una balsa) que bautizó como Felipillo y Martinillo,  los cuales le hacían las veces de intérpretes al tiempo que de informadores, por los cuales pudo saber que la civilización que contemplaban sus ojos era un verdadero imperio, un imperio descomunal promesa de riquezas y de tesoros; ese imperio era el Imperio Inca. Pero esa información no era lo realmente relevante, sino que el verdadero tesoro con el que volvería Pizarro a Panamá era el saber que ese imperio se encontraba en plena guerra civil, dato fundamental para saber que por esa brecha el trujillano podría quebrar el poderío que demostraba el Imperio Inca recién descubierto.
balsa indigena,


Pizarro y sus hombres volvieron a Panamá con esas buenas nuevas, siendo recibidos con gran júbilo al considerárseles perdidos, por no decir muertos; júbilo que se unía a las buenas nuevas que portaban sobre el nuevo imperio descubierto y las riquezas y tesoros que prometía. Sin embargo, Lo increíble del relato hará que el Gobernador Pedro de los Ríos no lo creyera, por lo que Pizarro se vio obligado a viajar a España para tratar de convencer al Emperador Carlos V sobre el descubrimiento que acababa de realizar.
Así, Francisco Pizarro embarcaría para España en 1528 y se reuniría con el Monarca, tras lo cual, lo emplazaría para que acudiera al Gran Consejo Real de Indias, donde recibió de la mano de la Emperatriz Isabel las Capitulaciones de la Conquista del Perú el 26 de julio de 1529, siendo nombrado al tiempo Gobernador y Capitán General, tras lo cual retornaría a Panamá, no sin antes pasar por su pueblo natal, Trujillo, y llevarse consigo a sus hermanos Hernando, Juan y Gonzalo para que le acompañaran en la nueva y apasionante empresa de la Conquista de Perú, una odisea que comenzaría en 1531 cuando Pizarro zarpó de Panamá hacia las nuevas tierras descubiertas con 180 hombres y 3 navíos.
Un viaje apasionante de los “Trece de la Fama”, trece nombres para la Historia de trece hombres que, en pos de un ideal, siguieron a Francisco Pizarro en un viaje imposible, único, de leyenda, lleno de avatares, de aventuras, de dolor y de sufrimiento, de hambruna, de penurias y de enfermedades, todo lo cual, sin embargo, no quebró su voluntad de enfrentarse a su destino, dirigiéndose hacia el horizonte sin mirar atrás, contra viento y marea, desafiando la adversidad para obtener al fin el premio de la fama y de sellar sus nombres, junto al de Pizarro, al descubrimiento de Perú. Esos “Trece de la Fama” fueron:
Juan de Albarracín, capitán de bergantín.
Juan de Céspedes, capitán.
Gómez del Corral, capitán de bergantín.
Antonio Díaz Cardozo, capitán de bergantín.
Pedro Fernández de Valenzuela, capitán.
Martín Galeano, soldado de a caballo.
Juan del Junco, capitán.
Antonio de Lebrija, tesorero y capitán.
Antón de Olalla, alférez.
Hernán Pérez de Quesada, alguacil mayor.
Juan de San Martín, contador y capitán.
Gonzalo Suárez Rendón, capitán.
Hernán Venegas, soldado de a caballo
los trece de la isla de gallo,


La tercera y última expedición salió de Panamá a fines de enero de 1531 con tres navíos. Una vez más, Pizarro iba en vanguardia y Almagro se quedaba en Panamá reclutando hombres y comprando vituallas y armas para reforzarle. Pizarró repitió el recorrido del segundo viaje y llegó a Túmbez. Allí pudo comprobar todas las exageraciones de Candía y quedó decepcionado. La ciudad acababa de sufrir, además, los estragos de la guerra civil motivada por las diferencias entre Huáscar y Atahualpa. Repuesto de la sorpresa decidió internarse en el país. Cruzó una zona desértica y arribó a Tanará, lugar en el que fundó la población de San Miguel, en julio de 1532. Dejó una pequeña guarnición y prosiguió al sur, hallando ya tierras bien cultivadas. En Caxas recibió al fin noticias del Emperador Atahualpa, a quien había enviado varias comunicaciones. Se trataba de unos patos desollados con los que venía un mensaje que decía: "De esta manera os ha de poner los cueros a todos vosotros si no le volvéis (a Atahualpa) cuanto habéis tomado en la tierra". Pizarro hizo caso omiso de la advertencia y continuó, adelante, por lo cual recibió otro mensaje del Inca citándole en Cajamarca, donde pensaba acabar con los españoles.
Pizarro abandonó la costa y empezó la subida a la sierra. El 15 de noviembre llegó a Cajamarca. Con solo 168  soldados y 37 caballos, esta ciudad se trataba de una típica ciudad incaica de sierra, totalmente abandonada. Se instaló en ella y empezó a estudiar su defensa para el momento en que arribara el Inca. No tardó en aparecer, pero no quiso entrar en la ciudad. Acampó en sus proximidades. Los españoles quedaron aterrados al ver un ejército tan numeroso. Pizarro envió a sus hermanos a cumplimentar al monarca y uno de ellos hizo una exhibición para atemorizarle, lanzando su caballo al galope y frenando ante el mismo Inca quien, lejos de inmutarse, le dijo que al día siguiente iría a visitar a su jefe para exigirle la devolución de cuanto había hurtado a su pueblo. 
atahualpa

El 16 de noviembre de 1532 Atahualpa se dirigió a Cajamarca, tal como había prometido. Iba en una litera de oro, rodeado de señores, y acompañado por unos diez mil indios. En vanguardia iba un escuadrón limpiando el suelo y colocando mantas sobre él. El Inca llegó a la plaza principal donde le esperaba Pizarro. Se le acercó entonces el padre Valverde, capellán de la hueste, para leer el Requerimiento Un intérprete, el indio Felipillo, fue traduciendo las palabras del sacerdote. El Inca interrumpió el discurso y dijo algo que el religioso interpretó como dudas sobre la fuente de autoridad de lo que decía, y señaló entonces la Biblia. Los cronistas Trujillo, Jerez, Estete y Ruiz de Arce coinciden en afirmar que Atahualpa tiró entonces la Biblia, lo que puso furioso al Padre, que se volvió indignado a Pizarro pidiéndole atacar. El Inca Garcilaso os da una versión bastante sensata del asunto y es que el indio Felipillo fue incapaz de traducir las palabras del Padre Valverde, pues no sabía español, ni quechua, ya que procedía de la isla de Puná. Además, había expresiones intraducibles hasta para el más experimentado políglota, como eran las de Santísima Trinidad, etc. por lo que el Inca se quedó tan asombrado que dijo "Atac", palabra que en su lengua quería decir "!Ay dolor!", lo que fue interpretado por los españoles como la orden de ataque. Esta última parte es poco creíble, pero no así la perplejidad del Inca al escuchar a un indio de Puná aquellas cosas tan extrañas y confusas. Lo cierto es que en aquellos momentos sonó un tiro de arcabuz y se agitó una toalla blanca en el aire. Eran las señales convenidas para el ataque español. Pizarro se puso la armadura, se disparó la artillería, salieron los jinetes al galope por las calles y atacaron los infantes al grito de Santiago. Los indios se asustaron, como era de esperar, y Pizarro aprovechó el desconcierto para abrirse camino hacía el Inca, seguido de 25 soldados. Dio muerte a los guardianes y se apoderó de su persona, lo que aterrorizó a los naturales, que huyeron en desbandada. La batalla duró una media hora, que fue lo que tardó en caer el imperio inca.
Al día siguiente Atahualpa ofreció a Pizarro un rescate a cambio de su libertad (?): una habitación llena de oro y dos de plata. El Adelantado de la Nueva Castilla aceptó. Empezó a reunirse el tesoro, recogiendo metales preciosos en todos los templos del imperio. Atahualpa fue luego procesado por haber mandado matar a su hermano, por incesto, ya que se había casado con su hermana, y por hereje contumaz al rechazar el bautismo cuantas veces se le propuso. Fue ejecutado el 26 de julio de 1533. 
mapa de conquista de peru,

La resistencia inca prosiguió por parte de los quiteños, los más fieles a Atahualpa. Sus ejércitos, dirigidos por prestigiosos generales, intentaron salvar lo que quedaba del imperio. Pizarro se dirigió hacia Cuzco, donde tuvo un encuentro con las tropas quiteñas. Entró en la capital el 14 de noviembre del mismo año. Un enorme saqueo de los templos terminó con lo que quedaba del culto al sol. El Gobernador envió desde allí una expedición para que descubriera y tomara posesión del lago Titicaca, del que tanto hablaban los naturales. El 23 de marzo de 1534,
pieza de oro incaico,

Pizarro ordenó repartir los solares de Cuzco a los nuevos pobladores españoles. La ciudad no sufrió los estragos de la guerra y siguió con su vieja traza incaica. El conquistador del Perú no quiso instalar allí la capital de Nueva Castilla porque estaba muy lejos de la costa, lo que dificultaría recibir refuerzos en un momento determinado. Tornó hacia el litoral y en el camino fundó Jauja

 (25 de abril de 1534). Aquí hizo el primer reparto de encomiendas, bastante injusto, por cierto, pues desconocía la tierra, por lo que dio a unos mucho y a otros poco. Luego se dirigió a la costa y a orillas del río Rimac, muy cerca de un puerto que pronto se conocería como El Callao, fundó la ciudad de Los Reyes el 18 de enero de 1535, verdadera capital de su gobierno y futura sede virreinal. Poco después, el 5 de marzo del mismo año, asentó Trujillo, en homenaje a su ciudad natal. Con ello se completaría el primer conjunto poblacional del Perú. Las disparidades entre almagritas y pizarristas motivaron el asesinato del Marqués de Cajamarca en 1541, año que puede considerarse el término de esta conquista
pieza de oro, sustraida por pizzarro

Esta es la historia de un carnicero e un iletrado, carnicero como el se llamaba ,gracias al mito del dorado y a  su codicia , conquisto ,  y con solo 168, a sus pies logro dominar uno de los imperios mas grande de America,





Fuentes,

1 comentario:

  1. la balsa que muestra es de los indígenas chibchas que habitaron la sabana de Bogota. y no de los incas como lo menciona!!

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